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OPINIÓN - SÁBADO, 30 DE MAYO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Una derrota victoriosa

Por Jesús González


Como introducción podría valer que España es de izquierda, aunque ocasionalmente vote a la derecha. Y vota a la derecha cuando aparece un inútil, un incapaz, como Zapatero, que no se dio cuenta a tiempo de que una crisis del copón se nos venía encima. Salvo en casos como el citado, España vota a la izquierda. También no es menos cierto que los errores de gobierno, las corrupciones y el filibusterismo de los políticos son menos tropelías cuando se refieren a la izquierda; las tropelías de la derecha, en cambio, no caducan, pero las de la izquierda se desvanecen en el tiempo. Nadie las recuerda. La derecha carece del poder de fascinar a las masas, al margen de sus votantes tradicionales; la izquierda, las encandila, las atonta. La izquierda se ve orlada por una aureola romántica; en cambio, los políticos de la derecha parece que andan siempre pidiendo perdón por eso, por ser de derecha; a la derecha se le asigna un pesado lastre de golpista, capitalista y de olor a cera y a incienso. Todos hemos oído a cualquier ‘don nadie’ de izquierda decir a voz en cuello, “como sabéis, yo soy de izquierda”; ¿ha oído usted, lector, decir a un político de derecha algo parecido a “como ya sabéis yo soy de derecha”. ¿Sí, lo ha oído? ¡Rápido!, envíeme su nombre sin demora. La izquierda sabe vender sus logros, sus conquistas por modestas que sean; la derecha, es incapaz, poco hábil para que la ciudadanía le reconozca sus éxitos. No sabe venderse. A la derecha se le niega el pan y la sal. La izquierda tienen patente de corso: el alcalde de Valladolid, León de la Riva, fue poco menos que fusilado al amanecer por sus declaraciones sobre “los morritos de Pajín”, sin embargo, el socialista López Aguilar, envuelto en un probable delito de agresión a su esposa, ha caído en el olvido. La izquierda, socialista y/o comunista, es taimada, marrullera, ladina, sectaria, perversa por definición, con los resabios del marxismo leninismo, a cuyos pechos se ha criado y crecido. La derecha es crédula, confiada e ingenua respecto de lo que le manifieste la izquierda, recuérdese el traspaso de poderes que los socialistas de Zapatero le hicieron a los populares en los comienzos de esta legislatura: los engañaron como a chinos, y la derecha no tuvo el coraje, el valor, de desenmascarar públicamente el estado calamitoso y desastroso en que estaba recibiendo el país. Por haber callado en aquel entonces, y no haber mostrado a la ciudadanía el estado ruinoso de la España zapateril, Rajoy perdió credibilidad apenas a los seis meses de haberse hecho cargo de la gestión del país. “La confianza mata”, dicen en los bajos fondos, y a fe que la ruina en que estaba la España que recibió de Zapatero lo puso contra las cuerdas, y ese lastre zapateril ha sido la causa, entre otras, de que Rajoy esté bebiendo ese cáliz de hiel. No se entiende cómo es posible que el tal Pedro Sánchez, líder del PSOE, con el escándalo de corrupción más grande de la democracia, recuérdense, los ERE, Invercaria, Cursos de Formación, entre otros, en Andalucía, ande dando cuartos al pregonero diciendo que no hará pactos con un partido de corruptos como el PP. Hay que tener la cara como el cemento armado, y, en el caso del tal Pedro Sánchez, picada de viruelas. La izquierda es tan marrullera, innoble y maniobrera que construye un relato espurio de la gestión del PP, lo difunde sin pudor y, lo peor, el ciudadano pica el anzuelo. La izquierda es maestra en el “Arte de la mentira política”. En el caso del Partido Popular, hay un claro rechazo a la ‘marca’; se ve el PP como un partido anticuado, gastado, obsoleto, fuera del tiempo en que vivimos, un partido en “blanco y negro”. Sin embargo, parece que la izquierda no envejece, su discurso siempre es nuevo, o lo parece, es atractivo en toda época y en todo lugar, no importa que sus líderes pasen por ser unos botarates, sectarios, ruines y/o antiespañoles. No importa, es la izquierda y con eso basta. Pero, eso sí, cuando abandonan el poder dejan el país como un erial, recuérdese a Zapatero y sus sicarios. Se ha sacado con demasiada frecuencia a pasear las palabras ‘racista’ y ‘xenófoba’ para adjudicárselas a la derecha, en este caso al PP; por el contrario, la izquierda se arroga el prurito de la defensa de los inmigrantes que saltan las fronteras con toda impunidad, pero, eso sí, todos ellos instalados en los barrios obreros y proletarios, pero lejos de las viviendas nobles de los gerifaltes socialistas.

Por otro lado, los populares, con Rajoy a la cabeza, insisten en haber obtenido una victoria en la elecciones recientes, a pesar de haber perdido un par largo de millones de votantes, por el mero hecho de haberle sacado al PSOE apenas un modesto medio millón de votos. Es lo de siempre: “conflicto entre la realidad y el discurso político”. Y en esas están instalados los populares, a pesar de que la realidad se ha vengado y le ha atizado de lo lindo en todo lo alto. Sin embargo, Rajoy insiste en ‘sostenella y no enmendalla’. “Una victoria incuestionable”, se atrevió a decir el presidente del Gobierno. En otras palabras, ‘una derrota victoriosa’. Tal vez ya no se trate de conectar aún más con el ciudadano, de bajar a la calle y mezclarse con la realidad, que circula por nuestras ciudades, de ser menos estirados y más cercanos, o tal vez se trate de todo ello, pero también de por qué no calan sus argumentos, de que ahí fuera existe un cambio social del cual no tienen noticias y de adaptarse “al nuevo paradigma político”. Y también darse cuenta de que el PP pasa por ser un partido antipático, lejano, estático, inmovilista, gastado, miope. Lo que sí es incuestionable es que nos acostamos con la derecha y nos levantamos con la izquierda. Igualico, igualico que aquel martes 14 de abril de 1931.
 

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