Es bueno alentar la innovación y
la creatividad. Todo se aprende. El que no sueña, no vive.
El que no busca, no halla. El que no ama, tampoco puede
desprenderse de sí. Naturalmente, la creación intelectual es
la más misteriosa búsqueda que el ser humano puede cultivar
solitariamente. En efecto, cada individuo está hecho para
explorar y reencontrarse, para la escucha y la ayuda mutua,
para sorprender y dejarse entusiasmar. Hemos de reconocer,
pues, más allá de su día mundial (26 abril), el valor de esa
propiedad intelectual como algo más que una cuestión
monetaria, en la medida en que contribuye al florecimiento
de las artes y las ciencias. No podemos negar que la
invención de unos y de otros, su aplicación global, sin duda
ha modificado nuestra perspectiva del mundo. Tal es el poder
de esa invención, que hoy nos comunicamos inmediatamente,
tanto física como intelectualmente, social y culturalmente,
de manera que jamás podíamos imaginamos.
Es un hecho, por otra parte, que a veces, esta iniciativa
innovadora puede llegar a ser, en lugar de aliada,
adversaria del ser humano. De ahí la necesidad de no exaltar
a las máquinas, sino al creador de esa mecanización, para
que sirva de estimulo a las nuevas generaciones. Todo es
saludable, pero sin reducir al ciudadano a un mero objeto de
deseo, reduciéndolo en ocasiones a ser esclavo de su propios
artilugios. Por consiguiente, hemos de decir sí a la
creatividad, pero con responsabilidad. Estos frutos del
cerebro no pueden dominarnos a su antojo, hasta volvernos
dependientes de ellos totalmente. Una sociedad irresponsable
quizás no merezca cohabitar, pero es que un ciudadano
imprudente no debiera existir. En consecuencia, pienso, que
hemos de activar al verdadero indagador que todos llevamos
consigo. Al fin y al cabo, es lo que nos hace crecer como
personas, siendo los principales responsables de cuanto
acontece a nuestro alrededor.
Los nuevos tiempos han empezado desgraciadamente por avivar
el conflicto entre civilizaciones. Hemos de ser más
respetuosos. Sin duda, las personas creativas saben mirar
más allá de esta mundanidad que nos acorrala. Precisamente,
el respeto de la conciencia de cada individuo es la señal de
reconocimiento de la dignidad. Por desdicha, esta tendencia
de la sociedad actual a encerrarse en sí misma, a vivir
alocadamente, se debe contrarrestar con la disponibilidad de
las personas creativas, sobre todo a la hora de proyectar un
bienestar más íntegro y verdadero. El dinero por sí solo no
forja avance alguno; para generarlo, se requiere de vidas
que tengan la valentía de tomar la iniciativa. Tomar la
decisión significa, no sólo innovar, también es preciso
establecer relaciones entre los individuos, sumar fuerzas,
invertir en asistencias mediante una cultura del encuentro.
Por eso, hay que decir, ¡no a los enfrentamientos
culturales!. El discernimiento es creativo, no es ciego,
menos aún improvisado, y ha de realizarse sobre la base de
criterios éticos.
Ahora bien, la palabra creatividad no pertenece únicamente
al vocabulario de los insignes, es una voz fundamental del
espíritu humano. Sólo hay que cultivarlo. No tengamos miedo
a hacerlo. La sagacidad es lo único realmente valioso. Todo
lo descubrimos por la intuición. Penetrando la realidad
interpretamos tantos misterios escondidos como almas habitan
sobre la tierra. Eso sí, hace falta ponerse en situación,
tener ganas de hacerlo y, luego, poseer el ingenio
suficiente para no naufragar en la mezquindad.
Verdaderamente, resulta miserable observar la falta de ideas
o conceptos ante epidemias, como puede ser la lucha
antiterrorista, que podían preverse y solventarse, con
motivaciones armónicas de estricto respeto a los derechos
humanos.
También para redefinir el progreso necesitamos espíritu
creativos, puesto que no son solamente los líderes quienes
han de trazar las líneas, sino cada persona, cada ciudadano
a través de sus actos, aunque sea con una contribución
pequeña, ha de usar el sentido común para encauzar el
futuro. Puede que la recuperación de la economía global del
planeta continúe siendo lenta, pero lo importante no es el
ritmo, sino que lo sea fuerte, equilibrada y sustentable.
Estoy convencido, que esta naciente época, exige producir
una forma de pensar nueva, o lo que es lo mismo, de
desarrollar modernas ideas y conceptos, capaces de
apasionarnos reflexivamente y de unirnos como verdadera
familia.
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