Cuando vi la foto que este periódico publicó en las páginas
10-11 el día 30, jueves, del pasado mes de abril, con motivo
del programa ‘Hoy por Hoy’, que la Cadena Ser realizó en las
instalaciones del Polifuncional Mustafa Mizzian del Príncipe
Alfonso, me acordé inmediatamente de lo escrito por el poeta
portugués Fernando Pessoa: “No vemos lo que miramos, vemos
lo que sentimos”. En efecto, lo que sentí se impuso a lo que
vi en la citada foto. Y, además, la lectura del texto me
reafirmó en lo que sentía. Sin más demora, en la foto
aparecen cuatro personas sentadas a una larga mesa en cuyo
frontal se puede leer en grandes caracteres “Cadena SER”, y
a espaldas de los cuatro personajes hay un gran panel con
muchos logotipos más pequeños de la SER. De izquierda
derecha, según mira el lector, aparece el controvertido
Laarbi Maateis, personaje inquietante donde los haya, en
cuyo haber hay que anotar hechos y declaraciones, sin lugar
a dudas, muy polémicos. En realidad, no sé qué pintaba el
tal Maateis en el acto en el que la joven ceutí Fátima iba a
hacer unas declaraciones sobre su marcha a Siria en busca de
su marido. Bien sabido es que Maateis es presidente de la
UCIDCE, Unión de Comunidades Islámicas de Ceuta, y,
asimismo, conspicuo representante de la corriente rigorista
Tabligh en nuestra ciudad. En segundo lugar, al lado de
Maateis, aparece la conductora, desde Ceuta, del programa
‘Hoy por Hoy’. A continuación, la joven Fátima, de 23 años,
la protagonista del acto, con la barbilla apoyada en su mano
izquierda y el codo de ese lado, a su vez, apoyado en la
mesa, y más a la derecha aparece su madre, con los brazos
cruzados, muy seria, y con cara de circunstancias. Madre e
hija están completamente veladas, tan solo muestran el óvalo
de la cara y las manos. Es más, el velo les tapa toda la
frente, se detiene en el límite de las cejas. Ni el mínimo
cabello asoma por debajo del velo. A este respecto, recuerdo
que el polémico Maateis dijo en su día que “el pelo de las
mujeres es una zona íntima”. Ello me hace presumir que madre
e hija han caído en las redes de la corriente rigorista
Tabligh. Pero aún hay más, en el cuerpo de la noticia se
puede leer que la joven Fátima, de 23 años, lleva casada 8
años, es decir, que se casó a la temprana edad de 15 años. Y
tiene un hijo de menos de tres años.
Pessoa lleva razón, yo no veía lo que estaba mirando, la
citada foto, veía lo que sentía al mirarla. En verdad sentía
rabia. Sentía que la religión, en este caso, la corriente
rigorista Tabligh, había jugado con los instintos más
primarios de la joven Fátima. Ahí se la podía ver velada de
pies a cabeza. Sentía que esta joven había sido burlada y
manipulada en aras de unas ideas religiosas, sentía que
había sido víctima del rigorismo religioso islámico. ¿Cómo
es posible que Fátima se haya casado a los 15 años? ¿Cómo es
posible que sus padres hayan consentido en tal matrimonio a
esa tierna edad? ¿Ninguna ley civil ha podido evitar tal
matrimonio? Si a esa edad Fátima debería haber estado
estudiando y formándose en un instituto de nuestra ciudad y
no con esas ideas rigoristas islámicas metidas en el
cerebro. Lo cierto es que padres y madres son modelos,
deberían serlo, y, en este caso, ella, la madre, ha sido su
modelo, pero por lo que se puede colegir por la vestimenta
de la madre de la joven Fátima, también ella ha sido
contaminada por esas ideas rigoristas del Tabligh. Ella ha
sido su espejo, en ella se ha mirado. Tal vez ahora se pueda
entender la presencia del hierático y pétreo Maateis en el
acto. Pocas dudas hay a la vista de que las dos, madre e
hija, pertenecen a su rebaño, a la corriente rigorista
Tabligh.
Jóvenes manipulados, como Fátima, en este caso, por ideas
religiosas rigoristas no sólo constituyen una rémora, y, no
pocas veces, un peligro, para las sociedades en las que
viven, sino que los alejan del contacto del resto de los
jóvenes que no han sido contaminados ni han caído en las
redes de ideas religiosas excluyentes. De ahí a la
radicalización y al yihadismo tan solo hay un paso, como se
ha visto. Las corrientes salafistas suelen beber en el
Tabligh y en el wahabismo saudí. No hay dudas de que la
observancia de una religión hasta esos extremos conduce, sin
demora, a la pérdida del contacto con la realidad y a ver
fantasmas en donde no los hay. Vaya usted a hablarles de
pensamiento ilustrado y de libertades personales para elegir
esto o lo de más allá a los que han caído en las redes de
los rigorismos religiosos. Están recluidos en una cárcel
religiosa en donde la idea de libertad es tal quimera que ni
siquiera se la plantean. La palabra libertad no existe en su
vocabulario. Es un anatema. Para pedir libertad hay que
desear ser libre. Primero sé libre, después pide libertad,
decía también Pessoa. Quienes están prisioneros de esas
ideas religiosas rigoristas, como parece ser el caso de
Fátima, el deseo de ser libre es una ilusión, no existe en
su vocabulario la palabra libertad. Es, a todas luces, una
servidumbre voluntaria. ¿Voluntaria? A este respecto, los
fanatismos que más debemos temer son aquellos que pueden
confundirse con la tolerancia, decía, finalmente, el
inefable Fernando Pessoa. ¿El futuro de Ceuta, deberíamos
interrogarnos, descansa en Fátima y en jóvenes como ella?
(PD/ Recuerde: faltan 16 semanas para celebrar el 6º
Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el
21 de agosto de 2015)
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