Las cifras no son exactas, pero
tirando a la baja entre 1912 y 1927 (Paz de Bab Taza, en la
que se dio oficialmente por terminada la cruenta Guerra del
Rif), España enterró en Marruecos a más de 30.000 de sus
hijos. Más o menos, soldado y medio por km2.
En la visita que el pasado sábado 23 giraba la Hermandad de
Regulares de Ceuta a Tetuán, no podía faltar por decoro y
memoria histórica una visita al digno cementerio militar, en
el que reposan un sueño eterno parte de aquellos que dieron
su vida por la Patria. Tras un paseo por el camposanto, el
coronel (R) Palop y un joven soldado de Regulares
depositaban una corona de flores en el panteón del general
Francisco Gómez Jordana, tercer Alto Comisario muerto sobre
su mesa de trabajo el 18 de noviembre de 1918. Por cierto
que en el mismo cementerio se encuentra la tumba del
comandante José Valdés Martel, herido en la retirada de
Xauen y fallecido posteriormente en el Hospital Militar de
Tetuán el 8 de octubre de 1924, tumba en la que fue
posteriormente enterrado el brazo amputado del coronel
Millán Astray, fundador de La Legión, a instancia de éste:
“Quiero que entierren mi brazo con Pepito, mi mejor oficial
de Regulares para que lo abrace eternamente”.
¿La anécdota? Del apretado programa, los desajustes
burocráticos que impidieron, por tercera vez, la visita a
las ruinas del antiguo acuartelamiento del Grupo de Fuerzas
Regulares Indígenas Tetuán nº 1, sito en la falda del yebel
Dersa y con un magnífico panorama sobre la ciudad.
Tras las formalidades de rigor en “Bab Sebta”, la Aduana
marroquí, el grupo se trasladó a la Blanca Paloma de la
Yebala, Tetuán, la histórica capital del Protectorado
español y que, en su pulso insurgente, el emir Abdelkrim El
Jatabi soñó con hacer capital de su efímera e
independentista República del Rif. Tras un desayuno en la
Casa de España fue oficiada una misa en la Iglesia de las
Victorias, contigua a la misma.
Después de visitar el cementerio y el antiguo Hospital
Militar, se volvió a las instalaciones de la Casa de España
en las que, tras un almuerzo que incluía la opción del
tradicional cus-cus (alcuzcuz), se comentó la pequeña pero
documentada exposición sobre los cementerios militares
españoles en Marruecos, imponiéndose la insignia de oro a
Isabel Villalba por su abnegada colaboración y recibiendo la
Hermandad, por parte de la Casa de España, el nombramiento
de Socio de Honor.
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