Con el título “La Globalización comenzó en Ceuta” se
presenta en El Mundo un artículo respecto a la conquista
portuguesa de Ceuta y las importantes consecuencias que
supuesto, esto es, la expansión e interconexión de todo el
mundo que se desarrolló a lo largo de un proceso histórico,
iniciado supuestamente en Agosto de 1415.
La tesis es resumidamente la siguiente: Europa se encontraba
dentro de sus propias fronteras. El surgimiento de Portugal
como reino independiente pero aislado lo fuerza a buscar
salidas por mar. Ceuta fue el primer paso de un extenso e
importante proceso que se repetirá en toda Europa, y es su
expansión por todo el mundo, con la consiguiente
transformación del mundo. Para ello utiliza términos, no
elegidos al azar, a nuestro parecer, como el de
“globalización”.
Sin embargo, el artículo necesita importantes matizaciones.
En primer lugar, la conquista de Ceuta nunca fue proyectada
como el inicio de una política colonial al estilo de lo que
nosotros conocemos del modelo americano. Sin duda, Portugal,
al igual que sus vecinos peninsulares, soñaban con seguir
sus expansiones territoriales por el Magreb, del mismo modo
que habían hecho desde el norte hacia el sur de la Península
Ibérica. La unidad política de la península con el Magreb se
remite a la época romana, y los musulmanes nunca lo
abandonaron, y los cristianos tampoco lo quisieron. El
principal objetivo de los portugueses era nada menos que el
Reino de Fez, y se trataba de una auténtica “cruzada”, y así
lo podemos leer en los diferentes cronistas, entre ellos, el
mencionado Eanes de Zurara (que no fue “el único documento
que narra el episodio” , pero sí es el más importante ). Es
con esa idea con la que inician en distintos años las
conquistas de Ceuta, Tánger, Arcila y otras localidades
africanas. Sin embargo, la existencia de reinos bien
organizados en la región mostrarán la dificultad de la
empresa, hasta tal punto que Portugal tiene que abandonar
muchas de sus conquistas, ante el avancé magrebí: Safi,
Arcila, Alcazarseguer... Portugal se ve obligada a
refugiarse en focos bien fortalecidos para rentabilizar sus
recursos en una defensa eficaz. Sin embargo, iniciará un
nuevo proceso, donde se reproducirá algo muy típico del
Imperio Portugués: la conquista de líneas de costa por el
continente africano hasta regiones remotas.
Es interesante saber el por qué, y aquí entramos en una
segunda matización: Europa nunca estuvo encerrada dentro de
sus “fronteras” y zonas de influencia geográfica
(Mediterráneo). No vamos a hablar del oro de Sudán o Nubia,
o Persia o la India en la Antigüedad. Es que en la Edad
Media podemos hablar de Tombuctú, o más famoso aún, la Ruta
de la Seda, que conectaba Europa con la lejana China. La
“globalización”, en un sentido muy coloquial e incorrecto,
ya existía, y produjo maravillas como los Viajes de Marco
Polo o esa recopilación de cuentos de distintas regiones que
conforman Las Mil y Una Noches. Sin embargo, el surgimiento
del Islam, y especialmente el del Imperio Turco con su
hegemonía en Oriente, hizo difícil el uso de esta ruta
terrestre. Es de esta manera que se buscan nuevas vías, y si
podían ser marítimas, mejor, pues anteriormente al mundo
moderno, los barcos siempre han sido más veloces y rentables
que cualquier medio terrestre. Y es de esta manera cuando
los portugueses piensan llegar al Lejano Oriente rodeando
África, cuyos límites, entonces, no se conocían. Los
portugueses, como todos hasta esa época, practicaban la
navegación de cabotaje, esto es, de cabo a cabo, siempre
cercano a la costa, porque los medios técnicos disponibles
hacía muy peligroso adentrarse en el mar, y más aún, en los
océanos. El mérito de Cristóbal Colón, más que el
descubrimiento para los europeos de un nuevo continente, fue
sobre todo desafiar este sistema de navegación. Es a partir
de su éxito cuando se extiende las nuevas técnicas y se
navega mar adentro durante largas jornadas, que supuso
nuevas técnicas y tipos de barcos. Sin embargo, las nuevas
tierras africanas ocupadas por Portugal no estaban exentas
de riquezas, por lo que sus campañas no fueron en vano, y
Ceuta tuvo una importancia central en la construcción del
nuevo imperio luso. Ese es, de hecho, lo que comenzó en
Ceuta. Ni un mundo globalizado, que no llegará hasta la Edad
Contemporánea, o mejor, ni siquiera hemos llegado hoy a ese
extremo, en un sentido literal. Ni tan siquiera comenzó el
colonialismo en sí. El colonialismo ya existía, pero el
nuevo contexto histórico americano abrirá un nuevo período,
donde Ceuta no tuvo un papel mayor que el que tuvo otras
ciudades.
En Octubre de 2015 se realizarán en Ceuta un Congreso sobre
el VI Centenario de la Toma de Ceuta titulado como “Los
Orígenes de la Expansión Europea. Ceuta 1415” donde
esperamos que muchas de estas problemáticas salgan a la luz,
y puedan llegarse a una serie de conclusiones. Ciertamente,
en 1415 Europa era algo muy diferente a ese Imperio Romano
que llegó a controlar todo el Viejo Mundo, o esa Grecia de
Alejandro Magno que llegó a las puertas de la India. En este
sentido, Ceuta estuvo a la vanguardia de una nueva
expansión, que aunque cambie de objetivos, es de las
primeras que se dan para la formación de uno de los primeros
imperios coloniales, el portugués. Pero todo esto hay que
matizarlo: hay expansiones anteriores, como por ejemplo la
que se inició en las Islas Canarias, de carácter más bien
personal, por parte de vasallos, al más puro estilo
medieval. O por el Este, el Principado de Moscovia, que fue
arrebatando territorios orientales a los debilitados poderes
del desintegrado imperio mogol desde un siglo antes de las
jornadas de Ceuta. O los famosos viajes vikingos que se
recogen en textos como la Saga de Njál, la Saga de Erick el
Rojo o la Saga de los Groenlandeses. Por poner solo unos
ejemplos de los muchos que hay que muestran una Europa que
nunca estuvo quieta.
El principal motivo de la ocupación de Ceuta, esto es, la
conquista del Magreb y la continuación de la Cruzada,
fracasó, y como las otras ciudades de la región, Ceuta era
un problema económico para el tesoro portugués. Pero los
intereses estratégicos y el sincero sentimiento religioso
motivó su permanencia en la Corona, a la espera de tiempos
mejores, que era la estrategia habitual durante la
Reconquista, que no en vano duró unos siete siglos, si es
que tomamos la anécdota de Pelayo como punto de partida.
Ceuta nunca fue para Portugal una puerta hacia el
Mediterráneo. Ni le interesaba: el emporio africano les
resultaba mucho más atractivo, y se construyó por medio de
las costas atlánticas e índicas.
Finalmente, un último matiz: la idea de un mundo “global” es
anterior al comienzo de la llamada “Era de los
Descubrimientos”. La unificación era sin duda uno de los
objetivos del Imperio Romano. Y de hecho, la palabra
“católica”, con la que nos referimos a la Iglesia Romana, es
sinónimo de “universalidad”, aunque en un sentido
“filosófico”; posteriormente pero pronto, adquiere un
sentido político. La Iglesia misma ya tenía en mente la
unificación del mundo, de todo lo existente, bajo la luz de
sus creencias religiosas. Objetivo inalcanzable, por
supuesto, en la Antigüedad, pero que siempre reivindicó, y
usó posteriormente en la Era Colonial para imponerse como
religión única en el resto del mundo. Entonces, era la
manera más directa de homogeneizar el mundo. E iba a ser una
manera agresiva, por medio de la conquista. De hecho, todo
parece indicar, por lo que leemos de las propias crónicas,
que la toma de Ceuta debió de tratarse de una matanza en
toda regla contra una población desarmada que solo contaba
con una pequeña y desprevenida guarnición, que solo plantó
cara en un par de puntos, causando algo menos de una docena
de bajas entre el ejército portugués. De hecho, la baja más
importante, la del caballero Vasco Fernández de Altaide, fue
provocada no por un soldado, sino por una mujer, armada con
poco más que una piedra grande, que cayó sobre el noble
luso. Parece que la huida en desbandada fue la tónica
general, y de hecho los portugueses continuaron saqueando y
sembrando el terror en las poblaciones cercanas tras la
conquista. Pero esto, que igual nos resulta temible y
desagradable a nuestros ojos, eran actos legitimizados en
aquellos tiempos para unos y otros (o al menos para sus
aristocracias) y forma parte, para bien o para mal, de
nuestra Historia.
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