Para un observador atento, las XIII Jornadas de Geopolítica
y Geoestrategia celebradas la semana pasada han puesto de
relieve la clamorosa ausencia del colectivo musulmán ceutí,
salvo honrosas excepciones, entre los asistentes a las
citadas Jornadas. Resulta difícil encajar y, sobre todo,
explicar que al 40% de los ciudadanos ceutíes de confesión
islámica no le haya interesado que en esas Jornadas se haya
tratado el fenómeno del yihad desde el punto de vista
terrorista. Los representantes políticos y religiosos del
colectivo han brillado por su ausencia. Naturalmente que
este hecho tiene sus lecturas. Por supuesto que al colectivo
musulmán sí le interesa el fenómeno yihadista terrorista,
negarlo sería de necios, pero ese palo no quiere aguantar
esa vela. Normalmente, los musulmanes van de víctimas por la
vida y sus carencias se las endilgan a los demás, a los no
musulmanes. Les resulta difícil asumir la cuota de
culpabilidad que les debe corresponder, como a los demás, en
lo que sucede a lo ancho y a lo largo de este mundo. Tal vez
los hayamos acostumbrados a regalarles el oído y a salir en
su defensa cada vez que uno de ellos comete un acto
terrorista, y, sin embargo, apenas los escuchamos
manifestarse con claridad meridiana, rechazando y
condenando, alto y claro, esos actos bárbaros cometidos por
un musulmán contra cualquier persona, sea de la religión que
sea. Pareciera que el yihadismo terrorista no fuera con
ellos, pero es todo lo contrario. A ellos les salpica más de
cerca que a los no musulmanes, pues el yihadismo terrorista
bebe en el Islam, se trata de una visión literal, radical y
criminal de la religión islámica. Tal vez no quieran darse
por aludidos. Resulta proverbial la carencia de espíritu
crítico en los colectivos musulmanes. Lo cierto es que la
religión, cualquiera de ellas, juega con los instintos más
primarios de las personas. De ahí la vulnerabilidad de los
fieles.
Los musulmanes viven en una burbuja endogámica y han
interiorizado que su religión es una “religión de paz”. No
hay religión de paz. Todas ellas son excluyentes puesto que
se arrogan el prurito de ser la verdadera y, obviamente, las
demás son falsas. En sus comienzos todas ellas se han
propagado mediante la violencia, y el Islam no iba a ser
menos que las demás. Tan sólo hay que revisar su historia.
En una mano la espada y en la otra el corán. Pero les
resulta duro oírlo, y, por eso, han puesto en circulación lo
de “la religión de paz”. Lo cierto es que explicar y/o
comprender el fenómeno del terrorismo yihadista sin que el
Islam se vea salpicado es tan difícil, por no decir
imposible, como hacer una tortilla sin romper los huevos.
Respecto de las Jornadas en sí, me han llamado poderosamente
la atención las declaraciones del catedrático de psicología
Humberto Trujillo y, sobre todo, su deseo de no aparecer en
imágenes en los periódicos. Trujillo destacó que la mayoría
de las veces se ha incidido en el aspecto sociopolítico del
fenómeno yihadista, sin embargo, no se ha entrado en
detalles de los mecanismos que median en el comportamiento
humano, en el campo psicológico. Asimismo, Humberto Trujillo
manifestó que “Apaciguar el alarmismo en el fondo nos
convierte en más vulnerables. No nos hace conscientes del
problema, que se diluye en el colectivo social.” A este
respecto, agregó “Existen focos radicales (con aplicación de
la sharia) que anidan en puntos como el Poniente de Almería,
Barcelona (y pueblos de alrededor), Tarragona, La Manga del
Mar Menor o Lavapiés. Hay que acotar el problema, no
ignorarlo, no somos niños y no vale meter la cabeza bajo el
ala como el avestruz”. Una vez más se constata la dificultad
que tienen los musulmanes para vivir y adaptarse a
sociedades no islámicas. Su tendencia al gueto, al
aislamiento, y su rechazo a todo lo que huela a modernidad
son proverbiales. Suelen percibir su identidad étnica y/o
religiosa en detrimento de la identidad nacional que puedan
gozar en los países europeos. La pertenencia a una identidad
nacional es el fundamento de la comunidad y crea la
solidaridad, por el contrario, el deseo de identidad étnica
y religiosa sólo conduce al gueto y al rechazo de quienes
pertenecen a una identidad nacional.
Nada más cierto que lo manifestado por Humberto Trujillo.
Los políticos sienten pudor de hablar abiertamente sobre el
terrorismo yihadista, pues consideran que el colectivo
musulmán podría sentirse concernido. En esto sucede como
hace años sucedió con la inmigración, quien se atrevía a
ello era estigmatizado sin piedad. No queda más opción que
hablar sin tapujos del terrorismo yihadista si queremos
encontrar una solución. Es más, los musulmanes que viven en
las sociedades de los diferentes países europeos deben ser
los primeros en ponerse manos a la obra y coger el rábano
por las hojas para condenar de una manera rotunda el
terrorismo yihadista. El silencio les hace cómplices.
Respecto de Ceuta, la irrupción de corrientes rigoristas “ha
fracturado, primero, a la comunidad musulmana y a
continuación la ha radicalizado”, en palabras del sociólogo
Carlos Rontomé. Todo ello la hace más vulnerable a cantos de
sirena identitarios, victimistas y de adoctrinamiento. Todo
ello la empuja a la radicalización, como se ha visto en los
diferentes casos de ceutíes que han emprendido el camino de
Siria e Irak. A este respecto, ir desafiando, como decía
Quevedo, por la senda errada es más de necios que de sabios.
(PD/ Recuerde: faltan 17 semanas para celebrar el 6º
Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el
21 de agosto de 2015)
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