Ciudadanos de primera y de segunda. Esta es la realidad que
para Farid Othman, coordinador del Grupo Árabe Socialista,
se da en Ceuta y que está relacionada con la religión. Y es
que, el socialista, que visitó el martes la ciudad, asegura
que en la periferia de Ceuta se han creado guetos y
marginalidad vinculada con la religión. Para acabar con esta
situación, Othman señala que es necesario que se eduque en
la igualdad a los ciudadanos y que todos sepan cuáles son
sus derechos y, además, tengan acceso a ellos. Un objetivo
que, apunta, no se conseguirá si no hay voluntad política
para ello. Y para empezar entiende que haría falta
educación, pero también un plan de choque para que barrios
como el Príncipe sean iguales que otros como el centro.
Pregunta.- Su idea en este primer viaje era conocer sobre
el terreno la situación de la convivencia entre culturas en
Ceuta, y para ello ha podido estar en el Príncipe, ¿qué
imagen se lleva tras esta visita?
Respuesta.- Mi idea es que este viaje sea el primero de
varios tanto a Ceuta como a Melilla. Quiero priorizar ambas
ciudades autónomas, porque aquí no necesito crear un grupo
para conseguir generar una sensibilidad sobre una futura
realidad intercultural. Aquí existe, pero hay que tratar que
no degenere. En el Príncipe vemos precisamente esa
degeneración y como la multiculturalidad acaba creando
guetos donde no se ven los mismos servicios que en el resto
de la ciudad. Eso es el verdadero peligro.
P.- ¿En qué punto se pasa de vivir una interculturalidad
a que esta degenere en guetos?
R.- Cuando se apuesta por políticas de una multiculturalidad
que entiende que hay ciudadanos que son más ciudadanos que
otros. Eso es lo que rompe la paz social. A partir de ahí,
sólo hay que ver los embellecimientos del Príncipe
comparados con otros, cómo hay sitios que no se utilizan a
pesar de que están reformados, o cómo la gente sí se está
asociando. Y esto último hay que apoyarlo porque así se
construye la sociedad civil. El Príncipe es un barrio normal
con gente que quiere ser ciudadanos y están asociándose para
ello. Ahí empieza la acción política y ahí reside la
esperanza del Príncipe a nivel social. Pero también
necesitamos la voluntad política por otro lado. Si la
voluntad política sigue siendo apostar por una
multiculturalidad que crea guetos, no se puede revertir el
proceso. Por eso, ha llegado el momento de darle una
oportunidad a la interculturalidad, y Ceuta y Melilla
deberían darnos el ejemplo de cómo hacerlo.
P.- ¿Cómo se puede acabar con esos guetos que están tan
diferenciados? ¿Políticamente qué medidas reales se pueden
tomar?
R.- Hay que potenciar que todo ciudadano se sienta
ciudadano. Todo radica ahí y todo es así de simple. Si todos
los ciudadanos del Príncipe son conscientes de cuáles son
sus derechos y encima tienen acceso a esa plenitud de
derechos, se van a sentir ciudadanos y van a participar. Si
luego la voluntad política hace que el barrio se incluya
como uno más, ya está. Después todo viene de manera natural.
Mientras digamos que es un problema la reconversión de unos
ciudadanos, les estamos diciendo que no pertenecen al
colectivo. Ahí es donde se crea el caldo de cultivo, donde
nacen los problemas sociales.
P.- Pero sí hay un problema real en esa barriada de altas
tasas de fracaso escolar, un importante porcentaje de
desempleados... ¿para paliar eso que se puede hacer?
R.- Ahí entra la voluntad política que, visto lo visto, pasa
por cambios muy necesarios, pero también radica en una serie
de políticas en las que el Estado tiene que participar. Si
el propio gobierno local no llega, el Estado tiene que
ayudar a que llegue. Por ejemplo, los problemas de
escolarización se solucionan con colegios públicos, pero si
estamos privatizando la educación, no estamos solucionando
el problema.
P.- Entonces sería necesario un plan de choque inmediato
con fondos del Estado...
R.- Si, pero el principal plan de choque es la voluntad
política. Iniciar procesos de formación sobre cuáles son tus
derechos y cómo exigirlos. Tenemos que hacer ver a los
ciudadanos que pueden participar en la vida política y eso
es muy necesario, a pesar de que no se incide todo lo que se
debería. Y es que, si al ciudadano se le convence de que no
puede llegar a ser un ciudadano si no es con un montón de
ayudas, o se ponen en marcha planes para sensibilizar a los
niños para que no caigan en las redes del yihadismo, es como
decirles a que si mi ayuda van a ser terroristas. Eso es un
error enorme. El cauce es enseñarle cuáles son sus derechos
y que la participación ciudadana es más que ir a votar.
P.- Por tanto, ¿habría que empezar a exigirle al
ciudadano que se integre en la sociedad y que no sólo reciba
ayudas?
R.- Claro, pero primero debe ser conscientes de cuáles son
sus derechos.
P.- ¿Y para ello planteáis crear una asignatura
específica para formar en este sentido en los colegios?
R.- Si implantáramos una asignatura tendría que ser para
toda Ceuta porque tan negativo es que una persona no se crea
ciudadano porque no conoce sus derechos como que quien sí
los conoce se crea que el otro no es tan ciudadano como el.
P.- A nivel de Ceuta y a nivel de España, ¿sería
necesario?
R.- Por supuesto. Pero reitero que Ceuta y Melilla necesitan
un punto diferencial porque sí vienen de un proceso
intercultural. En territorio peninsular, sólo ha existido el
catolicismo y las otras religiones han llegado en muchos
casos a través de la inmigración, que no en todos, ya que
establecer un paralelismo entre inmigración e Islam es un
error. Un error que en Ceuta es una tragedia, porque no se
puede tratar a una persona como si fuera un extranjero por
llamarse Ahmed cuando su familia lleva diez generaciones en
la ciudad. Mientras, si te viene que se llama Roberto y
lleva cinco años por Ceuta no lo tratas como alguien ajeno a
esta sociedad. No se puede establecer paralelismos que
idetifiquen una religión con una situación de inmigración
forzosa o no forzosa.
P.- Y desde el colectivo musulmán, ¿que se puede hacer
para evitar el riesgo de islamofobia?
R.- La islamofobia bebe de otras fuentes. Pero en cuanto a
qué puede hacer el colectivo musulmán son un montón de
cosas. Lo primero que puede hacer un musulmán para ahuyentar
todos esos miedos infundados es no justificarse. Es un
musulmán, no tiene nada que ver con el terrorismo. A partir
de ahí, nadie debe exigirle a un musulmán que se justifique
como que no tiene nada que ver con el yihadismo, por lo que
es un tema que atañe a la ciudadanía. Cualquier solución
pasa por no circunscribir a una persona a su religión, dado
que la identidad total es la ciudadanía. Tenemos que
reforzar la ciudadanía. Quitando eso, muchas veces la gente
tiene miedo porque no sabe lo que pasa de puertas para
adentro en una mezquita y ya se están abriendo. Se están
haciendo jornadas de puertas abiertas en los centros
culturales islámicos y en las mezquitas. Ahora bien, también
se necesita que los que tienen miedo a lo que hay tras esas
puertas las crucen, porque si no tienen voluntad de hacerlo
tampoco se puede hacer nada. Por eso hay que educar a todos
los ciudadanos para que aprendan a quitar las etiquetas
asociadas a la religión.
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