Cada día tengo que reafirmarme más
en que el PP no sabe vender sus verdaderos productos, cuando
tiene alguno que merece exponerse y poder valorarlo.
La última nota de lo que digo está en la situación planteada
ahora, cuando está terminando el curso y cuando informan a
los correspondientes directores de los institutos, en qué
situación van a quedar algunos centros que, según el propio
Ministerio, estaban a menos de lo que deberían tener.
Se ha armado “parda” y lo más positivo es que haya sido
abordado el problema tocando, especialmente, al centro del
“intocable” Aróstegui, que va a ver como su instituto, por
no tener demasiada clientela en alguna de las modalidades,
puede perder algún tipo de especialidad.
Antes de nada, debo decir que mi aprecio o todo lo contrario
por el director provincial de Educación es inexistente, por
cuanto no he hablado jamás con Cecilio Gómez, pero que haya
puesto las cartas sobre la mesa y no se haya quedado en
la”gatera”, viéndolas venir, posiblemente, en su último año
en el cargo, dice mucho a su favor, algo que más de uno,
especialmente de los de la cuerda de algunos sindicatos,
habrá contribuido a que ya me hayan echado la primera de las
maldiciones que me puedan caer, por defender o, mejor dicho,
no haber condenado, la serie de “traslados” que pueden darse
en algunos centros que pretendían lo que no han llegado a
conseguir.
Y esto no es un problema de recortes, esto es un problema de
“no tirar la casa por la ventana” como se ha venido tirando,
dilapidando lo propio, lo ajeno y haciendo ver lo que, en
realidad, no era.
Pese a quien pese, la nueva Ley de Educación empezará a
funcionar y nada me extrañaría que si pierde las elecciones
el PP se vuelva a otra reforma del PSOE o de sus allegados,
para rebajar más los niveles y para que aumenten los
fracasos escolares.
Lamento no poder comenzar esa nueva ley, tras casi 40 años
con reformas y contrarreformas, a cual más lamentables del
PSOE, que han llevado la enseñanza a donde está ahora, al
haber primado la promoción del “juego”, en vez de reforzar
el trabajo y el sentido de la responsabilidad, al mismo
tiempo que debiera haber promocionado el respeto a los
docentes.
Particularmente, no sé si esta Ley de Wert será “la
panacea”, pero lo que no va a ser, con toda seguridad, si la
dejan desarrollarse, es peor que esas otras que la han
precedido. Eso desde luego y lo digo tras haber permanecido
ininterrumpidamente 45 años largos, en las aulas, con el
final de aquella ley que tenía siete cursos de Bachillerato
y Preuniversitario, además del ingreso para el Bachillerato,
a la que siguió lo que yo llamaría la “época de rebajas” con
los “apaños” de Villar Palasí, señorita Galino y Díez
Hotleiner, que se preocuparon, especialmente de, “egebeizar”
la enseñanza y reducir el Bachillerato a 3 cursos, más un
COU descafeinado.
Todo lo demás no merece la pena tenerlo mucho en cuenta,
aquí están los resultados, con la promoción de la desgana y
la anulación del esfuerzo.
Ahora, esto que debiera ser, al menos, respetado, “ha creado
un verdadero cisma” especialmente entre los que piensan que
se va a quitar el puesto a unos y se va a hacer viajar
demasiado a otros. Y eso no lo es todo, para mí lo
importante es que se haya cogido el “toro por los cuernos” y
se empiece a desenmascarar a más de un fantasma. Que Cecilio
y sus asesores hayan tomado la decisión que han tomado me
parece normal y hasta positiva. Pese a quien pese y sin yo
ser amigo, ni conocido, de ninguno de ellos.
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