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OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE JUNIO DE 2015

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Equilibrio entre acuerdo y desacuerdo

El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, comprometió ayer su “trabajo y dedicación” al servicio de “la voluntad de diálogo, acuerdo y consenso con toda la Corporación para, conscientes de las necesidades y problemas de Ceuta”. Sin embargo, esta legislatura estará marcada, más que por consecución acuerdos, en saber convivir en condiciones de profundo y persistente desacuerdo.

En este sentido, los desacuerdos son más conservadores que los acuerdos; cuanto más polarizada está una sociedad menos capaz es de transformarse. Ser fiel a los propios principios es una conducta admirable, pero defenderlos sin flexibilidad es condenarse al estancamiento. Si los acuerdos son importantes es porque los costes del no acuerdo son muy elevados, sobre todo en una ciudad como Ceuta cuyos serios problemas van a peor cuando se los abandona a la inercia.

Generalmente no solemos conseguir todo lo que nos proponemos, en el plano personal o colectivo, aquello que está en el primer lugar de la lista de nuestras prioridades. Las circunstancias nos obligan a darnos por satisfechos con mucho menos. Deberíamos valorar a las personas (o a los partidos, sindicatos e instituciones) no por sus ideales sino por sus compromisos, es decir, por lo que estamos dispuestos a aceptar como suficiente, por nuestra segunda mejor opción. Nuestros ideales dicen algo acerca de lo que queremos ser, pero nuestros compromisos revelan quiénes somos.

Levi Eshkol, un antiguo primer ministro israelí, era un político incansable a la hora de buscar un acuerdo. Se decía de él que era tan partidario del compromiso que, cuando se le preguntaba si quería té o café, contestaba: “mitad y mitad”. A veces el deseo de encontrar un compromiso puede ocultarnos el hecho, tan propio de nuestra condición política, de que hay que elegir entre bienes que no son del todo compatibles, que el acuerdo no siempre es posible y que muchas veces resulta necesario optar o decidir.

Por ello, durante la legislatura que comienza sería conveniente economizar el desacuerdo, no exagerarlo, defender las propias posiciones de un modo que no necesariamente implique rechazar las posiciones diferentes. En asuntos esenciales para el futuro de Ceuta los acuerdos son muy importantes y vale la pena invertir en ellos los mejores esfuerzos.

Suponer las peores intenciones en quienes se nos oponen puede ser a veces psicológicamente gratificante, pero erosiona las bases del respeto mutuo que es necesario para construir compromisos en el futuro.

Como siempre, la democracia es un equilibrio entre acuerdo y desacuerdo, entre desconfianza y respeto, entre cooperación y competencia, entre principios y circunstancias. Esperemos que nuestros políticos sepan distinguir correctamente en cada caso entre aquello en lo que deben ponerse de acuerdo y aquello en lo que pueden e incluso deben mantener el desacuerdo.
 

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