Parte de estos tres principios los
estamos detectando, en las últimas dos semanas, en la
población alemana, tras el accidente aéreo, en los Alpes
franceses, del avión que había partido de Barcelona.
El primero de los tres principios no parece que sea lo más
típico de los germanos y sin embargo en sus actuaciones, en
momentos claves, como este, sí que parece aflorar, unido a
un talante de no querer correr antes de saber andar y no
querer andar y menos correr si no es el momento y el lugar
apropiado para ello.
Y digo todo esto, especialmente, tras haber aparecido la
segunda caja negra del aparato, en la que se detecta, -dicen
los expertos-, que el copiloto, el ya famoso Andreas,
intencionadamente, estrelló el avión.
No quiero ni pensar, si este accidente hubiera sido en
España, con una compañía española y una tripulación de
nuestro país, en la que uno de los componentes, el copiloto
mismo, hubiera estado clínicamente en las condiciones que
estaba el alemán.
Digo que no quiero pensar qué es lo que habría sido en
España, donde “no hubieran tenido tierra por donde correr”
los miembros del Gobierno, las autoridades sanitarias, los
responsables de la aerolínea correspondiente y todo aquel
que tuviera que ver con la compañía aérea, especialmente si,
en esos momentos, gobernara el Partido Popular.
En Alemania, que para bien o para mal, marca la dirección
económica de la Europa en la que estamos, no ha habido una
voz más alta que la otra sobre la tragedia, en la prensa, en
la radio o en la TV, culpando a Merkel o a sus
colaboradores. No ha hablado más la oposición que el
Gobierno y no se ha quejado nadie más que los otros, porque
la desgracia ha sido, especialmente para la propia Alemania
y no van a ser ellos los que traten de desprestigiar a su
propio país.
Creo que en desgracias como ésta es en las que se tienen que
fijar, especialmente, grupos como PSOE e IU, cuando están en
la oposición, y no sé si otro tanto tendrá que hacer el PP
si sucede cuando ellos no gobiernan. Es una lección que se
deberá estudiar, desde hoy hasta siempre.
Pero con esto no estamos diciendo que Alemania sea la
perfección en todo y se ha visto que el país que “parecía”
que tenía todo “cuadriculado” y “milimetrado”, también,
tiene unas lagunas que posiblemente en España no tuvieran
cabida, o su cabida fuera mucho más estrecha.
A partir de aquí y siguiendo por las “rutas del cielo”, van
a tener que hilar muy fino en las legislaturas, no vaya a
ser que la seguridad que se tiene que poner, vaya a tener
una contra que la haga “ser peor el remedio que la
enfermedad”.
La pasión, pues, en los Alpes franceses, llegó un poco antes
que en el resto del mundo, por la insensatez de “¿un
enfermo?”, aceptémoslo así, pero también por no haber
controlado un poco mejor lo que es una enfermedad peligrosa,
para todos, porque todos los que viajaban sufrieron la
“negligencia” de esas consultas o de sus tratamientos.
Y ya que hemos citado el ya famoso y doloroso accidente,
justo es ratificar la efectividad, la preparación y el saber
estar de los franceses, en casos como ese. Una efectividad
más que notable de la que nadie ha podido, hasta ahora,
decir nada en contra. Y es que, Alemania por un lado o
Francia por otro, según en qué, nos han mostrado la cara de
la moneda en la que hablar y criticar no es lo positivo, con
lo que aquí debemos dejar, para otra ocasión, las palabras y
nos tendremos que centrar en los hechos, tal como han sido y
como se han tratado.
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