Las XIII Jornadas de Geopolítica y Geoestrategia ‘Yihad en
el siglo XXI: ¿Revolución o Guerra?’ que se han venido
desarrollando desde el pasado lunes día 20, fueron
clausuradas ayer tras las dos últimas ponencias celebradas y
una mesa de debate bajo el título ‘Libertad vs Seguridad.
Las sociedades posindustriales ante el dilema’.
La jornada daba comiezo por la mañana con una exhibición de
tácticas militares y continuó por la tarde con una ponencia
ofrecida por el general de brigada y mando del Conjunto de
Operaciones Especiales, Jaime Íñiguez Andrade, quien ofreció
una ponencia bajo el título ‘Las respuestas y sus
limitaciones: El empleo de las FAS en la lucha contra el
terrorismo”.
Durante su intervención, Íñiguez afirmó que las operaciones
especiales, por su “dureza, decisión, valor, flexibilidad y
capacidad de adaptación”, son “la herramienta adecuada” para
actuar en este tipo de ambientes.
Para cerrar el programa de ponencias se contó con el
profesor del Instituto de Ciencias Forenses y de la
Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid, Luis de la
Corte Ibáñez, quien disertó sobre ‘Hacia dónde evoluciona el
yihadismo global’.
De la Corte desarrolló ampliamente el fenómeno yihadista
desde los orígenes del concepto yihad y de sus acepciones
yihad menor y yihad mayor. También su evolución,
esencialmente circunscrita a ámbitos locales hasta la guerra
afgano soviética, conflicto que convirtió Afganistán en un
polo de atracción de yihadistas de todo el mundo, en el que
se produjo además la aparición de Al Qaeda, “la base” en
árabe, que pronto se convirtió en un movimiento
“internacional en cuanto a su militancia e implantación, y
global en cuanto a sus ambiciones”.
Este propósito globalizador, tal y como así lo resaltaba el
ponente, se concreta doctrinalmente en el intento de
implantar la recreación de un nuevo califato universal
apoyado en el ideario salafista; el instrumento para
conseguirlo no es otro que el combate sin cuartel contra el
enemigo exterior al islam y contra los gobernantes
musulmanes, a los que calificó de apóstatas. Sus armas,
además del desprecio a la vida de sus militantes más
radicales, dotados de armamento y explosivos adquiridos de
fuentes diversas, son la televisión y el empleo sistemático
de internet para, entre otros propósitos, difundir su
ideario y captar militantes y simpatizantes para su causa.
Igualmente, manifestaba que la ideología del yihadismo
global comprende tres elementos esenciales: relato,
diagnóstico y proyecto. En este sentido destacaba que la
idea del mundo que inspira a los yihadistas contemporáneos
no es esencialmente nueva, salvo por su óptica
posnacionalista. Los ideólogos y propagandistas de estos
grupos terroristas insisten en trascender las identidades
musulmanas nacionales, que ven como una argucia inventada
por las potencias occidentales para dividir y debilitar al
mundo islámico, y se esfuerzan en propagar un sentido de
pertenencia a una comunidad panislámica: la umma. El relato
histórico que inspira al yihadismo global tiene como
protagonista a dicha comunidad, a la que ensalza mediante
referencias a la primera etapa de esplendor y dominio del
islam y se compadece también mediante alusión a las
agresiones y humillaciones, reales exageradas e inventadas,
infligidas por poderosos y perversos enemigos externos (los
infieles) e internos (los gobernantes apóstatas aliados con
infieles).
Para el ponente, el proyecto yihadista global está inspirado
por el deseo de conducir al mundo musulmán hacia una nueva
era de progreso y expansión en todos los niveles (político,
económico, cultural, religioso, etc.). Tales aspiraciones,
según el ponente, conducen a un propósito doble y esencial:
unificar toda la comunidad islámica y sus territorios bajo
una misma bandera e instaurar un nuevo califato sostenido
sobre los principios rigoristas del ideario salafista. A su
vez, la realización de estos objetivos finales requeriría la
satisfacción previa de tres objetivos de amplio alcance:
Reducir o eliminar las influencias de gobiernos infieles
sobre el mundo musulmán (sobre todo las ejercidas por
naciones occidentales, aunque no solo por ellas); Derrocar a
los actuales gobiernos apóstatas establecidos en países
musulmanes y sustituir sus actuales instituciones políticas
de inspiración occidental por regímenes teocráticos
ordenados conforme a la interpretación que el salafismo
yihadista concede a la ley islámica (sharía); y finalmente,
reconquistar los territorios que alguna vez formaron parte
del mundo islámico. Ellos incluirían, por supuesto,
Palestina e Israel, tanto como las amplísimas regiones de
España y Portugal que formaron parte de Al Ándalus, además
de los Balcanes, las islas mediterráneas, Grecia y el sur de
Italia.
Para avanzar en el cumplimiento de los anteriores propósitos
los ideólogos del yihadismo global han propugnado una
variedad de estrategias que realmente se han visto
reflejadas en la actividad y movimientos desplegados desde
la constitución de Al Qaeda en adelante.
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