Lo difícil no es solo empezar
algo, sino mantenerlo. La constancia es una de las claves
del éxito. Y en este contexto el profesor Abdeslám Butayeb,
director del Festival Internacional de Cine y Memoria Común,
puede darse por satisfecho de la senda iniciada hace ya
cuatro años. Esta Cuarta sesión ha sido un notable éxito,
tanto en la calidad de las veinte películas presentadas como
en la puesta en escena, a la que no ha sido ajeno un
generoso apoyo financiero de entidades oficiales como
MarchicaMed, Royal Air Maroc, Credit Agricole o Attijariwafa
bank, entre otras.
Bajo el título África-Mediterráneo. Memoria de Horizontes
compartidos, Nador, una de las ciudades fundadas por España
en el Rif y hoy en un acelerado proceso de crecimiento,
vivió entre el 4 y 9 de mayo un espectáculo cultural de
primera línea, siendo acompañadas las proyecciones de
interesantes mesas redondas: desde la lección tunecina de la
revolución de los jazmines, a la deuda colonial en África o
la seguridad democrática en África y el Mediterráneo,
cerrando ayer sábado los debates una intervención sobre
Cine, Valores y Sociedad a cargo de los profesores Talha
Jibril y Mohamed Tozy, sociólogo éste último de reconocido
prestigio en Marruecos.
Como señalaba estos días la antropóloga mexicana Sandra
Rojo, una de los miembros del jurado, la mejora de la
logística e infraestructura junto a la experiencia
acumulada, son “tres de los factores que han repercutido
directamente en la calidad del festival”.
Entre los filmes presentados hay varios de temática
histórica. Si en el ámbito marroquí uno de los más jaleados
ha sido Identidad de un Frente, de Mohamed Bouhruti,
interesante film que aborda el nacimiento y evolución del
Frente Polisario y en el que uno de los entrevistados, el
periodista español Chema Gil, no duda en tratar de
terroristas (él sabrá por qué) a los polisarios, el corto
que fue largamente aplaudido con una sala que trasudaba
emoción y que por primera y única vez estaba llena hasta la
bandera fue, sin duda alguna, Rif 1959. Romper el silencio,
del joven cineasta de Alhucemas Tarik El Idrissi, película
en la que por vez primera y esto es un hito histórico (un
resumen de la misma fue proyectada hace meses en Tánger) se
aborda abiertamente la rebelión del Rif de 1958-1959,
brutalmente reprimida a sangre y fuego, napalm en mano, por
las fascistoides milicias del partido del Istiqlal y los
soldados de las Fuerzas Armadas Reales (FAR), dirigidas
desde su cuartel general en Tetuán por el príncipe Mulay
Hassan el futuro sátrapa Hassan II, eficazmente apoyado
sobre el terreno por un coronel Ufkir que contó con el
auxilio, incidamos en ello, de efectivos militares
franceses. El resultado entre la castigada población rifeña:
una secuela de varios miles de muertos cuya cifra última aun
se discute. Torturas y sevicias estuvieron a la orden del
día como atestiguan los entrevistados: desde el robo
sistemático “de todo” (ganado, comida, enseres…) a la
descarnada violación no solo de hijas y esposas, sino
incluso de centenares de niños menores de edad. No solo
lloraban los viejos rifeños del filme, en la sala y en medio
de un espeso silencio se oía de vez en cuando algún gemido
de contenida emoción seguido de, tensos los rostros, de
calurosos y largos aplausos. Si bien queda mucho camino por
recorrer, no es menos cierto que el talante reformista y
abierto del nuevo Marruecos de Mohamed VI está facilitando
la reconciliación con un duro y truculento pasado, cuyas
heridas aun supuran.
Otros filmes que abordaron la reciente historia fueron Ellos
no sabían lo que era la guerra (sobre la trágica
descolonización de Argel), de Julliand Jean Paul; Laurant
Gbagbo: ¿déspota o anticolonialista?, de Saïd Mbombo Penda;
Bamako año 0, que aborda la reciente guerra de Mali, de
Julien Florentino y Stanislas Toure, o un sorpresivo La
promesa de Franco, de Marc Weymuller. El doble drama de
Melilla, fuera y dentro de la ciudad, es abordado en The
land between por David Fedel.
El Festival empezó el lunes 4 al atardecer, en presencia de
las autoridades locales con una glamurosa sesión de luz,
sonido y color amenizada por el sabor de danzas típicas
africanas, clausurándose ayer por la noche con la entrega de
premios (a estas horas y mientras les escribo estas líneas
aun no se sabe, obviamente, el título de la película
ganadora) y la actuación del cantante Idir.
El sol ya aprieta. Y desde la agradable piscina del flamante
hotel Mercure, con las calmas aguas de la Marchica lamiendo
el paseo marítimo, la cegadora luminosidad de Nador, esa
bella y clarísima luz que hiere los ojos y la calima del
fondo difuminan, en lontananza, la agreste costa que se
intuye hacia la turística Saidía y la desembocadura del
Muluya, camino de la fronteriza Argelia.
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