Naturalmente, me estoy refiriendo
al de 1977, o lo que es lo mismo, al de hace 38 años, cuando
tras muchos años de “silencio democrático” para las urnas,
ese día se volvieron a abrir y, sin mayorías absolutas, ganó
la UCD, con un abulense de Cebreros, Adolfo Suárez que,
desde dentro, fue capaz de desmontar toda la maquinaria de
lo que había sido el régimen, a lo largo de muchos años,
para dar paso a las primeras elecciones democráticas de
nuestra era.
Particularmente, no voy a comparar lo que se gestó aquel
día, con lo que se acaba de dar, hace tres días, en el
montaje de los nuevos ayuntamientos, pero lo que me ha
quedado muy claro a mí que, hasta entonces no había podido
votar, es que entonces había ilusión, había esperanza de
algo nuevo y positivo, mientras que ahora hay decepción,
apatía, resentimiento y, desde luego, muy poca confianza, en
lo que venga, sea lo nuevo o sea lo ya conocido lleno de
corrupción.
Ahora mismo, lo mires por donde lo mires, no se ve nada
claro, entonces sí se percibían aires nuevos, veías un
auténtico cambio y caras nuevas, muchas de ellas, que
supieron negociar, supieron entenderse y fueron capaces de
desterrar la idea de las dos Españas que algunos, 38 años
después y por influencia de un ex presidente del Gobierno,
el más nefasto que hemos tenido, tratan de sacar ahora,
cuando los que vivíamos entonces la juventud no queríamos ni
recordar.
El mes de junio, es curioso, en los últimos 40 años, ha sido
el mes que ha traído más vaivenes, primero con el
fallecimiento del ideólogo del régimen Herrero Tejedor, en
un accidente de carretera en Adanero, en un maldito cruce
que hoy ya no existe. Fue ese accidente el que llevó a
Adolfo Suárez al Ministerio que movía toda la maquinaria del
régimen.
A finales de junio, principios de julio, en 1976, el Rey
Juan Carlos I tuvo la habilidad de “limpiar de la
Presidencia del Gobierno” a Arias Navarro y colocar en ese
puesto a un joven, poco sospechoso de nada y que, de la mano
de personas sensatas, fue capaz de ir desmontando todo lo
que sobraba, para llevarnos a una situación nueva y deseada,
a una verdadera democracia.
No debemos olvidar de qué manera la primera visita de Adolfo
Suárez a la Zarzuela, la hizo “él solito”, conduciendo su
propio vehículo, un sencillo SEAT 127, que le costaría
trabajo, más tarde, abandonar. ¡¡Lo mismo que ahora que
cualquier mindundi para ir de compras lleva un cochazo
oficial!!.
Y tampoco olvidaré que el primer discurso de Suárez, como
presidente nombrado directamente por el Rey, prometió que,
en menos de un año, convocaría al pueblo español a votar
unas nuevas Cortes. Lo prometido lo cumplió y por eso, desde
entonces aquella frase del “Puedo Prometer y Prometo” que le
colocó, en sus discursos, un gran periodista de la época que
era el que le enhebraba los discursos, se convirtió en una
frase que era “dogma de fe” para muchos españoles.
Desde las elecciones de aquel 15 de junio de 1977, hasta las
del 28 de octubre de 1982, que ganó el PSOE de Felipe
González, con muy poco dinero, con sobresaltos por la cizaña
de los que no se olvidaban de lo anterior y por el azote del
terrorismo que, a cada instante nos daba un sobresalto, digo
que, entre esas dos fechas, se redactó y se aprobó una
Constitución que algún “memo” la considera obsoleta, se
dieron los Pactos de la Moncloa, ejemplo de cordura y de
saber negociar, los enfrentamientos políticos, aparentemente
duros, llevaban a acuerdos duraderos y válidos. La ilusión
no se perdía. Hoy 38 años y un día después de aquellas
elecciones, no hay credibilidad y todo es temor a la
corrupción o al arribismo. Hemos perdido terreno.
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