Yo también soy de los que piensan que la justicia no pasa
por sus mejores momentos, así se recoge en las encuestas
publicadas. Expresiones como: “La justicia española está
hecha para robagallinas”, alimenta esta opinión, aunque éste
tenga más razón que un santo, es verdad, al pan… pan y al
vino… vino.
Pero ¿por qué nos pasa esto? Todo hace pensar que el
legislador -volvemos a los políticos- está cómodo. Faltaría
dotar a los jueces de más leyes e instrumentos que combatan
con eficacia temas como la corrupción, eso es un sueño que
tenemos los ciudadanos, es un lunar bastante negro en
nuestra democracia. Esa deriva tiene que ser corregida lo
antes posible y para ello tienen que darse dos elementos:
voluntad y regeneración democrática. Yo soy de los que
tienen la total confianza en que algún día llegarán quienes
no tengan mochilas, cuentas pendientes… y se pondrán manos a
la obra.
A esta justicia que nos ha tocado padecer, hay que darle un
buen retoque, de abajo arriba, de derecha a izquierda. No
podemos permitir sin inmutarnos que todo siga igual.
Comencemos pues por denunciar, no seamos cómplices. En
nuestro ordenamiento jurídico la Ley de Enjuiciamiento
Criminal en sus artículos del 259 al 262 así lo determina.
¡Estamos obligados a denunciar!
A propósito ¿tienen nuestros políticos conocimiento de la
existencia de estos artículos? Yo creo que no, resulta
evidente. Cuando se encuentran con una denuncia, el
denunciante pasa automáticamente a ser el enemigo número
uno, de ahí aquello de “conmigo o contra mí”.
Pues por ahí precisamente tendríamos que empezar a hacer
algo para librarnos de la sensación de que nuestro
ordenamiento jurídico no es justo; aunque tengamos que
seguir viendo sin llegar a entender, por qué hay jueces que
están apartados de su profesión, mientras muchos conocidos
delincuentes están en la calle beneficiándose de esa trama
legal, argucias y plazos que los lleva hasta la impunidad en
muchos casos.
Por otro lado, hasta que no se produzca ese deseado cambio
en nuestro ordenamiento jurídico, admito ser uno de esos que
observan con desigual gana y sin aceptar del todo esta
situación y es que, por ejemplo, no puedo comprender
sentencias que deslegitimen al denunciante ¿Qué pasa con el
delito?
Tampoco puedo entender la falta de interés de algunos
fiscales y jueces por llegar al fondo de los asuntos, cuando
deberían actuar de oficio en presuntos delitos como el
tráfico de influencias, la prevaricación, la malversación,
etcétera; si es que el olor a podredumbre se percibe a
kilómetros de distancia.
Aun así, llegará el día en que fiscales, jueces y políticos,
sin ataduras ideológicas, se pongan manos a la obra y
acabarán con esa manta negra llamada impunidad y nuestro
país parecerá otro.
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