Si en mis tiempos, allá por
finales de la década de los setenta, los estudios de
historia contemporánea se agrupaban en una asignatura, tiene
su aquello que ya bien entrado el siglo XXI centros como la
UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia)
estructuren hasta en tres asignaturas la materia,
dividiéndola Del surgimiento del Estado Contemporáneo a la
1ª Guerra Mundial, Historia Contemporánea (1914-1989) y Las
claves del mundo actual: una historia global desde 1989.
Echándole un vistazo estos días al
segundo manual, coordinado por el profesor Hipólito de la
Torre, intento buscar “hilos conductores explicativos” de
esos decenios que hundieron Europa, a la vez que reflexiono
una vez más sobre el sentido, si es que tiene alguno, de
esas matanzas legales y planificadas, bendecidas por las
respectivas iglesias nacionales, llamadas guerras.
Y en ellas, el incauto papel de
las masas enroladas por los respectivos nacionalismos y
enviadas sin más al frente, como reses al matadero. Claro
que hubo límites y, durante y tras la 1ª Guerra Mundial,
ciclos revolucionarios que a punto estuvieron de volcar el
sistema, lográndolo con éxito en la vieja Rusia de los
zares.
El gran cineasta Stanley Kubrick
nos cuenta en “Senderos de Gloria” (1957), obra magistral
del cine bélico basada en la novela homónima de H. Cobb,
inspirada en hechos reales y soberbiamente interpretada por
Kirk Douglas, la tragedia de unos agobiados soldados que se
enfrentan a un angustioso consejo de guerra acusados de
“cobardía”. La película recupera los combates en el frente
de Aisne (Francia), en el sector conocido como Chemin des
Dames (Camino de las Damas), durante la obsesiva ofensiva
del general R. Nivelle en la primavera de 1917, saldada con
270.000 muertos en el ejército francés y 163.000 en las
tropas alemanas, conduciendo a las primeras a motines como
los de Craonne. Todavía el 5 de noviembre de 1988 el primer
ministro galo, Lionel Jospin, recordaba con coraje político
a los supuestos amotinados y entre ellos a los “97 putos
soldados de mierda” (sic, la frase es mía) fusilados por el
mando francés en “una ofensiva condenada de antemano” y en
la que “rechazaron ser sacrificados”.
Al que había que haber fusilado,
entre otros con muchas estrellas, era al incompetente y
empecinado general Nivelle. Pero díganme, salvo en
revoluciones o complots como el de la operación Valkiria
contra Hitler, 20 de julio de 1944, ¿saben de muchos
generales fusilados? ¿O incluso coroneles...? Estoy pensando
en un tal Silverio Araujo y en su oscura entrega y rendición
(salvo el capitán Amador y sus bravos soldados, que murieron
a la bayoneta calada) de la columna de Dar Quebdani, el 25
de julio de 1921 durante el bien llamado Desastre de Annual
(Guerra del Rif). De ello les escribo otro día...
Haya salud. Visto.
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