Atrás quedarán hoy las visitas a
las barriadas, los contactos con los ciudadanos, las
pancartas, los carteles, los programas electores y todos los
elementos utilizados en la campaña. Los políticos apurarán
la jornada antes de que se eche el telón, luego se recluirán
en sus cuarteles para poner a punto todo el dispositivo
necesario para la jornada del domingo, día en la que nada ni
nadie puede fallar.
La campaña electoral para las municipales y autonómicas en
Ceuta llega a su fin. Atrás han quedado quince días
intensos, en los que los candidatos y sus acompañantes en la
listas han puesto lo mejor de sí para tratar de convencer al
votante, explicando verbalmente y por escrito todas sus
propuestas.
La de este año ha sido una campaña marcada por la
austeridad, algo que era obligado a tenor de como estaba y
está el patio. Los partidos sabían muy bien que, aún
teniendo, no podían trasladar al ciudadano una imagen que no
estuviese acorde a la realidad que vivimos, dejando a un
lado el merchandising de otras ocasiones y limitándose a
llevar como equipo de campaña lo básico, esto es, el
programa y el sobre con la papeleta de su candidatura. En
esta ocasión no se han regalado gorras, camisetas ni tan
siquiera un kilo de azúcar, que para algunas familias habría
estado hasta bien, ya que programas con patatas cuesta
trabajo digerirlo.
Ello ha provocado que los políticos se hayan tenido que
romper la cabeza para idear fórmulas con las que atraer al
ciudadano, en una etapa en el que el divorcio ha sido la
tónica dominante. Se han oído muchos discursos inusuales y
frases como “entiendo perfectamente la queja de ciudadano,
si es que lleva razón en sus reivindicaciones”,
convirtiendo, dependiendo de los colores de la camiseta, lo
que es un reproche en una protesta, una protesta en queja y
una queja en una sugerencia, que, “como no podría ser de
otra manera, tendré muy en cuenta cuando si llego al
Gobierno, gracias”. La campaña electoral ha terminado y lo
único a decir es que esto ha sido todo amigo.
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