Y punto. Partiendo de un axioma
incontestable. Estamos en guerra porque nos han declarado la
guerra: la Guerra Santa. Un sector importante del Islam,
porque esa es otra. Musulmanes son todos. El creyente y
laborioso musulmán medio, paciente y pacífico, por lo demás
la primera y abundante víctima de sus fanáticos
correlegionarios; el islamista político, a veces moderado en
lo medios pero no en su fin último; y el yihaterrorista puro
y duro. Todos recitan la “shahada” o profesión de fe (“No
hay más Dios que Dios y Mohamed es el Profeta de Dios”); y
siguen, en lo posible, los Cinco Pilares del Islam, ergo
todos son musulmanes. El Islam está implosionando desde
dentro, en una virtual y cruel guerra civil a dos bandas: en
un frente, sunnismo contra shiismo; y en otro, el sunnismo
entre sí. Salvando las distancias, en un durísimo proceso
interreligioso similar, salvando las distancias, al que
devastó Europa en el siglo XVI de la E.C. con las Guerras de
Religión que enfrentaron a cristianos católicos contra
cristianos protestantes. Matanza de los hugonotes en Francia
incluida.
Y al final del camino ya se sabe: la sharía o ley islámica y
el califato: un territorio, una población y una
administración, o sea un estado. Un Estado Islámico. Con un
califa la frente. A la sombra del Corán. Sin duda hay otras
interpretaciones del presunto Libro Sagrado. Pero también
ésta. Desviada o nó, herética quizás. ¿O heréticos son los
otros?
En buena medida la lucha antiterrorista ha sido un fracaso y
generado, por lo demás, un profundo rencor. Entre 2 y 3
millones de víctimas civiles, “daños colaterales” ya saben,
en Afganistán, Irak... Y seleccionamos mal los objetivos,
como recuerda con sagacidad P. Cockburn en su último libro (ISIS.
El retorno de la yihad): tras el 11-S , “Los primeros
movimientos de Washington dejaron en claro que la guerra
antiterrorista se llevaría a cabo sin ninguna confrontación
con Arabia Saudí o Pakistán, dos aliados cercanos a los
Estados Unidos, a pesar de que sin la participación de estos
dos países hubiera sido poco probable que dichos ataques
ocurrieran”. Relean la cita, no tiene desperdicio.
¿No sabíamos lo que se nos venía encima...? En Bosnia y
Kosovo, durante la programada y alegal guerra que voló
Yugoslavia, ya le vimos las orejas al lobo.
¿Soluciones? Hay una como paradigma: la voluntad de vencer.
En la vanguardia, en focos armados y en la retaguardia, en
tierra europea donde se embosca la quinta columna. Y en
todos los frentes: policiaco, militar y sobre todo
ideológico. Porque no nos engañemos: el salafismo radical,
cuna del terrorismo y el mesianismo califal, ejercen una
poderosa atracción sobre la juventud musulmana occidental y,
atención, en el desnortado mundo converso. Todo engrasado
con petrodólares.
Y enhorabuena a la UNED y a la Comandancia General de Ceuta
por éstas XIII Jornadas de Geopolítica y Geoestrategia. Un
éxito. El coronel Enrique Fojón, impecable con un corpus
teórico y una metodología oportuna. Y el profesor Jesús
Echevarria, como siempre, brillante.
Haya salud. Visto.
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