Trabajar con quien está al margen de la sociedad. Esta es la
labor que desarrolla la Fundación Vicente Ferrer desde que
se creó en 1969 en la India para dar dignidad a los
olvidados por un sistema de castas que, a quienes no son
sacerdotes, guerreros, comerciantes o tienen un oficio, deja
sin opciones de tener una vida digna. Sheeba Baddi, quien
está vinculada a la fundación prácticamente desde su
nacimiento porque ya sus padres trabajaron mano a mano con
Vicente Ferrer, visitó la ciudad para dar testimonio de un
trabajo que a veces pasa desapercibido pero sin el que
millones de personas no habrían descubierto que pueden
valerse por si mismas, tener acceso a una educación, ser
autosuficientes y salir de las chabolas para habitar casas
propias.
Baddi, que llegó a Ceuta por invitación de la Comunidad
Hindú, ofreció una charla abierta a todos los ciudadanos en
el templo hindú. Allí relató parte del trabajo y la misión
de la Fundación Vicente Ferrer. Antes, por la mañana, esta
joven atendió a los medios de comunicación para dar a
conocer la evolución que han experimentado más de 3.000
pueblos de a región de Anantapur tras el paso de la
fundación. Una fundación con la que colaboran cerca de mil
ceutíes y que ha tenido su reconocimiento en el Premio
Convivencia, que recibió el año 2000. Por ello, Baddi
confesó que tenía muchas ganas de conocer Ceuta, tras el
reconocimiento a Ferrer.
Esta joven es una de los 2.000 trabajadores que tiene la
fundación cuya labor se basa en seis pilares fundamentales:
educación, mujer, personas con discapacidad, ecología,
sanidad y viviendas. No obstante, la educación tal vez ha
sido el eje de todo el trabajo desarrollado ya que gracias a
ella han abierto la puerta a que los ciudadanos de Anantapur
puedan dar otros pasos como conocer los derechos de la
mujer, poder desarrollar sistema de autosuficiencia como el
biogas para obtener energía sin necesidad de talar árboles,
o poder aspirar a la propiedad de una vivienda.
Del campo a las escuelas
Los primeros pasos no fueron fáciles, recordó ayer Baddi.
Los colaboradores de Vicente Ferrer se acercaban a los
pueblos en medio del recelo de quienes no les conocían. Lo
primero que hacían era bañar a los niños, que no tenían
ninguna higiene. Luego empezaron a hablarles a sus padres de
que podían ir a la escuela. Algo que hasta ahora estaba
vetado para las castas más bajas. Los padres no entendían
qué beneficio les podía suponer que sus hijos fueran a una
escuela si podían trabajar para ganarse, al menos, el pan
del día. Pasar esa barrera supuso el principio de una
generación que ahora incluso estudia en facultades de las
capitales de la India con hijos de las castas más altas con
los que jamás hubieran soñado estar compartiendo formación.
Gracias a esta labor, el 100% de los niños están
escolarizados y cada año se reparten 300 becas entre los
estudiantes para estudiar en las capitales.
Luchar contra la discriminación de las mujeres es otro de
los campos de trabajo de la Fundación Vicente Ferrer. Cada
año en la India desaparecen un millón de mujeres sin que
nadie diga nada. Ellas son las últimas que comen en la casa,
explicó Baddi, para dar una visión de la falta de derechos
de las mujeres. Para concienciarlas de sus derechos, la
fundación ha trabajado con recursos como el teatro para
concienciar a mujeres, pero también a hombres, de la
igualdad entre ambos. “Ahora las mujeres son conscientes de
sus problemas y luchan por solucionarlos”, contó Baddi.
Incluso, señaló, la fundación ha creado un banco para que
ellas puedan acceder a microcréditos con los que montar sus
negocios. Y es que, a ellas se les enseñan oficios como
costura, bordado o encuadernación para que sean
autosuficientes y no huyan de los pueblos siguiendo promesas
de un futuro mejor que sólo las llevará a prostíbulos. Y es
que, las mafias de tráfico de mujeres son una realidad en
este país. Igual que lo es la discriminación a las personas
con discpacidad.
Los discapacitados son “una quinta casta” que incluso supone
“una vergüenza” para las familias, que los dejan de lado,
según relató Sheeba Baddi. En la actualidad, gracias a la
fundación, hay 15 escuelas a las que asisten más de 1.200
niños con distintos tipos de discapacidad. “Ahora nos llaman
por nuestros nombres”, es lo que celebran los discapacitados
que agradecen poder tener “identidad” cuando antes eran unos
apartados de la sociedad.
En el ámbito de la Sanidad, Anantapur también ha logrado
avanzar con cuatro hospitales y los médicos españoles que
llegan para atender a pacientes, pero también para trasladar
sus conocimiento. No obstante, todavía queda mucho por hacer
y la crisis se ha notado mucho en la ayuda a cooperación
internacional. No obstante, la Fundación Vicente Ferrer
sigue adelante también gracias a la ayuda de sus
colaboradores, de los que en Ceuta tiene cerca de un millar,
y espera poder seguir ayudando a los olvidados a tener un
lugar más digno en la sociedad.
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