No es el asunto que más me hubiera
agradado tratar hoy, ni nunca, pero la actualidad es la
actualidad y el acto tan tremendo, con muerte incluida,
perpetrado por un menor hacia su profesora, ni debe pasar
desapercibido por los que estamos, a diario, en las aulas,
ni tampoco por aquellos que están tan preocupados de los
menores a los que han dado una seguridad y una serie de
atribuciones que pueden llegar y están llegando a donde
nadie se había atrevido a pensar.
Y es que ya es lamentable que un chaval de trece años sea
capaz de poner en tensión a toda una clase, a todo un centro
y, si me apuran un poco, a toda la policía de una ciudad o
de una barriada.
A esto ha llegado el capricho y la mente calenturienta o la
vista miope de muchos legisladores.
No debemos extrañarnos de nada de lo que vaya ocurriendo,
por cuanto hay quienes están legislando, o eso parece, al
menos, para vivir fuera de una sociedad normalizada. Y que
nadie nos venga ahora con que es un único caso, porque eso
lo que puede ser es el anticipo de una nueva problemática
que va a correr como la pólvora, en cuanto dos “niñatos
desalmados” vean que hagan lo que hagan aquí no ocurre nada.
Y no voy a ser yo quien pida, en este caso,
responsabilidades al Gobierno actual, porque las
responsabilidades habrá que pedírselas a aquellos
legisladores que, para ser más progresistas que nadie,
parieron unas leyes en las que se dan unas atribuciones y un
tipo de personalidad a quienes, ni por edad, ni por
formación, están capacitados para comprender muchos de los
comportamientos que, en esas leyes, se defienden.
Lo hemos dicho, en esta misma columna, en múltiples
ocasiones, la formación del “vale todo” no puede llegar a
ninguna parte, como tampoco puede llegar a ninguna parte la
formación, en la intransigencia.
Por eso, este país va como va, porque aquí se legisla a
bandazos, aquí no hay términos medios y según viene el
viento, o según el talante, que no el talento, de los que
tienen unas mayorías, así las leyes se decantan y, por
consiguiente, las actuaciones son de un signo o del
tremendamente opuesto.
Hoy no puede ser un día normal para el mundo docente, hoy es
un día trágico para toda la enseñanza, estemos en el estrato
que estemos.
Y a partir de ahora habrá que ver hacia donde se decantan
las diversas posiciones y habrá que exigir, por fas o por
nefas, que esta situación de intranquilidad y de indefensión
se corrija rápidamente.
Uno puede ser todo lo tolerante que quiera, pero lo que no
puede ser es tan permisivo como para que cualquier “nene”
pueda poner en el máximo peligro a todo un centro docente,
tanto a profesores como a alumnos o al personal que está
trabajando allí honradamente.
Y lo malo, o lo peor de todo esto, es que los que van a
delinquir lo primero que se saben y muy bien es que las
leyes que pueden intervenir en su caso les están
protegiendo, por la derecha, por la izquierda y por
cualquier parte que se les vaya a tocar.
Estoy escribiendo nada más haberse conocido la noticia de
ese trágico suceso de Barcelona, no sé las repercusiones que
va a tener, en estos días, pero lo que está claro es que eso
ya ha creado tensión, inseguridad y, especialmente, mal
humor.
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