Cuando el pasado día 4 este diario publicó la noticia del
desahucio de una familia en el viejo cuartel de Cría
Caballar (allí se ubicaban la Remonta y la Unidad de
Veterinaria), la tituló así: “Un día de tregua para Samia”.
Ese titular hizo que me interesara sobremanera la historia
del desahucio. La lectura del cuerpo de la noticia me
confirmó mi interés: el nombre del marido de Samia no
aparecía por ningún lado y, sin embargo, en la fotografía
que ilustra la noticia, allí, si aparecía, junto con cuatro
hijos menores de edad. Lo que sí se reflejaba con meridiana
claridad era que Marruecos es el país de origen del marido
de Samia. ¿Por qué no aparece el nombre del marido por
ningún lado?
Como en todo, esta familia desahuciada debe tener también su
intrahistoria, que no se ha contado, o no se quiere contar.
Pero, especulando, se puede tirar del hilo hasta llegar al
pasado. Si hace seis años se metieron en las instalaciones
de Cría Caballar, he aquí, a este respecto, un par de
puntualizaciones: primera, ¿dónde estuvieron hasta hace seis
años, si dice Samia que no tienen familia en Ceuta?;
segunda, entraron con dos hijos y van a salir con cuatro,
porque según se refleja en la foto que acompaña a la
noticia, los dos hijos más pequeños nacieron en las
instalaciones de Cría Caballar. ¿Cómo es posible que, con la
situación desesperada en que viven, esta pareja haya tenido
dos hijos más, en una vivienda en la que saben que están en
precario? ¿Es eso lo que llaman paternidad-maternidad
responsable? (Cierto es que cada cual puede tener los hijos
que le dé la gana, pero, eso sí, ya sabe que carga con la
responsabilidad de educarlos y mantenerlos, no echando esa
responsabilidad sobre espaldas ajenas).
Yendo más atrás, podríamos preguntarnos ¿cómo es posible que
esta ceutí, Samia, pudo casarse con alguien al que, según se
desprende de la noticia, no se le conoce oficio ni
beneficio? Puesto que si lo tuviera estaría ejerciéndolo, y,
sin embargo, intenta sacar algún dinero ‘trabajando’ de
porteador (como hacen miles de marroquíes) en la frontera
del Tarajal. Asimismo, acaso, pudieron haberse quedado en
Marruecos. Después de esta especulación, me temo que esta es
una historia más de marroquíes que se casan con ceutíes con
el objetivo puesto en hacerse con la residencia aquí, en
Ceuta, y, más adelante, adquirir la nacionalidad española.
Y, una vez aquí, recurrir, andando el tiempo, a Cáritas o a
Cruz Roja para que los saquen del atolladero en que se
meten.
“No podemos hacer nada”, se lamenta Samia. Ahora, bien es
cierto, ya poco pueden hacer, pero, quizá, antes, mucho
antes, podrían haberse dado cuenta de que no se puede formar
una familia en el aire y sin recursos para mantener nada
menos que a cuatro hijos. Esa figura se llama falta de
responsabilidad.
Por toda solución se le ocurre “ir a la puerta del
ayuntamiento”, como si allí, en el ayuntamiento, tuvieran la
solución a su falta de previsión y a su falta de sensatez a
la hora de formar una familia, que es, no se olvide,
responsabilidad de quienes las forman.
Pero hete aquí que en esta historia han entrado en escena
otros personajes a los que hay que tener en cuenta. Uno de
ellos es la consejera de Asuntos Sociales, Rabea Mohamed,
que dijo que los recursos con que cuentan son “limitados”, y
que no es posible “dar una solución inmediata”. En este
caso, Rabea puntualizó que se le aconsejó a Samia que si
tenían un familiar en Ceuta (que no lo tienen) o en
Marruecos (el marido es marroquí) era más conveniente que
estuvieran con ellos que en una pensión.
El segundo personaje que ha entrado en esta historia, como
elefante en cacharrería, es el inefable Pablo Núñez,
secretario de Política Social del PSOE, que calificó de
“desafortunadas” las declaraciones de Rabea Mohamed, con las
que se invita a “marcharse a casa de familiares e incluso a
Marruecos” a aquellas personas que se ven privadas de
viviendas por diversas circunstancias. Después de lanzar una
batería de denuestos sobre la labor del gobierno popular de
la Ciudad, exige a la consejera, Rabea Mohamed, que se
“disculpe” por sus palabras. Me temo que si la consejera en
vez de llamarse Rabea Mohamed, se hubiera llamado Mabel Deu,
o Susana Román o Adela Nieto, por citar algunos nombres, el
ínclito Pablo Núñez habría sacado a pasear palabras como
‘racismo’ o, acaso, ‘xenofobia’. Tal vez le podría interesar
a Núñez saber que he leído en algún digital que en algunas
Cáritas, en la Península, invitan a los españoles a acudir a
su familia, si la tuvieran. Por otro lado, Núñez debería
saber que Asuntos Sociales ayuda a unas 500 familias a pagar
parte del alquiler, gasto que se eleva a 150.000 euros/mes;
y el programa alternativo absorbe 1,47 millones de euros del
presupuesto.
El tercer personaje es Carracao, que salió disparado para
hacerse la foto en la vivienda de Samia, y con su demagogia
socialista habitual habló de la situación de los menores y
que “no vamos a permitir que salgan de un techo para irse
bajo el cielo raso”. Asimismo, como su adlátere Pablo Núñez,
manifestó que parece que el gobierno de la Ciudad “quiere
que se olvide la situación en que se encuentran Samia y su
familia”.
Insensato de mí que había creído, debido a la firmeza y
vehemencia de sus declaraciones, que tanto Núñez como
Carracao, al final, iban a solucionar este caso acogiendo a
Samia y a su familia en sus domicilios particulares. Pero me
temo que no, que tiran con pólvora del rey. Gastan tanta
pólvora del rey, que uno y otro me han hecho recordar la
respuesta que el conde de Passavant en la novela “Los
monederos falsos”, de André Gide, le da al exaltado y
extremista Strouvilhou cuando éste le pregunta si no le
asusta fundar una escuela literaria que no tenga otra
finalidad que derruirlo todo, Passavant le responde: “No…,
si no pisotean mi jardín”.
(PD/ Recuerde: faltan 11 semanas para celebrar el 6º
Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el
21 de agosto de 2015)
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