La hipótesis que les planteo es
desagradable, pero sobre el terreno los hechos son tozudos.
Y no se trata solo de que Marruecos, nuestro vecino país del
sur, sea después de Arabia Saudí y Túnez el tercer
exportador de yihaterroristas alistados en las filas del
tenebroso Estado Islámico (EI o DAESH en su acrónimo árabe),
1.193 jóvenes marroquíes en noviembre del año pasado según
fuentes de la DGED (Dirección General de Estudios y
Documentación), a los que habría que sumar unos 800 salidos
del seno de la numerosa migración marroquí. Solo del del
triángulo norte formado por Tánger-Alcazarquivir y Tetuán-Martil-Rincón-Castillejos,
habrían salido al menos 1/4 parte de los yihadistas del
país. Pese al notable y meritorio esfuerzo desplegado por
Rabat en la lucha contra el terrorismo islamista, con
palpables resultados (según la DGSN entre 2011 y 2013 se
habrían desarticulado 18 células terroristas), la realidad
es que éste goza de sólidas implantaciones particularmente
en ciertas zonas del país, siendo las detenciones continuas
y constantes.
Y ahí radicaría mi hipótesis de
trabajo, avanzada ya con datos de campo entre 2001 y 2002 en
mi habitual columna (Dar Rifien) escrita en otro medio de
ésta ciudad. Lamentablemente no me he equivocado. ¿A qué me
refiero? Pues a los esfuerzos constantes por parte del
terrorismo islamista, en sus diferentes mutaciones
organizativas, por asentarse en un territorio agreste a modo
de santuario, desde el que lanzar letales ataques y pasar a
la fase 2, ya en ciernes: asalto a puestos aislados de la
Gendarmería Real, Policía o Ejército, así como a polvorines
militares consiguiendo, además de publicidad, armamento. Es
de manual. Y éste, chuia chuia (poco a poco), se va
cumpliendo. Ya lo intentó en su momento el “Emir francés”,
el oscuro converso Abu Abderrahman (Richard Robert),
detenido en Tánger el 3 de junio de 2003 poco después de los
extraños atentados del 16 de mayo en Casablanca, condenado a
cadena perpetua y extraditado a Francia el 15 de mayo de
2012. ¿La zona escogida antes y ahora?: el Rif central y
oriental, con el Mediterráneo al norte, el corredor de Taza
(Fes-Mekinés-Taza-Ujda) al sur, la frontera argelina con la
sierra de Beni Snassen al este (Ras Afoughal tiene 1532
metros de altura) y la villa de Ouazzan al oeste. Una zona
si la conocen difícil de patear, boscosa en ciertas partes,
con aduares aislados, salvajemente agreste y con buenas
posibilidades operativas.
Por si fuera poco, la infiltración
terrorista en las filas del Ejército (las FAR), incluso la
fiel Gendarmería Real y por supuesto las Fuerzas Auxiliares,
militarizadas pero dependientes del ministerio del Interior,
sigue su curso. Si hace doce años ya apuntaba sobre la “iranización”
de las fuerzas de seguridad, ésta pese a todas las
precauciones tomadas seguiría su camino, lo que explica
varias de las medidas tomadas: desde la supresión en
septiembre de 2006 del servicio militar obligatorio de 12
meses para los jóvenes mayores de 20 años, curiosamente al
poco tiempo del desmantelamiento de una célula terrorista
formada por 5 militares, a la reciente instrucción del
pasado mayo de los generales Bouchaib Arrroub (Ejército) y
Hosni Bensliman (Gendarmería Real) prohibiendo a los
militares y gendarmes el uso de redes sociales, como
Facebook y Twitter por ejemplo.
Retomemos solo dos de las últimas
detenciones: a mediados de mayo eran arrestados por la
Oficina Central de Investigaciones Judiciales (BJIJ) en
Casablanca y otras dos localidades, 11 personas vinculadas a
la cobertura y reclutamiento del Estado Islámico. Lo
preocupante es que el “emir” de la misma, en coordinación al
menos con otro responsable terrorista extranjero y que se
encontraba en Marruecos, estaban en fase avanzada de
organizar células durmientes con la misión de planificar a
corto plazo y ejecutar después diferentes atentados,
montando en primer lugar un refugio operativo en zonas
agrestes de difícil acceso. Igual modus operandi que la
célula recientemente desarticulada hace días en Berkane,
formada por al menos 7 activistas que habrían seguido las
indicaciones de alguna de las “fatwas” (fétuas en español)
lanzadas por el Estado Islámico (EI). Sus objetivos, además
de atentar contra objetivos turísticos (hoteles y
balnearios) de la región de La Oriental (el megacomplejo de
Saidía uno de ellos), era establecer una base de operaciones
en la región que antes les describía. De hecho ésta célula,
según un comunicado oficial, habría recibido “entrenamientos
paramilitares intensivos en una de las regiones montañosas
cerca de Berkane”.
La gran pregunta sería ¿qué está
llevando a estos jóvenes de un país con un Islam moderado a
matar y a morir por una versión absolutamente fanatizada de
ésta religión? No es la primera vez que esto ocurre en el
seno de esta peculiar religión totalizadora y con ribetes
autoritarios que se encontraría inmersa, lo escribía el otro
día, en una inmensa “fitna” (división), una descarnada
guerra civil a tres bandas (sunnies v shiítas y radicales
salafistas y moderados, ambos sunníes) de estricta
casuística endógena (si bien existirían aceleradores
exógenos) similar, de algún modo, a las crueles guerras de
religión entre católicos y protestantes que asolaron Europa
entre 1524 y finales del siglo XVII. Lo advertía claramente
en otoño de 2014 el valeroso rey Abdullah II de Jordania:
“El Islam está preso en una guerra civil entre moderados y
extremistas”.
En Marruecos y al día de hoy, el
rey Mohamed VI sostiene con mano firme las riendas de la
nación, aplicando una estudiada política de palo y zanahoria
logrando que buena parte del salafismo radical haya ido
entrando, al menos sobre el papel, en vereda. Pero corren
vientos de fronda y los huevos de la serpiente del islamismo
extremista, en las que anida el huevo del yihaterrorismo, se
incuban por doquier esperando solo la temperatura adecuada
para eclosionar. Cuestión de tiempo. El panorama es
complicado, fluido e inquietante.
Que Allah bendiga Marruecos.
Haya salud. Visto.
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