Cruzado hace unos años el Ecuador
de la vida y enfilando la proa hacia la penúltima etapa,
como las aguas cansinas de un río camino de ese mar que
glosaba Manrique, subrayaba ayer las sugerentes páginas de
un interesante libro académico del profesor Sánchez Meca
sobre la Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea
(2010) por ser éste, el quehacer filosófico, una de mis más
caras aficiones desde la temprana y feliz adolescencia.
Didáctico y ameno, Sánchez Meca, catedrático de Filosofía de
la UNED, se cura en salud advirtiendo en su concisa
Presentación que solo intenta un “objetivo básico”,
aconsejándole su dilatada experiencia pedagógica “prescindir
del estudio detallado de muchos filósofos e incluso de
movimientos y corrientes enteras de la historia de la
filosofía”. Queda claro.
Es comprensible, aunque no deja de
llamar la atención la ausencia de autores como Martín Buber
(Caminos de Utopía cayó en mis manos en octubre de 1973,
¿Qué es el Hombre? en 1975 y Yo y Tú veinte años más tarde)
o el jesuita y paleontólogo P. Teilhard de Chardin (El medio
divino o Como yo creo), por no hablar del personalismo de E.
Mounier. También se echan de menos, aunque sean solo meras
referencias, a Stirner (El único y su propiedad), Kropotkin,
Bataille (El culpable), Marcuse (El final de la utopía),
Althusser o Merleau-Ponty (Éloge de la pohilosophie). El
capítulo 14 dedicado a los filósofos españoles es
francamente pobre: si son todos los que están, los
“clásicos” Unamuno, Ortega y Gasset o María Zambrano, no
están desde luego todos los que son, siendo a mi juicio
notables las ausencias de Aranguren (Ética y política) y
Ferrater Mora, o actuales pensadores como C. Díaz, M.A.
Quintanilla (imprescindible su Diccionario de filosofía
contemporánea, 1976), G. Bueno (El papel de la filosofía en
el conjunto del saber) y F. Savater (Apología del sofista o
Las preguntas de la vida). Y tiro solo de algunos libros de
mi biblioteca.
Ya enlazando con el titular y al
socaire de la angustia vital de nuestro tiempo, me cuesta
entender la supresión de una doctrina de pensamiento
característica de toda una época y que, apenas sin
transición, puede saltar a la actualidad: el
existencialismo. De Heidegger a Sartre, pasando por Marcel,
Jaspers e incluso Camús. Y por supuesto N. Abbagnano, cuya
Historia de la Filosofía (tres vol.) sigue siendo de
obligada y atenta consulta. Por lo demás y al respecto, la
atenta lectura de los ensayos de R. Jolivet (Las doctrinas
existencialistas, Gredos 1970) y P. Roubiczek (El
Existencialismo, Labor 1970), pueden ser excelentes
paliativos.
Y a sus lectores y alumnos,
Sánchez Meca debe darles (y exigirles) el conocimiento de
una filosofía global.
Es una modesta opinión.
Haya salud.
|