No ya mensajes, hay mensajeros/as, así como el amor es el
que ama”. [Julio Cortázar]
Leer y ver las noticias con un buen café. Una sensación
placentera si no fuera por la fugaz subjetividad con la que
algunos medios de comunicación inundan el panorama de la
información. Alguien podría decir que la neutralidad no
existe, que se podría aspirar a ella, que es difícil no
posicionarse e implicarse en las informaciones que se
transmiten, ya que desde el mismo momento que se decide qué
contar y cómo hacerlo, ya se está exponiendo a la
parcialidad. Pero yo creo que sí es alcanzable,
exclusivamente hay que transmitir una información que
refleje la realidad, los hechos, lo sucedido, o las notas de
prensa tal cual que otros y otras quieran trasladar. Y
hacerlo sin opiniones ni reflexiones personales. La
ciudadanía quiere sacar sus propias conclusiones de unas
noticias, no quiere ser manipulada por el poder o por quien
subvenciona en esos momentos el medio. Y es que, debajo de
esta extraña idea de objetividad, se pone de manifiesto
siempre una visión de la política como algo negativo,
destructivo, dañino y sesgado. Nunca entendí esa parte del
periodismo, esa que se cree con el lujo de influir y no
informar. Cuando subvencionan a un medio de comunicación lo
hacen con el dinero de todos y de todas, no con el dinero
del Gobierno. ¿Qué significa esto?, que estos medios tienen
que estar libres de ideologías, de prejuicios y, sobre todo,
de mentiras. Entrevistan que hacen para luego manipular o
parecer que, en vez de ser una persona entrevistada, estas
debatiendo con la oposición. Periódicos que guardan en
correos no deseados algunos comunicados. ¿Cómo se llama al
hecho de abrir un medio y no encontrarte con la nota de
prensa del PSOE, por ejemplo? ¿Cómo se llama abrir la
primera página del periódico y encontrarte a la editorial
obsesionada con, digamos un nombre, José Antonio Carracao?
Creo que a nadie le hace falta que, en esta nota de opinión,
exponga cuales son esos medios y en qué circunstancias se
han saltado el código deontológico. Creo que quien vive en
Ceuta es suficientemente inteligente como para no dejarse
manipular por quienes deciden recrearse, de una manera
mezquina, no solo contra partidos políticos, también contra
sus líderes. Ya lo decía el escritor y periodista Emmanuel
Lizcano “hay que desechar la hipócrita pretensión de
objetividad y la mentirosa división de los géneros en
informativos e interpretativos, asumiendo la ineludible, y
convincente, subjetividad de un lenguaje que debe tanto
informar, interpretar y comentar, como valorar, profundizar,
criticar y sugerir”.
Yo me niego. ¿Dónde está el límite? Juzguen ustedes y si
estáis conmigo, hagámoslo posible.
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