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OPINIÓN - JUEVES, 28 DE MAYO DE 2015

 
OPINIÓN / TURISMO

Peregrinos Agustinos en Polonia

Por Inmaculada MC


¿Que compartimos los polacos y los españoles además del futbol y el catolicismo?, fácil, la esencia de nuestra gente. Los polacos son amables, acogedores, respetuosos, sonrientes y guapos. Como los españoles pero a diferencia de nosotros, muchísimo más fervorosos y piadosos, nos ganan por goleada. Sudan devoción por todos sus poros, la llevan incrustada en su corazón y enlazada a su libertad. Quizás el Papa polaco tuviera algo o mucho que ver. De la mano de su Virgen de Jasna Gora se posicionó del lado de la libertad obrera, de la Solidaridad con mayúscula y le plantó cara, sin hacerlo abiertamente, a ese régimen comunista que ahogaba la nación polaca tras haber sufrido la aniquilación del Holocausto.

Esta vez salimos de Ceuta el domingo muy temprano, previa Vigilia Pascual a última hora del Sábado Santo. La celebración más importante del año, la Resurrección. Esta marcó la pauta en los distintos templos a lo largo de la semana de estancia en la república, por fin democrática, de Polonia.

Ceuta está lejos de todo. Llegamos a las 10 de la noche a una Varsovia fría y lluviosa, a un Novotel de 31 plantas situado en el corazón estalinista de la ciudad, junto al Palacio de la Cultura y el Arte (para los españoles la Giralda de Varsovia). Nada mas amanecer, dejó de ser una ciudad gris que conocíamos de las películas de guerra, llena de escombros y de mártires para convertirse en la insurrecta, en la invencible. Es una maravillosa urbe, llana, elegante, paseable y verde. Reconstruida, si, que no olvida, aunque perdona.

Un par de cosas me impactaron en la capital polaca, la primera el monumento a los héroes del Guetto, esculpido sobre una enorme piedra negra que Hitler hizo traer de Suecia para fabricarse un arco de triunfo, ironías de la vida. Aquí es donde en el año 70 el canciller Willy Brand protagonizó la “genuflexión de Varsovia”. La otra, la belleza de su centro histórico, totalmente destruido por el incalificable Adolfito y reconstruido por los indoblegables varsovianos. El 90% del patrimonio de la ciudad fue aniquilado, edificios, construcciones, arte, pinturas, esculturas, libros, documentos... además de sus habitantes. Un dato: a mediados de 1945 Varsovia estaba cubierta por 20 millones de metros cúbicos de escombros. En la Plaza del Mercado encontramos el símbolo de la ciudad, la sirena guerrera, Zawa que por sus amoríos con un pescador, Wars, cuenta la leyenda que dio nombre a la ciudad, Warszawa. Un poco mas allá en las murallas medievales que rodean Stare Miasto y hoy muestran exposiciones nos topamos con el Soldadito Insurrecto, un peque con un casco enorme y un fusil entre sus manos. Montones de chiquillos sufren aun hoy día el horror de la guerra con la pasividad consentida del resto que miramos hacia otro lado.

Hubo dos hitos en este viaje que deben estar apuntados en la agenda de todo buen peregrino: en primer lugar la visita a Czestochowa, capital espiritual de Polonia. Es envidiable la devoción por la Virgen Negra de Jasna Gora en estas tierras, el santuario recibe al año 4 millones de peregrinos. A todos nos asombró el respeto y la religiosidad de este magnífico pueblo. En segundo lugar el conocimiento de la figura del padre Kolbe, franciscano fundador de Niepokalanow, ciudad de frailes periodistas. Una de sus publicaciones, “El caballero de la Inmaculada” alcanzaría en el año 39 cerca del millón de ejemplares al mes. El padre Kolbe murió en Auschwitz cuando decidió cambiar su vida por un padre de familia condenado a morir de hambre en el barracón de la muerte. Este hombre fue un rayo de luz en medio de la barbarie mas diabólica conocida hasta ahora por la Humanidad.

La cita con Auschwitz hizo una muesca en nuestro corazón peregrino. “El trabajo os hará libres” reza la verja de acceso. ¿Qué decir sobre el terror diabólico de este lugar?. Solo hay una manera de entrar en ese recinto y no tener pesadillas, llevando por delante la Humildad y el Perdón. Encontramos muchísima gente joven de distintas nacionalidades, en la cola de entrada no había risas, ni gritos ni empujones juveniles ni cascos con música a todo tren, solo caras adustas, pensativas. Algunos portaban ramos de flores que depositarían mas tarde a los pies del paredón de fusilamiento o en las celdas de castigo. Es imprescindible que las generaciones venideras conozcan esto. Margarita, la guía del campo, relataba las atrocidades mas grandes jamás cometidas con una frialdad agradecible en un perfecto acento castellano. Durante las dos horas y media siguientes fuimos testigos de la historia de un millón y medio de seres humanos aniquilados gratuitamente. Alambradas electrificadas rodean el recinto, un antiguo cuartel polaco abandonado reconvertido en campo de trabajo para presos políticos. En el año 47 el parlamento polaco lo convirtió en memorial-museo. En 1979 es declarado por la UNESCO patrimonio cultural de la Humanidad. Hoy día lo visitan un millón de personas al año, casi tantos como muertos a destiempo. Fotografías tomadas por los mismos nazis, objetos personales, peines, cepillos, 40.000 pares de zapatos, jarrillas, cucharas, ropas de bebes, de adultos, piezas ortopédicas, montones y montones de gafas, las maletas de miles de personas con sus nombres y señas... y pelo, montañas de pelo humano, utilizado para rellenar colchones y fabricar tela de uniformes... Y los botes vacíos de Zyklon B... Estuvimos en las celdas de castigo en el sótano del bloque 10 donde dejaron morir de hambre al padre Kolbe y a muchos otros, en el patio entre los bloques 10 y 11, allí está el paredón de fusilamiento, recauchutado para que no sonaran tanto los disparos, entramos en las cámaras de gas, en el horno crematorio, visitamos al terror. Respeto, honor, dignidad, integridad, palabras que relumbran en mi cerebro con luces de neón. Es imprescindible respetar tremendamente este lugar donde hubo tanto sufrimiento. Me pregunto ¿Cómo pueden las personas que padecen o han padecido esto, como puede en estas condiciones pensar que la vida merece la pena ser vivida? cuando te despojan de toda dignidad, ¿Cuál es el sentido de la existencia? Es necesario acabar con esto, con los que en nombre del idealismo matan y siembran el terror. Me viene a la cabeza el nuevo santuario de Cracovia dedicado a San Juan Pablo II, se llama “no tengáis miedo”. El sabía que esto aun no ha acabado, que sigue, en otro lugar, con otra gente, en Kenia en Siria o en Irak.... pero no sufren menos porque las personas estén más lejos o sean de otra confesión. Cada uno de nosotros tuvimos la oportunidad de conocer y meditar las intenciones más oscuras del alma humana y las consecuencias de la realización de los actos llevados a cabo por ella. Es necesario que las páginas más negras de la historia no se repitan nunca más.

De aquí con caras de funeral, nos fuimos a comer sopa polaca y trucha. Yo me tomé la sopa y pase de la trucha y del pastel del Papa, se me había quitado el hambre. Seguimos ruta por la región de Silesia y llegamos a Wadowice, fue un bálsamo que curó la herida abierta por el anterior capítulo. Un tranquilo pueblo del sur, en la plaza se encuentran el ayuntamiento, la iglesia parroquial y la casa natal de Juan Pablo II convertida en museo. Nos llamó muchísimo la atención el suelo de la plaza donde se pueden apreciar inscripciones en las losas con todos los lugares que Wojtyla visitó durante su papado, y las fechas de estos viajes, muchísimos. En Hizspania hay cinco fechas, cinco veces nos visitó el papa viajero 1982, 1984, 1989,1993 y 2003. La parroquia de Santa María aun conserva la pila bautismal donde fue bautizado el pontífice. Las iglesias polacas ofrecen una inmejorable imagen, están perfectamente bien conservadas, sean antiguas o no. Todas. esto debe ser obra de la administración además de los fieles y de la propia curia. En los carteles que anuncian las misas se puede leer, en polaco, claro, que hay de 6 a 10 celebraciones diarias. Y llenan, sobre todo de gente joven. Ojalá en España ocurriera lo mismo. Hay algo en Polonia, una corriente de positivismo que aromatiza el aire, que la transmiten sus habitantes, seguramente tendrá mucho que ver con su misticismo, con su religiosidad. Estos polacos tienen una gran elegancia para convertir el culto en disfrute.

El final de la semana transcurrió en la joya de la corona, Cracovia, el Sur, la luz, el color, la alegría, la gente en la calle, los estudiantes. La ciudad que no fue aniquilada conserva su encanto intacto. El castillo en la colina Wawel, sus iglesias, los edificios medievales y renacentistas, sus avenidas, parques y esa enorme plaza del mercado con la Lonja de Paños, Sukiennice que ocupa toda la parte central y que ahora, en lugar de pañería venden cacharrería para turistas , la pequeña iglesia de San Adalberto y la impresionante Basílica de Santa María. Esta guarda el retablo más grande de Europa, las monjas lo abren poco antes de las 12. A las horas en punto desde la torre coronada, la más alta, un bombero trompetista toca el hejnal, llevan 700 años tocando esta melodía popular polaca. Frente a la basílica, los carruajes de caballos engalanados con plumas blancas y caireles esperan a los turistas. Algunos no nos resistimos a la llamada.

En las afueras de la ciudad, a unos minutos del centro, la Divina Misericordia de Sor Faustina y el santuario San Juan Pablo II “no tengáis miedo” que acogerá la JMJ 2016. Impresionante!

Subimos hasta Zakopane, ciudad nevada al pie de los Tatras, capital montañosa del país, nos llegamos a Ludzmierz y a la iglesia de la Virgen de Fátima, erigida en agradecimiento por salvar la vida del pontífice tras el magnicidio. En una de sus vidrieras me asombró descubrir el escudo de Ceuta, bueno, el de Portugal. Desde allí se puede adivinar más que ver a lo lejos en la cima del monte Giewont una cruz de hierro que ubicaron los habitantes del lugar a principios del siglo XX , en realidad mide 15 metros de altura. Estuvo alumbrada cuando murió Wojtyla y también el día de su canonización. De ella dijo “esta cruz mira a toda Polonia desde los Tatras al Mar Báltico y anima a los polacos a levantar sus corazones”.

Y bajamos a las minas de sal, en Wieliczka. Tras un minuto claustrofóbico de bajada en un ascensor donde caben 4 y meten a 9, llegamos a un laberinto de túneles excavados en la sal que conducen a amplias estancias con paredes labradas artísticamente. Mención especial a la Catedral de Sal, dedicada a Santa Kinga, exquisitamente ornamentada y a las capillas que los mineros esculpían en la sal dedicadas a sus patronos para pedirles protección en su peligroso trabajo.

A 135 metros de profundidad, en la capilla construida ya en el siglo XXI, los padres agustinos nos regalaron otra celebración de las que quedaran bastante tiempo en nuestra retentiva. El padre David nos agradecía participar en estas peregrinaciones que empezaron casualmente hace más de un lustro y ya están arraigadas en el San Agustín de Ceuta. No sé quien tiene que agradecer a quien, para mí es un privilegio pertenecer a este grupo, esta opinión es generalizada y es que ellos nos guían con su habilidad acostumbrada por el sendero del peregrino para compartir año tras año nuevamente Esperanza, Fe y Caridad, para encontrar la calma necesaria y aceptar la vida como viene, para conseguir autoevaluarnos y mejorar día a día. Siempre vamos a estas peregrinaciones llenos de expectativas e ilusión, sabemos que la experiencia va a ser buena, porque vamos con amigos, porque siempre lo pasamos bien, porque siempre hay risas, compañerismo, cariño, tranquilidad, sosiego y reflexión. ¿Quién no se apunta a esto?

La próxima primavera nos traerá otra ruta, otros lugares, otras costumbres, en definitiva, otras experiencias. Aquí estamos, aguardando que llegue de nuevo el momento de preparar la maleta y recargar la mochila de nuestra memoria con ellas.
 

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