Y, a veces, condenatorios, antes
de haberse juzgado. Es lo malo de esta sociedad, en la que,
a las primeras de cambio, sobre un hecho, aparentemente, sin
importancia, se extiende un reguero de pólvora que puede
dejar marcada a una persona, para siempre.
Me ha sorprendido gratamente la carta que, en nuestra
edición de ayer, se publicaba, tras haber sido enviada por
unas madres del Colegio San Agustín.
Es una carta sensata, llena de razón y sabiendo el terreno
tan comprometido que están pisando los docentes, en una
clase, especialmente cuando a esa clase van niños pequeños.
Y la sensatez de esta carta se manifiesta, especialmente, en
una frase que para mí es concluyente:”Tenemos claro que los
hogares y la escuela han de ir de la mano, en la complicada
tarea de educar y formar. No lo olvidemos”.
Afortunadamente, hay madres que siguen siendo madres, que
conocen los problemas de los niños y que han entendido que
“la labor del docente, en ningún momento, debe suplantar a
los padres, sino, en muchas ocasiones, suplirlos, pero sólo
hasta ahí”.
Hace varias semanas, cuando apareció en los medios de
comunicación y, muy especialmente, en las redes sociales que
van más a su aire, ese “pretendido” problema de una
profesora, con un niño, sentí una profunda indignación, por
el trato que se estaba dando a algo que si, en vez de darse
en el colegio, se hubiera dado en la casa de los abuelos,
nadie hubiera prestado la menor atención, posiblemente, ni
los mismos padres.
Ahora, pasados unos días, son unas madres las que,
rechazando cualquier tipo de violencia, quieren dejarse oír,
por las dimensiones que ha ido adquiriendo un hecho normal
que queda muy lejos de haber entrado en ningún tipo de
violencia o de maltrato.
Es lo malo de tanto “opinador” que hay suelto, en todos los
terrenos, sin haber entrado jamás en los aspectos de aquello
que están comentando. Con todo, el mal ya ha quedado ahí, la
señorita, en cuestión, posiblemente por haber tratado de
cumplir al máximo con su responsabilidad, se ha visto dentro
de un torbellino que ella no provocó y no quería provocar.
En definitiva, la han metido, en una época “en la que las
lapidaciones o la caza de brujas debieran haber estado muy
alejadas” y mucho más de la labor de cualquier docente,
profesión digna, que llevo ejerciendo 46 años
ininterrumpidamente y que en contadas ocasiones, se valora
como se merece.
El Colegio San Agustín, que podrá tener defectos, como
defectos hay en todos los centros, siempre se distinguió por
una seriedad y una responsabilidad total. He conocido a
muchos docentes de ese colegio y jamás hubo alguno que se
mostrara fuera de la ley, en el trato con sus “niños”, en
las aulas o en el patio.
A esta señorita, a la que han atacado frontalmente, no la
conozco personalmente, pero me supongo que en el estrato que
impartía clases, en infantiles, lo que habrá repartido habrá
sido mucho cariño con todos y cada uno de esos niños, con
los que habrá jugado, habrá cantado, no sé si habrá rezado,
porque eso ahora parece que no se estila mucho o no es muy
tenido en cuenta por las progresías baratas que nos rodean,
pero de lo que más seguro estoy es de que nada de lo que
haya hecho, en una clase, podrá ser “evaluado” a través de
incontroladas redes sociales, como acto constitutivo de “mal
trato”.
La medida cautelar que se ha tomado está recurrida y no
creemos que pase de ahí. Felicidades a las madres de ese
escrito:”No al maltrato infantil, sí a un juicio justo”.
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