Es lo que dije, porque así me lo
obligan la edad y las leyes, ayer, antes del mediodía, a mis
clases, de una forma oficial, en el instituto.
Atrás han quedado ya muchos años, desde que allá por el
final de los 60 y comienzos de los 70, mucho más jóvenes,
comenzábamos, en esta bendita profesión que es la docencia.
Muchas horas en las aulas, muchos cursos, desde aquellos
momentos iniciales y varias materias, a veces por cuestión
de horarios, hemos tenido que impartir. Ahora ya ..., a
descansar, algo que no entra en mis categorías y mucho menos
en mis intenciones, pero oficialmente las cosas serán así.
En todos estos años hemos visto de todo, en las aulas y
fuera de ellas, pero desde mi experiencia personal, y lo
tengo que decir, abundó más lo bueno que lo regular o lo
malo, muy especialmente, le pese a quien le pese, lo malo no
se toleraba y no se toleró en mi aula, cosa que es posible
que no sea muy grato a ciertas corrientes que he aludido
docenas de veces y a las que tildé de “progresía barata”.
Es cierto que el paso del tiempo y muy concretamente en la
juventud, ha traído muchos cambios en comportamientos y
actitudes, pero los jóvenes pueden ser y son moldeables, por
lo que si algunos de esos comportamientos van en una
dirección peligrosa, hubiéramos sido traidores a nuestros
propios principios dejándoles llevar un camino que no era el
suyo. Y esas correcciones, que a nadie se le olvide, las
saben valorar y muy bien muchos de los padres y también los
propios alumnos.
En la última semana he tenido más de setenta llamadas de
padres de alumnos y de alumnos de tiempos pasados, y todos
ellos valoraban, precisamente, el haber defendido esos
valores.
Es más, conservo una larga carta de un alumno del pasado
curso, alumno que ahora mismo estudia en la Universidad en
Sevilla y que me agradecía ese talante, que para muchos
podría ser impertinencia, pero que para él y sus compañeros
había sido una especie de guía que les llevó por el camino
que deseaban. También, hace tres días, al haber terminado la
última de las clases con primero de Bachillerato, sin
tenerse que preocupar ya de notas, ni de nada especial, una
alumna que había cursado Latín y Griego conmigo decía esto,
en carta que leyó ante sus colegas, al final de la clase:
“Con todo el cariño del mundo, me gustaría dedicarle estas
palabras. Para empezar, gracias por haber formado parte de
una etapa importante en nuestras vidas, por habernos
enseñado no sólo Latín y Griego, sino también valores de la
vida y entre tantas cosas, la importancia de la puntualidad.
Gracias, también, por apoyarnos e insistir en que seamos
mejores personas, por haber sido mucho más que un profesor.
Con todo esto, que disfrute de su jubilación con mucha salud
y alegría y que esto no sea una despedida, dejémoslo en un
“hasta luego” y no en un adiós”.
Estas líneas tan sencillas, pero tan sentidas las asumo como
propias, porque eso intenté, ser profesor pero algo más, es
cierto que nunca suplantando a los padres, pero muchas veces
supliéndoles, especialmente, cuando un alumno, un chaval
joven se podría apartar de la senda más correcta, con vistas
a su futuro.
Con estas líneas y este comentario queda resumida una larga
trayectoria, muchos años de docencia, intentando ser sólo
eso, un docente, desde el primer día hasta siempre.
|