En la tarde de ayer, en la Santa Iglesia Catedral de Nuestra
Señora de la Asunción, el obispo de la Diócesis de Cádiz y
Ceuta, monseñor Rafael Zornoza Boy, presidió la misa funeral
por el eterno descanso del que fuera obispo diocesano entre
los años 1973-1993 y obispo emérito de Málaga, monseñor
Antonio Dorado Soto, fallecido el pasado martes 17 de marzo,
a los 83 años.
La ceremonia, a la que asistieron muchos fieles y distintas
autoridades civiles, estuvo concelebrada por el Cabildo
Catedral y algunos sacerdotes que quisieron recordar al
primer obispo que aplicó el Concilio Vaticano II en la
Diócesis.
La eucaristía comenzó con una semblanza de monseñor Antonio
Dorado, mientras que el actual obispo de Cádiz y Ceuta,
monseñor Rafael Zornoza recordó su “bondad, su inteligencia,
su chispa…Cumplimos una labor de afecto filial, de
misericordia y justicia por él. Una persona a la que la
Iglesia de Cádiz y Ceuta le debe tanto”.
Asimismo, el obispo afirmó que “la oración de Cristo
Redentor sigue siendo nuestra arma de redención. Dios ha
llamado a Antonio Dorado para una vida eterna, plena y
verdadera. Que premie sus trabajos, sus desvelos y
sufrimientos”.
Por otro lado, Zornoza aseguró que “Jesús nos hace vivir la
tensión de la esperanza y se entrega a quien acepta su
ministerio”. De esta manera, el obispo de Cádiz y Ceuta
habló de una Iglesia peregrina. “Somos peregrinos, un pueblo
que camina para alcanzar una ciudad de eternidad”.
Por último, el prelado destacó la labor de monseñor Dorado
Soto al implantar el Concilio Vaticano II en la Diócesis.
“La renovación del Concilio que hizo en la Diócesis es como
la que hoy se nos pide a nosotros a la hora de evangelizar,
y que supone un esfuerzo de fidelidad por ser buenos hijos
de Dios en plenitud. Antonio, amando a la Iglesia peregrina
la hizo avanzar hacia el encuentro con Dios”.
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