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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 3 DE JUNIO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Chaster poyaster

Por Jesús González


Granada es de esas ciudades que se hacen querer. Siempre vuelves. Y si te une a ella un vínculo familiar, entonces, la llamada se hace irresistible. Y, además, si has vivido en ella durante algunos periodos de tu vida y has recorrido sus viejas calles y has montado en aquellos deliciosos y románticos tranvías, que, desde el Triunfo, recorrían casi toda la ciudad, y algunos llegaban hasta algunos pueblos situados fuera de ella, e incluso hasta los aledaños de la Sierra, entonces, volver a Granada es destapar el frasco de la esencia de los recuerdos. ¡Cómo no recordar aquel último tranvía que partiendo desde el Triunfo y pasando por San Juan de Dios, por la mismísima puerta de la iglesia del Perpetuo Socorro y por la Plaza de la Trinidad llegaba hasta la calle Alhóndiga! Y qué decir del sabor de aquellas callejuelas a tiro de piedra de la Gran Vía como la calle Silencio, las Cocheras de Sta. Paula, Mano de Hierro, Niños Luchando, Marqués de Falces y otras; y aquel Paseo de los Tristes, al final de la Carrera del Darro, del que partía el polvoriento paseo de los Chinos, que se empinaba hasta la Alhambra. En fin, ya pocos recuerdan aquella plaza de toros instalada en el Triunfo, en lo que es hoy una hermosa fuente multicolor. Por supuesto, no es preciso recordar la Alhambra, el Generalife, la Plaza Bib Rambla y/o el Realejo.

Para quien la ha conocido en su época provinciana, volver a Granada, insisto, es volver a echarse en brazos de la dulce melancolía. Y si además se tiene la suerte de encontrar a un personaje como Chaster Poyaster, que aunque metido en edad tiene las ideas claras y los recuerdos aún más, miel sobre hojuelas. En Granada, la calle San Juan de Dios actúa conmigo tal y como se comporta un imán respecto de unas limaduras de hierro: me atrae sin remisión. Es una calle luminosa, con numerosos comercios de todo tipo, ajetreada y que sirve de paso para quienes van o vienen hacia el Triunfo, la Facultad de Derecho, la de Sociología o, más abajo, el carril del Picón. En fin, es una arteria clave en el discurrir de la vida granadina. Pues bien, ahí en San Juan de Dios, tal como se viene del Triunfo, por la acera de la izquierda, enfrente del Hospital de San Juan de Dios, haciendo esquina con la calle Mano de Hierro, se halla “Los girasoles”. Es casa de comida, bar y cafetería al mismo tiempo. Su comida casera es difícil de olvidar. Pues, sí, fue en el mostrador de “Los girasoles” en donde trabé contacto con el citado Chaster Poyaster, ese era su nombre, según él. Un tipo también difícil de olvidar. En realidad, apenas recuerdo cómo comenzó todo, tal vez fue porque andaba yo buscando un lugar en el mostrador para acomodarme, y él, amablemente, me hizo un hueco, echándose a un lado. De un primer vistazo, reparé que era un tipo curtido, con voz trabajada por el tabaco y por el anís o por el coñac. De estatura media, pelo escaso, ralo y cano. Sus ojos me parecieron extremadamente burlones, ojos de haber visto todo o casi todo, ojos en cuyo fondo se podía adivinar, tal vez, cierta melancolía. Averiguar su edad no era sencillo, en una primera impresión deduje que tendría alrededor de setenta y muchos años. En su antebrazo izquierdo exhibía un tatuaje, ya un tanto desvaído y descolorido. No pude adivinar qué era aquello. Todo un personaje, a primera vista, que podía dar mucho juego.

Después de unos prolegómenos de cortesía, pareció que tenía ganas de compañía, ganas de hablar. Su timbre de voz me resultaba un tanto particular, hablaba bien español, pero su pronunciación denunciaba, muy sutilmente, una procedencia ajena a España. En efecto, pude averiguar que había nacido en la isla de Malta, eso dijo, en el año 1938, tenía, pues, en aquel momento 75 años. Me pregunté ipso facto qué hacía un tipo como aquel, a su edad, nacido en Malta, en Granada, en España. Enseguida salí de dudas. Empezó a contar y no paró.

Con 22 años había embarcado para Sicilia, los orígenes de su familia eran sicilianos, en donde vivió en casa de una parienta de su padre. Anduvo trabajando en lo que le salía, y cuando se hartó de la isla volvió a embarcarse, esta vez, para la península italiana. Allí pasó un par de años de una ciudad a otra y cada vez iba más al norte de la citada península, hasta que atravesó la frontera con Francia y allí hizo de todo, o de casi todo. De un lado a otro de Francia llegó hasta los Pirineos y los atravesó. Estuvo entre Barcelona, Madrid y Granada más de año y medio. Alguien, en Granada, le habló de la Legión en Ceuta. Y sin pensárselo dos veces se vino para acá. Y se alistó en el Tercio Duque de Alba, en la 4ª Bandera, en García Aldave. Aquí se casó con una ceutí y tuvo dos hijas. Cuando le llegó la licencia, decidió irse a vivir a Granada, ciudad que ya conocía. Y allí, en Granada, está desde entonces. Su vida discurre entre el paseo matinal, su café en “Los girasoles”, pegar la hebra con algún vecino de mostrador y vuelta a casa. Se le hace difícil salir por la tarde, aunque reconoce que su mujer lo saca a empellones. Recuerda con cariño su pasado y, sobre todo, su paso por la Legión. Tan solo ha vuelto una vez a Malta, y se siente español por los cuatro costados. Eso sí, una sombra recorre su cara y sus ojos cuando hace alusión a estos tiempos tan “raros”, así los llama él. No puedo acabar sin hacer alusión, también, a algo que me dijo, y fue que había asistido alguna vez el 2 de enero a la Plaza del Carmen, lugar en donde el Ayuntamiento granadino celebra la ‘Toma de Granada’ por los Reyes Católicos. Hace ya mucho tiempo que no va porque le entristece que haya individuos, muchos de ellos “forasteros”, que se oponen a dicha celebración. Nada le dije, entonces, que aquí en Ceuta también los hay que se oponen a celebrar el 6º Centenario, en 2015, de la conquista de la ciudad por los portugueses.

(PD/ Recuerde: faltan 12 semanas para celebrar el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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