La abstención continúa siendo un
azote para los procesos electorales que se celebran en Ceuta
y, por ende, es una cuestión que no es nada nuevo. Si el
ciudadano quiere tener la participación y exigir está
obligado a tener que participar en el proceso para la
elección de sus representantes, ya que no vale quejarse de
todo y cuando llega la oportunidad esconder la cabeza debajo
del ala. Esa actitud no beneficia en nada a la democracia
Ayer, al igual que el resto del país, Ceuta celebró una
jornada electoral y el fantasma del abstención volvió a
aparecer. Y lo hizo como siempre, creciendo. El porcentaje
de la contienda electoral se fijó en el 50,18 por ciento,
algo que empieza a ser preocupante. Pero para analizar esto
habría que ver varios factores. El primero, el gran desapego
de muchos ciudadanos con nuestra clase política. La cantidad
de funcionarios que están empadronados en Ceuta y que los
fines de semana marchan a la Península para estar con la
familia. Y además, la cifra de musulmanes que viven y están
censados en Ceuta pero que, al igual que los funcionarios,
pasan al país vecino. Sumen, sumen y comprobarán que son
muchos votos, en una jornada como esta, los que se escapan
por debajo de la puerta. La abstención no favorece a nadie,
solo perjudica, puesto que es lo mismo que no acudir a
votar, por lo que ese posible sufragio no es contabilizado
en el cómputo general.
Pero los comicio de ayer, abstención parte, tiene otras
mucha lecturas, alguna de las cuales parece que han
entendido en el Partido Popular, según dijo el hasta ayer su
candidato. Y es que los populares, a pesar de conseguir una
meritoria mayoría absoluta, se han dejado en el camino nada
más y nada menos que cuatro escaños que traducido a votos
supone una diferencia de más de siete mil votos menos que en
2011. Mientras que Fatima Hamed fue la gran sorpresa de la
jornada.
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