Desde que el 2 de mayo la ONG Médicos Sin Fronteras, junto a
la Estación de Ayuda a Migrantes en el Mar (MOAS), pusiera
en marcha por cuenta propia una operación de rescate y
salvamento en el Mediterráneo ha rescatado a 1.256 personas
y asistido en el salvamento a 101. Al barco MY Phoenix, con
una capacidad máxima para 400 personas, se ha sumado con el
fin de reforzar esta tarea el buque Bourbon Argos, con
capacidad para transportar a entre 300 y 350 personas
Con una Europa blindada por tierra, “la gente se está
tirando al mar porque no le están dejando otra salida”,
denuncia en una entrevista Carlos Ugarte, responsable de
Comunicaciones Externas de Médicos Sin Fronteras. Rechaza
con vehemencia la sustitución de la operación Mare Nostrum
por la Tritón de la Agencia Frontex, orientada
exclusivamente al control de fronteras.
P.-¿Qué objetivos persigue esta misión de búsqueda y
rescate?
R.- El primero, salvar vidas. Y, el segundo, llamar la
atención sobre un problema porque son las organizaciones de
la sociedad civil –en este caso la Estación de Ayuda a
Migrantes en el Mar (MOAS, por sus siglas en inglés) y
Médicos Sin Fronteras– las que están haciendo un trabajo que
le corresponde a Europa. Nos parece absolutamente
impresentable que no se haga nada por evitar esta situación.
P.-Una vez rescatados, ¿cuál será el futuro más inmediato
de estos inmigrantes?
R.- Nosotros les prestamos asistencia a bordo y, después,
los ponemos en manos de las autoridades italianas. Esta
misión no pretende hacer un seguimiento de la persona desde
que sale de la costa libia hasta después de que llega a
Europa. Nuestro objetivo es impedir que estas personas se
ahoguen en el mar y darles una primera asistencia. Después,
serán las autoridades del país donde desembarquen las que se
harán cargo de ellas en función de si son solicitantes de
asilo, refugiados, inmigrantes económicos… Eso no nos
corresponde. Nosotros no hacemos distingos con nadie.
P.-¿Qué factores están generando esta continua tragedia?
R.- Estimaciones de la última década apuntan a que en el
Mediterráneo se han podido ahogar más de 20.000 personas. Lo
que aquí ha levantado la alarma es que en un solo día
murieran 800. Se trató de la tragedia más grave ocurrida en
el Mediterráneo de la que se tiene constancia. Ello provocó
la reunión de urgencia de la Comisión Europea y todo un
revuelo mediático. Pero lo cierto es que ésta no es una
situación nueva, sino que se viene repitiendo porque la
Unión Europea se ha encargado de poner todo tipo de barreras
físicas para impedir el acceso a Europa por tierra: ha
levantado un muro en Bulgaria para no permitir la entrada en
territorio europeo a quienes huyen del conflicto sirio; ha
hecho otro tanto entre Grecia y Turquía con el mismo fin; en
Ceuta y Melilla hay vallas... Al final, todo ese flujo de
personas se ha redirigido hacia Libia por ser en estos
momentos un Estado fallido en el que campan a sus anchas
mafias de todo tipo, entre ellas, las que trafican con
personas. Han sido las políticas migratorias de la UE,
extremadamente restrictivas, las que, al no habilitar
canales de entrada legales y seguros, están provocando
hechos como, por ejemplo, que el año pasado la Marina
italiana rescatara a 69.000 refugiados sirios de morir
ahogados. Personas que a priori tenían derecho a entrar en
Europa, porque todos los países de la UE han suscrito
convenios en materia de protección a refugiados y
solicitantes de asilo que no se están aplicando. Si a
quienes huyen de situaciones de conflicto se les niega el
visado humanitario o no se les aplican políticas de
reasentamiento, y si a consecuencia de las barreras físicas
puestas en tierra rediriges los flujos migratorios hacia el
mar, estás contribuyendo a crear una crisis humanitaria.
También queremos denunciar eso. La gente se está tirando al
mar porque no le está quedando otro remedio.
P.-¿En qué estado se suelen encontrar cuando son
rescatados?
R.- Experimentan, por lo general, una brutal sensación de
desarraigo puesto que han tenido que abandonar su país y lo
que había sido su vida hasta ese momento; y de desamparo
absoluto, porque además de tener que huir únicamente con lo
puesto, han tenido que sufrir el calvario de los traficantes
de personas, que recurren a métodos crueles como la
violación de mujeres, extorsión, palizas, malos tratos… para
sacarles hasta el último dólar. Y después, se deben montar
en un pesquero de 30 metros en el que igual viajan hasta mil
personas. ¡Imagínate el terror que un padre o una madre debe
sentir por su propia vida y por la de su hijo al cual se lo
está llevando de un país en guerra! ¡No es algo voluntario!
El panorama es desolador.
|