Profundizo en mi esencia para dialogar ante Ella, busco un
tiempo perdido en esta montaña mágica donde los sentidos se
pierden en colores. Es imposible resistirse a su paisaje
colorista según jornada y época.
A veces, no logro encerrar mi impaciencia que se vanagloria
anhelante ante la travesía del estrecho que nos une. Si la
cita es nocturna, observo como la luna se columpia, -a
ultranza, radiante-, sobre el vaivén de las olas con sus
ojos alba y , -dejando atrás una estela de espuma de mar que
me lleva al encuentro-, te percibo rodeada de estrellas.
Adoro mirarte cuando desciende el sol y principia la luna
hasta que llega el alba, esas hadas que sobrevuelan tu
duende y tu tristeza inmóvil, escenario inevitable de
confidencias y confesiones donde nadie pone límite,
rechazando un silencio que teme un vacio evocador y, como
caídas del cielo, las estrellas se vuelven terrenales para
decorar tu frente.
-Sé de pequeñas y grandes historias confesadas que transitan
ante tu dominio y que sabes captar y retener como nadie,
historias que comparecen reacias al amor y acaban ante tu
efigie locamente enamoradas-.
Anhelo pararme en la pendiente del camino donde ningún
vestigio señala la senda hacia tu encuentro, santuario
natural de emociones, elixir curativo de propiedad
cicatrizante.
Adoro tu textura fronteriza, néctar de almendra y canela que
libo en tu presencia, esa nube /sábana encimera que cubre tu
pecho/, la cesta de estrellas que pone la noche en tus manos
y ese encaje de espuma en tus pies.
Anhelo disfrutar de la sutileza de esas casas con colores de
aventuras a pie de tu falda, caminar entre tus entretejidas
grutas, rozar tus sandalias de burbujeo marinero y
regodearme de ese ramo de aromas que contonea tu entorno de
sueños.
Quisiera apuntalar el peso de tu pena, vengo buscando en tu
respuesta lo que importa y lo que no, quiero regalarte lo
que traigo entre mis manos, lápices de luna nueva que
dormitan prosas, una nube rosa llena de poesía en la
cintura, un ruiseñor que te circunde raso y pájaros de
colores danzando con alas bailarinas sobre sus trovas
alrededor de tu atención adormecida.
Mostrarte sin enjuagar previamente, mi nube de llanto seco,
ya que a veces, ¡ay! -a veces-, llego a ti turbia y
desanimada-, para que pulverices mi pena con un rojo paisaje
y permitas que deje caer su agua marchita sobre tu pecho.
Intimarte, que llegará el día en que algún sol primaveral
lleno de grandeza, dejará de desafiar nuestro desamparo y al
comenzar a rayar la luz del atardecer, las nubes a galope
tendido caminaran hacia la fiebre de tu frente, caerán al
fin sobre nosotras los deseos solicitados que se deslizaran,
-encumbrados- , en astros fugaces, entonces, -sólo
entonces-, dejaremos la añoranza en el repecho del mar
frondoso.
Musito ante ti, que asumes el reto de la escucha: ¡ quisiera
tener en mis manos tu contención y soltar la rienda, para
que alzaras, libre, el vuelo cada noche, sobrevolando con
los pájaros tu cuerpo en reposo!.
¡Busco un tiempo perdido en esta montaña mágica donde los
sentidos se pierden en colores!
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