Cuando queda solo una semana para
la celebración de las elecciones, la campaña electoral se
llena de consignas huecas y las falsas amabilidades de
costumbre, al rito tradicional de pasear plazas y mercados
con sonrisas postizas y besando a niños y ancianos. Pero lo
peor es que algunos se sienten obligados a acaparar la
atención todos los días sin comprender que quien más habla
más riesgo corre de proferir un desatino. Viven pendientes
de lo que decimos los medios, se inyectan titulares como
yonkis de un protagonismo mal entendido y sucumben a la
necesidad de encasillar. Solo hace falta un par de portadas
con Vivas como protagonista y pasamos a engordar la lista de
medios de comunicación vendidos al poder del Partido
Popular. Basta con un par de titulares del PSOE y nos
convertimos en el ‘socio cómplice’ de Carracao. La
publicación de una entrevista con Javier Varga, candidato de
Ciudadanos, es para algunos la prueba evidente de que este
periódico mueve los hilos del partido de Albert Rivera. Y es
que en Ceuta parece inconcebible que alguien no milite en
algo y, en consecuencia, no odie cuanto quede fuera del
territorio delimitado por ese algo. Reconocer un mérito al
adversario es impensable, como aceptar una crítica hacia
algo propio. Porque se trata exactamente de eso:
adversarios, bandos, sectas viscerales heredadas, asumidas
sin análisis. Toda discrepancia te sitúa directamente en el
bando enemigo. O estás conmigo, o contra mí. O eres de mi
gente -y mi gente es siempre la misma, como mi club de
fútbol- o eres cómplice de la etiqueta que yo te ponga. Y
cuanto digas queda automáticamente descalificado. Es de
locos, pero es lo que tenemos.
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