En un principio, creíamos a pies juntillas que era
progresista y hasta ‘divertido’ permitir la inmigración
masiva. Que tan solo se trataba de acoger a quienes saltaban
las vallas de Ceuta y/o Melilla, o que la Patrulla de
Salvamento saliese en busca de unos desheredados de la
fortuna, que las mafias habían embarcado en cualquier punto
de la costa marroquí, y que esas mismas mafias llamaban al
112 para indicarle que salieran al encuentro de las
embarcaciones para que se las trajeran a España (nunca,
claro está, que las hiciesen volver al punto de salida en
Marruecos). Que no tendríamos que pagar un precio por
aceptar esta inmigración masiva, nos decían una y otra vez.
Que en ella había más beneficios que perjuicios. Y si algún
atrevido manifestaba en voz alta sus dudas sobre esta
inmigración masiva, se le respondía inmediatamente que
España había sido un país de emigrantes y bla, bla, bla,.
Andando el tiempo, el ciudadano diose cuenta de que no era
tan cierto aquello que le contaron sobre la inmigración
masiva. Y, así, finalmente, todo se ha revelado como una
burda y vil mentira. Ahora te dicen a las claras que entrar
por la fuerza en tu país prima sobre el blindaje de las
fronteras. Es decir, que las fronteras ya no son lo que
eran. Es más, hasta Bruselas, capital de la Unión Europea,
nos dice que no se puede emplear la fuerza para rechazar a
quienes traten de entrar ilegalmente en nuestro país. Más
claro, el agua. Por ello, por defender las fronteras
españolas-ceutíes, por actuar de centinelas, es la causa de
que 16 guardias civiles se sienten en el banquillo de los
acusados para esclarecer su actuación un 6 de febrero del
año pasado, fecha en que 15 africanos perecieron ahogados al
otro lado de la valla, en territorio marroquí, y la
corriente los fue arrojando a territorio ceutí en los días
siguientes. Esta imputación a los guardias civiles forma
parte de los múltiples daños colaterales que la inmigración
masiva ha ocasionado y está ocasionando en España (y
Europa). La acusación, como no podía ser de otra manera,
lamentablemente, la integran varias ONG, tal vez
subvencionadas con dinero público, que han ‘cogido carne’ y
no desean soltarla.
El 2 de enero de este mismo año 2015, un africano de Costa
de Marfil, de 28 años, llamado Yode Ali Raba, que cuenta con
nueve antecedentes policiales, entre ellos por amenazas,
robo con violencia y resistencia y desobediencia –según el
digital AD–, que llegó el 30 de agosto de 2011 a España a
bordo de una patera que alcanzó las costas de Almería, y que
“tenía decretada una orden de expulsión de cinco años por
Delegación del Gobierno de Madrid en sentencia de fecha del
17 de marzo de 2014, siéndole notificada en fecha del 23 de
marzo de 2014”, arrojó, en un forcejeo, a un policía
nacional a las vías del metro de Embajadores, causándole la
muerte en el acto al ser arrollado por un convoy, cayendo el
mismo africano a las vías y resultando herido de gravedad.
Todo empezó cuando la víctima y su compañero, que
patrullaban por los andenes del intercambiador de
transportes de Embajadores, fueron increpados a distancia
por un grupo de africanos. El tal Yode Ali Raba era el que
llevaba la voz cantante. “¿Habéis venido a buscarnos? ¿Por
qué no nos dejáis en paz? Sois unos cabrones…”, fueron las
increpaciones que les dijeron a los dos policías, que se
acercaron para identificar al grupo, a lo que se resistieron
por encontrarse en situación irregular en el país. A medida
que la tensión subía de intensidad, y en un imprevisto, el
citado Yode Ali Raba, viendo que se aproximaba un convoy, se
abalanzó sobre uno de los policías para arrojarlo a las
vías. En su caída, el policía agarró al marfileño y ambos
cayeron a las vías justo cuando un convoy se encontraba a
escasos metros de la estación. El policía resulto muerto en
el acto, y el marfileño herido de gravedad. Lo más triste de
todo esto es que este marfileño ya lo intentó con otro
policía en octubre de 2014, en esa ocasión le gritó a uno de
los policías: “Te voy a tirar a las vías, puto madero”. Sin
embargo, ahí seguía, en la calle, y, al final, lo cumplió en
la persona de otro agente. He aquí otro daño colateral de
esta inmigración masiva. Pero es digno de notar que este
crimen ha pasado casi desapercibido, y sin casi, para el
resto de los ciudadanos. Hasta ahora no tengo noticias de
ninguna ONG (ACNUR, APDHA, CEAR, PRODENI, etcétera), ni las
que se han personado como acusación contra estos 16
guardias, hayan hecho lo propio contra ese africano que
asesinó al policía arrojándolo a las vías, ni que hayan
evacuado un comunicado lamentando la muerte de ese policía.
Visto lo visto, como no podía ser de otra manera, si he de
elegir, mi solidaridad, mi apoyo, a esos 16 guardias
civiles, y mi más enérgica reprobación a esas ONG, cuyos
miembros se han convertido en ‘funcionarios’, acaso con
dinero público, y en el momento de los asaltos a las vallas
se hallan a buen recaudo.
Mientras quienes han hecho posible la entrada de esta
inmigración masiva, así como los que la han apoyado (ONG,
partidos, sindicatos y tontos útiles), se han puesto,
también, a buen recaudo de los daños colaterales que está
produciendo, el ciudadano de a pie y los miembros de la
Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado son los que
sufren en sus carnes las tropelías de estos elementos
antisociales que campan por sus respetos por las calles de
pueblos y ciudades de España, reproduciendo el mismo clima
de violencia e inseguridad que tiene lugar en los países de
donde proceden. Pero ¿qué clase de extranjeros hemos
acogido? Insistamos una vez más, la tolerancia y la apatía
son los últimos valores de una sociedad moribunda. Y ésta lo
está. (A propósito, quisiera escuchar una palabra de
condolencia y dolor por los miembros de las Fuerzas y
Cuerpos de la Seguridad del Estado asesinados y heridos por
inmigrantes en bocas de los que apoyan esta inmigración y
reciben premios por ello).
(PD/ Recuerde: faltan 24 semanas para el 6º Centenario de la
conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de
2015)
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