Estaba cantado que la vida de
Francisco Antonio González corría peligro y que sus días
estaban contados, pero él, a pesar de la cruel enfermedad
que le acosaba, cada vez más, no se rendía. Ese era su
talante, no dejarse amilanar por nada y salir de cualquier
dificultad, gracias a su tesón y a su entrega.
La noche del uno de junio no le dejó seguir más, había
llegado a su final y todos los suyos, sus familiares y sus
amigos de verdad veían que aquello ya no tenía remedio
alguno.
El último mes había sido un mes muy duro, especialmente para
todos los suyos. Su intervención quirúrgica dejaba esa
esperanza que queda siempre, mientras hay vida, pero era una
esperanza muy cortita. Se sabía lo que podía llegar, pero él
seguía ahí, no se daba por vencido, como no se dio por
vencido nunca, en sus actividades profesionales, políticas o
fuera de la política.
Siempre que muere una persona, más o menos amiga, tratamos
de ensalzarla lo más posible, en sus puntos positivos,
tratando de ocultar los negativos y aquí ha superado,
siempre con creces, lo positivo a lo negativo y aunque hubo
desalmados que, en los momentos difíciles, como aquel
terrible 6 de febrero, lo quisieron crucificar, porque había
sabido defender lo que tenía que defender, él ni se echó
para atrás nunca, ni, estoy seguro, guardó rencor a nadie.
Particularmente, nunca fui amigo personal de Paco Antonio,
nunca he mantenido una estrecha relación con él, jamás
estuve en su despacho, pero las veces que hemos coincidido
en algún lugar, hemos hablado, con buen talante por ambas
partes y el hecho de tener amigos y conocidos comunes, hizo
que fueran varias las veces que mantuvimos una conversación
amigable. Fuera de eso nada más.
Y es que me ha bastado sólo eso, o me ha bastado cuanto he
oído a personas amigas mías que sí han tenido, hasta los
últimos instantes, muy buena relación con él, para saber que
antes de dar un paso sobre alguien, que podía merecer “el
palo”, de lo primero que se preocupaba es de “como quedaba
su familia”. No me cabe ninguna duda, era un hombre de bien,
por encima de los cargos de responsabilidad que pudiera
tener, como el que ha tenido hasta el día de su muerte.
Y a los 54 años, cuando, todavía, tenía todo un mundo por
recorrer, Paco Antonio nos ha abandonado. Estaba claro,
desde hace un par de meses, por lo menos, y él sabía el
terreno que pisaba, pero hasta que salió de Ceuta para
Madrid, para esa última intervención quirúrgica, supo estar
en su sitio.
La responsabilidad le podía, estaba por encima de su propia
salud que, naturalmente, tenía que cuidar pero sin dejar de
lado, ni un instante, su cometido en el cargo que estaba
ocupando.
Ahora, desde estos mismos instantes, aparecerán los
aduladores, palmeros y “amigos de la nada” a ensalzarlo por
un lado, cuando en sus momentos más complicados le atacaban
directa u ocultamente. Por la parte contraria saltarán
aquellos que sacarán a relucir errores, si los hubo, pero
encarándolos a su manera. Con unos o con otros, la realidad
es que se trataba de un hombre responsable, con muchas
tablas en el mundo de la política, que nos ha dejado y lo
más normal que podemos decir de él es que, hasta el momento
final de su vida, nadie ha podido decir que fuera ajeno a la
honradez o a la decencia.
Desde aquí quiero recordar a Paco Antonio y enviar un saludo
muy afectuoso a toda su familia y a quienes estuvieron con
él hasta sus últimos instantes, bien saben ellos a quienes
me refiero. Descansa en paz, Paco Antonio.
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