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OPINIÓN - LUNES, 9 DE MARZO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Daños colaterales de la inmigración masiva

Por Jesús González


En un principio, creíamos a pies juntillas que era progresista y hasta ‘divertido’ permitir la inmigración masiva. Que tan solo se trataba de acoger a quienes saltaban las vallas de Ceuta y/o Melilla, o que la Patrulla de Salvamento saliese en busca de unos desheredados de la fortuna, que las mafias habían embarcado en cualquier punto de la costa marroquí, y que esas mismas mafias llamaban al 112 para indicarle que salieran al encuentro de las embarcaciones para que se las trajeran a España (nunca, claro está, que las hiciesen volver al punto de salida en Marruecos). Que no tendríamos que pagar un precio por aceptar esta inmigración masiva, nos decían una y otra vez. Que en ella había más beneficios que perjuicios. Y si algún atrevido manifestaba en voz alta sus dudas sobre esta inmigración masiva, se le respondía inmediatamente que España había sido un país de emigrantes y bla, bla, bla,. Andando el tiempo, el ciudadano diose cuenta de que no era tan cierto aquello que le contaron sobre la inmigración masiva. Y, así, finalmente, todo se ha revelado como una burda y vil mentira. Ahora te dicen a las claras que entrar por la fuerza en tu país prima sobre el blindaje de las fronteras. Es decir, que las fronteras ya no son lo que eran. Es más, hasta Bruselas, capital de la Unión Europea, nos dice que no se puede emplear la fuerza para rechazar a quienes traten de entrar ilegalmente en nuestro país. Más claro, el agua. Por ello, por defender las fronteras españolas-ceutíes, por actuar de centinelas, es la causa de que 16 guardias civiles se sienten en el banquillo de los acusados para esclarecer su actuación un 6 de febrero del año pasado, fecha en que 15 africanos perecieron ahogados al otro lado de la valla, en territorio marroquí, y la corriente los fue arrojando a territorio ceutí en los días siguientes. Esta imputación a los guardias civiles forma parte de los múltiples daños colaterales que la inmigración masiva ha ocasionado y está ocasionando en España (y Europa). La acusación, como no podía ser de otra manera, lamentablemente, la integran varias ONG, tal vez subvencionadas con dinero público, que han ‘cogido carne’ y no desean soltarla.

El 2 de enero de este mismo año 2015, un africano de Costa de Marfil, de 28 años, llamado Yode Ali Raba, que cuenta con nueve antecedentes policiales, entre ellos por amenazas, robo con violencia y resistencia y desobediencia –según el digital AD–, que llegó el 30 de agosto de 2011 a España a bordo de una patera que alcanzó las costas de Almería, y que “tenía decretada una orden de expulsión de cinco años por Delegación del Gobierno de Madrid en sentencia de fecha del 17 de marzo de 2014, siéndole notificada en fecha del 23 de marzo de 2014”, arrojó, en un forcejeo, a un policía nacional a las vías del metro de Embajadores, causándole la muerte en el acto al ser arrollado por un convoy, cayendo el mismo africano a las vías y resultando herido de gravedad. Todo empezó cuando la víctima y su compañero, que patrullaban por los andenes del intercambiador de transportes de Embajadores, fueron increpados a distancia por un grupo de africanos. El tal Yode Ali Raba era el que llevaba la voz cantante. “¿Habéis venido a buscarnos? ¿Por qué no nos dejáis en paz? Sois unos cabrones…”, fueron las increpaciones que les dijeron a los dos policías, que se acercaron para identificar al grupo, a lo que se resistieron por encontrarse en situación irregular en el país. A medida que la tensión subía de intensidad, y en un imprevisto, el citado Yode Ali Raba, viendo que se aproximaba un convoy, se abalanzó sobre uno de los policías para arrojarlo a las vías. En su caída, el policía agarró al marfileño y ambos cayeron a las vías justo cuando un convoy se encontraba a escasos metros de la estación. El policía resulto muerto en el acto, y el marfileño herido de gravedad. Lo más triste de todo esto es que este marfileño ya lo intentó con otro policía en octubre de 2014, en esa ocasión le gritó a uno de los policías: “Te voy a tirar a las vías, puto madero”. Sin embargo, ahí seguía, en la calle, y, al final, lo cumplió en la persona de otro agente. He aquí otro daño colateral de esta inmigración masiva. Pero es digno de notar que este crimen ha pasado casi desapercibido, y sin casi, para el resto de los ciudadanos. Hasta ahora no tengo noticias de ninguna ONG (ACNUR, APDHA, CEAR, PRODENI, etcétera), ni las que se han personado como acusación contra estos 16 guardias, hayan hecho lo propio contra ese africano que asesinó al policía arrojándolo a las vías, ni que hayan evacuado un comunicado lamentando la muerte de ese policía. Visto lo visto, como no podía ser de otra manera, si he de elegir, mi solidaridad, mi apoyo, a esos 16 guardias civiles, y mi más enérgica reprobación a esas ONG, cuyos miembros se han convertido en ‘funcionarios’, acaso con dinero público, y en el momento de los asaltos a las vallas se hallan a buen recaudo.

Mientras quienes han hecho posible la entrada de esta inmigración masiva, así como los que la han apoyado (ONG, partidos, sindicatos y tontos útiles), se han puesto, también, a buen recaudo de los daños colaterales que está produciendo, el ciudadano de a pie y los miembros de la Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado son los que sufren en sus carnes las tropelías de estos elementos antisociales que campan por sus respetos por las calles de pueblos y ciudades de España, reproduciendo el mismo clima de violencia e inseguridad que tiene lugar en los países de donde proceden. Pero ¿qué clase de extranjeros hemos acogido? Insistamos una vez más, la tolerancia y la apatía son los últimos valores de una sociedad moribunda. Y ésta lo está. (A propósito, quisiera escuchar una palabra de condolencia y dolor por los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado asesinados y heridos por inmigrantes en bocas de los que apoyan esta inmigración y reciben premios por ello).

(PD/ Recuerde: faltan 24 semanas para el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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