Caronte, en la mitología griega, era el barquero feroz
encargado de llevar de un lado al otro del río Aqueronte a
los que habían muerto y podían pagarle un óbolo –razón por
la que los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la
lengua, que era el precio del pasaje– y los entregaba a
Mercurio, que los conducía a un terrible tribunal formado
por tres jueces, Minos, Eaco y Radamanto, que administraban
justicia en nombre de Plutón, el dios del infierno. Cuando
la sentencia se hacía pública, los buenos eran introducidos
en los Campos Elíseos y los malos eran precipitados en el
Tártaro. Aquellos que no disponían del óbolo para pagar a
Caronte tenían que vagar cien años por las riberas del
Aqueronte, transcurrido ese tiempo, el feroz Caronte accedía
llevarlos a la otra orilla sin cobrarles el óbolo
preceptivo. El tal Caronte era representado como un viejo
flaco y gruñón, de ropajes oscuros y con antifaz.
Curiosamente, es el primer personaje con nombre que Dante se
encuentra en el Infierno.
A este respecto, y precisamente con el nombre de “Operación
Caronte”, los Mossos detuvieron la semana pasada a once
personas que forman parte de la célula terrorista
“Fraternidad Islámica”, que es un grupo afín al llamado
Estado Islámico. Este grupo tenía como objetivos sinagogas,
atentados contra miembros de las Fuerzas y Cuerpos de la
Seguridad del Estado, el Parlament de Cataluña o raptar a
una directora de un banco para “financiar” sus fechorías. En
fin, nada nuevo que no sepamos ya sobre estos terroristas
yihadistas. Lo que sí llama la atención de esta “Fraternidad
Islámica” es que en ella había comprometido tres conversos
de nacionalidad española. El líder del grupo es un
peluquero, Antonio Sáez, que pasó a llamarse Alí. ¿Cómo es
posible que el ideario criminal del llamado Estado Islámico
pueda atraer, no ya a musulmanes, sino a conversos? Se
entiende que el musulmán de origen ha nacido y criado en una
fe que toma como guía el Corán y los hadices del profeta, y,
por consiguiente, su radicalización podría ser previsible.
Pero que tres individuos que han nacido en el seno de la
religión cristiana se conviertan al Islam y se radicalicen
en el seguimiento de la brutal doctrina islámica del Estado
Islámico no es de fácil entendimiento. No es fácil de
entender puesto que el caldo de cultivo de esa
radicalización hay que mamarlo desde el nacimiento, hay que
interiorizar desde la más tierna edad que las miserias que
afligen a los musulmanes, que no es el caso de los tres
conversos, no es culpa de ellos, es culpa de Occidente y de
los ‘cruzados’. Es la clásica postura victimista que se
transmite de generación a generación y va acumulando
resentimientos hasta que la radicalización los hace
desembocar en el yihadismo terrorista y criminal.
Cataluña ha estado jugando con fuego con la inmigración.
Así, la fundación Nous Catalans parece ser el nexo de unión
entre los independentistas y los inmigrantes islámicos, de
este modo CIU y sus adláteres se asegurarían votos en un
hipotético referéndum sobre la independencia de Cataluña. Lo
que no sospechan los independentistas catalanes es que están
haciéndoles el trabajo sucio, como tontos útiles, a los
islamistas. Pues los islamistas se están valiendo de ellos,
de los independentistas, para ampliar sus zonas de
influencia y tratar de islamizar cada vez más áreas de
Cataluña, ya que se está corriendo el riesgo de que los
radicales islamistas ocupen espacios en el ámbito municipal,
debido a la labor de captación de musulmanes que están
haciendo los partidos independentistas, pues en algunos
municipios la población musulmana alcanza ya el 20% del
total. A este respecto, según se lee en La Razón, el imán de
la mezquita de Lérida, Abdelwalhad Houizi, animaba a la
comunidad islámica residente en Cataluña a aprovecharse de
los independentistas, en términos como “… pues ellos se
apoyan en nosotros para conseguir votos, pero lo que ellos
no saben es que cuando nos dejen votar, todos votaremos a
los partidos islámicos, pues nosotros no pensamos en
izquierdas o en derechas. Esto nos hará ganar alcaldías.
Será el momento en que empezará a implantarse el Islam”.
Valiente ruindad y zafiedad la de este individuo. Quien no
quiera ver el peligro que España (y Europa) está corriendo
con la inmigración de esta naturaleza es que, o bien, está
comprometido con ella, o bien, es que no desea ver lo que se
cuece a su alrededor.
Europa se ha puesto de rodillas ante la inmigración masiva.
La inmigración masiva es el arma de destrucción masiva
diseñada para socavar las sociedades europeas y occidental.
Esta inmigración masiva tiene todas las trazas de ser una
conspiración de manual. Hace mucho tiempo que ha dejado de
ser una inmigración entendida como tal para convertirse en
una sustitución de la población autóctona por otras extrañas
al tejido social europeo. Se ha constatado fehacientemente,
respecto de la inmigración islámica, que se ha convertido en
una sociedad paralela, cada vez más radicalizada, de
carácter religioso, que va camino de “anteponer la ley
islámica al orden jurídico y constitucional vigente”.
Resulta sorprendente a estas alturas que los españoles no
estén concienciados del peligro que representa la
inmigración descontrolada, la inmigración masiva, pues de
ella se sirven los radicales para entronizar en nuestro país
a fieles del Estado Islámico o de al-Qaeda.
Y en estas estamos, con la amenaza terrorista-yihadista
sobre nuestras cabezas, cuando llega el obispo Zornoza y se
descuelga con unas manifestaciones en las que pide que se
respeten los derechos humanos de los asaltantes que se
encaramen a las vallas de Ceuta y/o Melilla y accedan
ilegalmente a territorio español. Para el obispo Zornoza,
como para tantos otros, respetar los derechos humanos es
transigir con que los africanos violen las fronteras de
España en Ceuta y Melilla y sean acogidos amorosamente y
llevados en butaca a los CETI, sin saber quiénes son, ni
cuál ha sido su vida antes de llegar a las vallas o si
pertenecen a alguna facción criminal yihadista. El tal
obispo Zornoza, defensor de los derechos de los asaltantes,
olvida que los españoles tenemos derecho a vivir en nuestro
país dentro de fronteras seguras. Asimismo, el obispo
Zornoza parece no comprender la clase de peligro que la
inmigración masiva ilegal representa para la sociedad
española (y europea). Parece que el obispo Zornoza, justo
sucesor de aquel obispo traidorzuelo Don Oppas, hace oídos
sordos a la inmigración islamista que se está asentando en
España, inmigración que viene con aviesas intenciones, como
se está viendo casi cada día con las detenciones de grupos
islamistas, que pretenden atentar contra la sociedad
española. Asimismo, el prelado Zornoza permanece ciego,
sordo y mudo ante las intenciones de los islamistas de
implantar, más pronto que tarde, como se ha visto en las
manifestaciones del imán de la mezquita de Lérida, el Islam
en España. Así, las declaraciones del obispo Zornoza cabría
incluirlas en el apartado de inconscientes, insensatas e
imprudentes, visto lo que se nos ha metido en España de la
mano de la inmigración, y son totalmente reprobables desde
el punto de vista de la seguridad de la sociedad española.
Este obispo es de los que olvidan el “principio de
precaución”, por el que basta una duda razonable –no ya una
evidencia incuestionable– sobre los riesgos de una invasión
como la que está teniendo lugar para que se eviten discursos
estultos sobre el riesgo cero de la inmigración masiva. Es
más, el obispo Zornoza opta por la “ética de los
sentimientos” en vez de por la “ética de la
responsabilidad”. Así, él actúa (rectamente) en términos
religiosos y deja el resultado en manos de Dios, pero obvia
las consecuencias previsibles (muy graves) de su deseo de
dejar entrar a todo aquel que llegue a las vallas, lo que no
se compadece en absoluto con la “ética de las
responsabilidad”. Entre los Carontes de turno y obispos de
esta guisa la seguridad de nuestra sociedad está más que
comprometida.
(PD/ Recuerde: faltan 19 semanas para celebrar el 6º
Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el
21 de agosto de 2015)
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