Saber que nuestro trabajo nos va a
estar esperando mañana. Que nuestro salario nos alcance.
Poder tener nuestra casa y sentirnos seguros en ella. Tener
tiempo para estar con nuestras familias. Poder desarrollar
nuestras ideas y proyectos. Caminar tranquilos por la calle.
Dormir sin preocuparnos de más cuando nuestros hijos salen a
divertirse. Que no te ataquen por pensar distinto. Asumir
que si te esfuerzas vas a alcanzar lo que te propones. Dejar
un futuro mejor a nuestros hijos. Que todos tengamos las
mismas oportunidades. Estas son las cosas básicas que los
ciudadanos reclamamos, como lo hacen las dos mujeres que nos
han hecho llegar sus cartas de desesperación y que hoy
publicamos en esta página. Se trata de cosas básicas que
suceden cuando la política funciona. Es entender la política
como los cimientos de una sociedad donde, si los políticos
se ocupan de la base, los demás van a poder levantar el país
o la ciudad con la que sueñan. Lamentablemente, parte de
nuestros políticos no parecen entender estas realidades
básicas. Bien al contrario, se toman medidas que generan
nuevos problemas y ninguna solución. Pero que además
profundizan en la sensación de que la política puede
discutir apasionadamente y encontrar argumentos para
defender cualquier bandera, pero no puede resolver los
problemas más inmediatos.
Revelarse contra esta realidad es remarcar que hay otras
formas de hacer política que comienzan por las necesidades
de la gente y requiere de un cambio de actitud. Pensar que
la política debe solucionar problemas concretos no significa
el fin de la épica. Todo lo contrario, es la base para
construir una épica distinta, que sirva a personas de carne
y hueso. Una épica que ojalá comience a construir en Ceuta
el vencedor de la elecciones de mañana domingo.
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