Por qué el papel de la mujer en la sociedad ha estado, está
y lamentablemente estará, de no seguir trabajando por la
línea de la inclusión, repleto de desigualdad,
discriminación, exclusión e incluso violencia? ¿Por qué no
se emplean las medidas y las campañas necesarias para
sensibilizar y hacer de la igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres una realidad?
Es triste que en pleno siglo XXI, la mujer aún tenga que
reivindicar su papel y sus derechos sociales como persona y
como ciudadana. ¿Cómo es posible que la sociedad no haya
avanzado en el área de la igualdad y no se le quiera dar ni
ofrecer activamente, el lugar y los derechos que legislativa
y moralmente le corresponden? ¿Cómo es posible que el
gobierno no defienda la inclusión en igualdad de las
mujeres?
No podemos obviar el hecho de que la mujer ha peleado,
luchado, reclamado, exigido, entre otras muchas acciones,
por ser poseedora del derecho de justicia e igualdad social.
Derecho que le pertenece y el cual nadie está en disposición
de coartar ni vulnerar. El enfoque sobre la “labor” de
defender y proteger los derechos de las mujeres es de todos
y todas, pero en especial de los poderes públicos pero no en
función de la perspectiva que ha adoptado, pues da pié a la
desigualdad y exclusión social.
Avanzar en la ruptura de estereotipos y prejuicios es
preciso y necesario. Debemos dejar de perpetuar el hecho de
que quien no actúa de una determinada manera o no cumple las
reglas establecidas socialmente por concepciones arraigadas
en la desigualdad debe exponerse al juicio y/o la crítica
del resto de su comunidad.
El hecho de ser mujer no ha de ser mecanismo de exclusión,
discriminación y marginación. Lograr la tan preciada y
anhelada “igualdad” ha de ser concebida en la sociedad como
un derecho de repercusión social que nos beneficia a todos y
a todas.
En el mundo en el que vivimos no podemos negar la evidencia
de desigualdad que ocurre y que se promueve para que las
mujeres sigan estando en esa situación tristemente impuesta
por el sistema patriarcal y las concepciones machistas que
desgraciadamente aún tienen una fuerza directa entre la
sociedad y su ciudadanía. Pues seguimos encontrando que las
mujeres deben superar una serie de barreras de exclusión y
discriminación que la limitan, la clasifican y la excluyen
de todos los ámbitos de la vida.
Defender la inclusión e integración de una mujer es un
derecho legal que nadie debe vulnerar. La mujer, al igual
que el hombre, debe recibir las mismas oportunidades en
igualdad de condiciones. La autoridad pública, en particular
y la sociedad, en general, deben procurar que la igualdad
entre hombres y mujeres se lleve a cabo de manera real.
Ante la concepción patriarcal existe la necesidad
inexcusable de inculcar y desempeñar todas aquellas
alternativas que permitan combatir la discriminación y
marginación que sufren las mujeres por el simple hecho de
serlo. La importancia de ver que tanto a mujeres como a
hombres se les permite alcanzar las mismas metas basadas en
el mismo esfuerzo, se debe promocionar ineludiblemente como
un beneficio global.
Superar los estereotipos y prejuicios que nublan nuestra
sociedad es uno de los principales objetivos que deben
alcanzarse desde las edades más tempranas como una actitud
innata de respeto mutuo y de futura inclusión social plena.
Pues, mientras siga existiendo la mínima duda sobre el papel
de la mujer y su condición social, la igualdad de
oportunidades entre hombres y mujeres seguirá teniendo que
superar los impedimentos que minan el camino de la mujer y
de la igualdad por la que todos y todas abogamos.
Como parte activa del Movimiento por la Dignidad y la
Ciudadanía, su sección juvenil Jóvenes por la Dignidad (JxD)
va a defender y a reivindicar activamente que la igualdad de
oportunidades entre hombres y mujeres adquiera el valor
esencial y primordial de que todos y todas tenemos las
mismas y dignas oportunidades, con independencia de ser
hombre o mujer.
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