Vaya por delante que la política no es una actividad
“desinteresada”. La política persigue objetivos y por lo
tanto afecta a intereses, aunque lo lógico sería que la
política sirviese de instrumento para el “interés general”
de la sociedad, sin embargo, muchas veces, se hace en nombre
de intereses de unos pocos con los que se identifica y a los
que, casi siempre, cobija bajo el manto del beneficio
general.
No desvelaría ninguna incógnita si manifiesto que el
Gobierno Local no está cumpliendo con su función de servir a
Ceuta y a los ceutíes y tampoco, que su objetivo principal
para mantenerse en el poder es el lucro de los suyos.
En ciertas personas opera una aspiración oscilante de
someter y someterse a la voluntad de otros. Un
comportamiento enfermizo que no respeta status y que revela
un déficit de respeto a sí mismo y de autonomía.
El presidente de la Ciudad, Vivas, padece ambos patrones de
servilismo: por un lado, es un claro servidor de un sector
que lo beneficia en términos electorales y lo eterniza en el
poder, y, por otro, se beneficia y lucra de aquellos
serviles que tiene por debajo.
La soberbia, altivez y arrogancia del Gobierno de Vivas
deben su perpetuidad al servilismo, en cualquiera de los
sentidos: hacia arriba o hacia abajo; y el poder político
mismo, depende del servilismo para que, sean otros, los que
se manchen las manos.
Permítame lector que, en este punto, establezca una notable
diferencia entre servil y servidor público honesto. ¡Porque
los hay! Servidores públicos son aquellas personas que no se
doblegan a los intereses de un Gobierno sin escrúpulos.
Servidores que se niegan a comulgar con las chapuzas que les
ordenan, y por ello están siendo apartados de sus funciones,
arrinconados y alejados de cualquier información o documento
que pueda situar a la cúpula en una situación poco cómoda.
Personas que se rebelan y hacen lo imposible por rescatar su
conciencia, dignidad y razón. Eso sí, la honorabilidad,
decencia y profesionalidad, lejos de valorarse, en Ceuta
tiene un coste muy alto y puede derivar en despidos, purgas
y otras formas de fumigación por parte del poderoso para
proteger su cúspide.
Sin embargo, el servil es el vasallo que, a favor del poder
que lo custodia en su cargo, anula su dignidad y razón;
agacha la cabeza, calla y ejecuta; a pesar de extinguir esas
virtudes, son conscientes de su sumisión, porque tan pronto
una autoridad mayor que la que lo “somete” desplaza a ésta,
o cambian las jerarquías a través del teatro electoral, el
servil reconoce el error de su dueño, lo pregona, se
arrepiente y se arrastra cual lombriz tratando de buscar
mejor refugio en el nuevo esquema, olvidándose de su jefe
caído. Los serviles permanecerán al lado del jerarca
mientras éste aguante en el poder, tras su desplome no
dudarán en renegar de aquellos a quienes ayer les lamían las
botas, para desbandarse y buscar asilo en los nuevos
conquistadores. El servilismo es el triunfo de los
mediocres. No hay reconocimiento, identidad ni confianza;
únicamente negocio y oportunidades.
Si algo caracteriza a este Gobierno de Vivas es el
servilismo de un hervidero de larvas que sostienen la cúpula
como las columnas de una catedral. Sin su apoyo el soberano
se derrumba. ¡Pero eso nunca sucede! No importa lo podrido
que esté el Gobierno, el servil estará siempre allí para
consolidar y sustentar los pilares. Si algún estribo cede,
es reciclado inmediatamente porque afortunadamente para el
todopoderoso, existen muchos pilares ansiosos a ser
llamados. De ahí que el Gobierno se haya rodeado de palmeros
que, a cambio de prebendas, son incapaces de oponerse a lo
nocivo y perjudicial que hacen o les ordenan hacer.
Cierto es que, además de servilismo, en los pecados
políticos del Gobierno del Partido Popular, la mentira y el
lucro personal constituyen su raíz, su “padrenuestro”.
Ahora, tomando esos dos prototipos, que cada cual piense a
qué grupo pertenece: ¿Servidores o serviles? Y como dijo
aquel: Por sus hazañas, les reconocerán.
* Secretaria de Política Autonómica del PSOE de Ceuta
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