A todos nos va tocando poner
fin a aquello que te habías acostumbrado, aunque sólo fuera
por los muchos años que le has dedicado a tu profesión.
Y ahora, en una época en la que,
especialmente, en ciertas actividades, también en la
docencia, el día a día va quemando un poco más, yo siento
que las leyes, las que tenemos, no nos dejen, a partir de
una edad, poder seguir con tu actividad, si estás de buen
grado en ella y, todavía, tus facultades físicas y mentales
te permiten cumplir con tu sagrada obligación.
Con todo, las leyes están ahí para
cumplirlas, aunque alguna no nos guste y con la comida que
ayer nos ofrecieron mis compañeros, a mí y a otros colegas
que, como yo, nos tenemos que marchar, estamos mirando hacia
otra dirección muy distinta a la que hemos venido siguiendo.
Aceptarlo, de buen grado, a mí me
cuesta trabajo aceptarlo y no me avergüenza decirlo
públicamente, me avergonzaría lo contrario y si es que no lo
acepto de buen grado es porque, desde que era un chiquillo,
con 15 o 16 años ya sabía a donde quería ir, fui a esa
profesión, creo que cumplí con dignidad, y tener que irte,
cuando puedes seguir rindiendo no parece lo más potable.
Y no voy a criticar a quienes
puedan pensar de otra manera, pero una cosa es que te
cierres tú el paso, sin más, y otra, muy distinta, que
estando en condiciones de rendir se te mande a pasear. A
eso, al menos a mí, me están mandando las leyes de hoy.
Pero como dice un refrán muy de mi
tierra, “al mal tiempo buena cara” y es lo que gustosamente
yo quería ayer, como otros varios compañeros míos, por la
atención que la mayor parte de compañeros han tenido para
con nosotros, fuera del propio instituto, con lo que yo, al
menos, se lo agradeceré toda mi vida.
Una agradable comida, en uno de
los restaurantes buenos de verdad, de Ceuta, unas horas de
auténtica amistad y el recuerdo de muchos años, de muchas
horas de “tiza” que han ido quedando atrás, desde que allá,
por los finales de la década de los 60, del pasado siglo,
comenzamos una andadura que nunca nos resultó extraña,
complicada o no llevadera. Una andadura muy agradable,
incluso ahora, en una época como la actual, cuando tantas
asociaciones y cargos muy especiales, son capaces de
descubrir un nuevo sistema de Pitágoras, unas nuevas
interpretaciones del Ácido Ribonucleico o una difícil
adecuación del Ablativo Absoluto en los teléfonos móviles.
En todos estos años, muchos ya son
los que hemos pasado en un aula, lo mejor que tuve siempre
fue cada curso de alumnos que pasaron por mi cátedra, por
haber elegido mi materia docente, Griego y Latín Clásicos,
no estaban al alcance de cualquiera cosa que hizo que, por
respeto a las materias, por inaccesibilidad en muchas
ocasiones, nunca me encontré con grandes dificultades o
series ininterrumpidas de protestas que tanto se llevan hoy,
desde una serie de ángulos de la sociedad que estamos
viviendo.
Los alumnos, todos ellos,
dejaron algo que te ha podido servir para el futuro. Los
casos raros, esos casos patológicos que, de vez en cuando
aparecen, no tuvieron cabida en mis materias docentes, ni
aquí, ni en Badajoz, ni tampoco en Palencia. En este terreno
sí tuve suerte, como he tenido suerte de poder compartir
distendidamente con una gran parte de compañeros en el IES
“Siete Colinas”, a pesar de que, como no podía ser de otra
forma, cada uno tengamos una forma diferente de pensar. Por
todo esto, gracias de verdad a mis colegas de tantos años
aquí y en los demás centros donde estuve y gracias muy
especiales a tantos alumnos como tuve la suerte de poder
formar en algo. La comida de ayer para mí es sinónimo de
aquella frase latina “finis coronat opus”. Que así sea.
|