La movilización de combatientes a Siria e Irak con el fin de
integrarse en las filas del autoproclamado Estado Islámico (EI)
está cobrando proporciones hasta ahora desconocidas. Según
estimaciones del ICSR londinense, unos 20.000 individuos se
habrían desplazado a esta zona de conflicto para, en su
mayoría, incorporarse a la organización yihadista liderada
por Abu Bakr al-Bagdadi, de los cuales, siguiendo al
Institute for Strategic Dialogue, cerca de 4.000 procederían
de Europa Occidental. Entre ellos se contarían 550 mujeres
–un 13,7% del total–, de las que algunas emprendieron su
migración (muhajirah) desde España, que en la mayoría de los
casos son nacionales nacidas y residentes en las ciudades
autónomas de Ceuta y Melilla, según explica la investigadora
del Real Instituto Elcano, Carola García Calvo, en su
comentario Elcano titulado Las mujeres del Estado Islámico.
Según explica la investigadora en su trabajo, el papel que a
estas mujeres se les reserva dentro de EI ha sido
ampliamente discutido recientemente en los medios de
comunicación, apuntándose la emergencia de una nueva
subcultura yihadista femenina que las otorgaría funciones
más operativas, superando los clichés de género
establecidos, acomodados en este particular tanto a las
fuentes islámicas tradicionales como al ultraconservadurismo
propio de la ideología del salafismo yihadista que abandera
EI.
En el caso de España, desde la primera condena dictada por
delitos relacionados con el terrorismo yihadista, en el año
1996, y hasta 2012, un total de 84 individuos fueron
sentenciados en firme por delitos relacionados con el
terrorismo yihadista, de los cuales ninguno era mujer.
Fue a partir de 2013, ya en el contexto del conflicto de
Siria e Irak, la situación cambia, apareciendo casos de
mujeres movilizadas, impulsadas tanto por sus parejas como
por iniciativa propia, tras haber sido captadas y
radicalizadas –normalmente a través de redes sociales– por
entramados conectados a EI. Según los testimonios de sus
familias, en su mayoría se fueron seducidas por una visión
romántica de la vida en el Califato, mientras solo una
pequeña proporción lo hizo con voluntad de implicarse en
primera línea de combate, algo que finalmente no llegaría a
producirse, ya que la práctica activa de la violencia queda
muy lejos de la idea de EI de lo que entraña la yihad
femenina.
En torno a un 10% de los más de 90 desplazados al conflicto
desde nuestro país en la actualidad son mujeres –proporción
en sintonía tanto con el total registrado en países
occidentales, como con el idéntico 10% de mujeres
movilizadas del caso británico–. A estas desplazadas desde
España hay que sumarles otras 10 mujeres que han sido
detenidas antes de alcanzar el objetivo de instalarse en el
Califato, expllica la investigadora en su trabajo.
Atendiendo al perfil de estas, y contraponiéndolo al de sus
contrapartes masculinos, existen algunos matices en su
caracterización que merecen ser resaltados. Así, las mujeres
detenidas en nuestro país en el marco de las grandes
operaciones antiterroristas llevadas a cabo a partir de 2013
son más jóvenes que los varones: su edad oscila entre los 14
y los 32 años, siendo dos de ellas menores de edad, mientras
que el rango de edades de los varones se fija en la
horquilla que va desde los 22 hasta los 53. También difieren
en lo que a su estado civil se refiere: si la mayoría de los
varones estaban casados, entre las mujeres encontramos a un
buen número de solteras que pretendían contraer matrimonio
con algún muyahidín a su llegada al territorio ocupado.
Descendientes de inmigrantes
En lo que sí coinciden es que la mayoría son nacionales
españolas descendientes de inmigrantes (predominantemente
marroquíes), nacidas y residentes en las ciudades autónomas
de Ceuta y Melilla, y, de manera incipiente, también la
Comunidad Autónoma de Cataluña, denotando una vez más la
eclosión del yihadismo español.
A la luz de lo expuesto, y a pesar de ser cierto que las
mujeres desempeñan un papel relevante en el corazón de la
yihad, la investigadora dice que “no podemos concluir sino
reafirmando la desigual posición de éstas dentro de EI”.
Hasta la fecha, el papel que se les reserva “está muy
alejado de la primera línea de combate”, protegido (y
constreñido) por los muros del hogar, en un activo a la par
que mediático segundo plano.
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Las redes de captación aprovechan la capacidad de las
mujeres para la difusión de la propaganda
Las redes de captación de Estado
Islámico no desaprovechan la gran capacidad de las mujeres
para la difusión de propaganda y la captación de nuevas
militantes a través de sus perfiles en las redes sociales,
en los que abundan los relatos sobre la crisis de valores en
Occidente y la frustración derivada de las dificultades para
practicar su religión en sus Estados de origen enfrentados a
la expresión de lo satisfactorio de vivir junto a sus
“hermanas” y “vivir honorablemente bajo la ley de la Sharía”,
difundiendo una visión idílica del proyecto de vida que les
ofrece EI.
Estas mujeres, se explica en el trabajo realizado por la
investigadora Carola García Calvo, basándose en un trabajo
empírico de Caroly Hoyle, Alexandra Bradford y Ross Frenett,
apoyan el uso brutal de la violencia con la misma intensidad
que sus contrapartes masculinas, y así lo manifiestan desde
los referidos perfiles en redes sociales, aunque son muy
pocas las que muestran interés por practicarla de forma
activa.
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