Que las relaciones bilaterales
entre España y Marruecos pasen por un momento excelente, con
un intercambio constante de viajes y visitas que fomentan la
confianza mutua y permiten responder con agilidad y
determinación a los retos comunes, es una noticia
extraordinariamente positiva para ambos países. Y también
para Ceuta.
Tanto España como Marruecos tiene problemas compartidos en
el yihadismo, el narcotráfico, la inmigración y la economía.
El terrorismo yihadista es una “prioridad compartida” y un
ámbito en el que los dos países colaboran estrechamente, ya
que, como afirmaron ambos dirigentes, es un fenómeno que
pone en peligro la seguridad de nuestros ciudadanos y que
amenaza el modelo de convivencia democrática de nuestras
sociedades. No conoce fronteras y afecta tanto al norte de
África como a Oriente Medio, Sahel o Europa; nos afecta a
todos.
Por otro lado, durante la actual legislatura se ha puesto en
evidencia también la gran dependencia española de Marruecos
en la lucha contra la inmigración ilegal. Y en cuanto a los
lazos comerciales y los flujos de inversión, hay que
recordar que España desbancó en 2012 a Francia como primer
socio comercial de Marruecos y en 2014 fueron más de 17.000
las empresas españolas que exportaron al país vecino. En
este sentido, es muy positivo que Benkiran haya animado a
las empresas españolas a invertir en su país, que haya
defendido como un país “estable, seguro y con un nivel
democrático avanzado”.
Nos obstante, Benkiran debería entender que, pese a que
Marruecos jamás ha cejado en la reivindicación, la
españolidad de Ceuta y Melilla nunca ha estado ni estará en
cuestión. Son parte intrínseca del territorio nacional, como
queda perfectamente descrito en nuestro ordenamiento
constitucional. Por lo que no se hablará ni ahora ni “más
adelante” .
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