El presidente Vivas no dejó claro
ayer si está dispuesto a debatir ante los medios con sus
rivales en las urnas , y se limitó a decir que “todos
quieren debatir conmigo pero ninguno entre ellos, por lo que
deberían elegir a alguien que los represente a todos”. En
este sentido la legislación guarda silencio y el debate
electoral no es un formato asentado en la cultura política
española, por lo que los duelos entre candidatos quedan
supeditados a la voluntad de debatir que tengan los
diferentes cabezas de lista y a los acuerdos a los que
lleguen sus equipos de campaña.
Con la ley en la mano, nadie puede obligar a los candidatos
a enfrentarse delante de las cámaras. El catedrático de la
Universidad de Granada Victoriano Ramírez reprueba esta
circunstancia. “Por supuesto que debería regularse. El libre
albedrío conduce a injusticias. Los partidos más pequeños,
que no suelen tener mucho poder económico ni político, son
víctimas habituales de esa falta de legislación”, afirma.
Alfredo Arceo, profesor de la Complutense experto en temas
de comunicación electoral, refuerza con más argumentos la
necesidad de legislar. Asegura que “no podemos estar al
capricho de los intereses de los partidos, porque
normalmente estos cara a cara interesan más al candidato
peor situado en las encuestas. Sería muy importante que la
legislación los tuviese en cuenta”, alega.
Pero, ¿influyen las campañas y debates electorales en los
votantes? Ésta ha sido y sigue siendo una de las cuestiones
clave que ocupa tanto la investigación académica en
comunicación política como la práctica del marketing
electoral. Pues desde que en 1952 se iniciara el marketing
electoral, se ha recurrido y se sigue recurriendo a las
técnicas de la publicidad comercial para la obtención de
votos, ya que se entiende que “los candidatos se venden
igual que los detergentes”.
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