En la actualidad, uno de los principales problemas que
identifica la ciudadanía, de acuerdo a los sondeos
sociológicos, son los políticos que los gobiernan. La
actividad política está desacreditada. Por este, y por otros
motivos, las miradas académicas que antes se centraban en
las instituciones y en su desempeño ahora lo hacen en los
políticos. En este contexto se enmarca El oficio de
político, una novedosa aportación para comprender quiénes
son esos actores, cómo desarrollan sus carreras, cuáles son
las características de la política como profesión y cómo es
su evolución en los sistemas democráticos.
La profesionalización política como un ineluctable proceso
ligado a la evolución de las democracias. Y aborda el
estudio de los políticos profesionales definidos como
individuos que desempeñan una actividad pública, que dedican
su tiempo a ella, que reciben a cambio una remuneración, que
poseen legítimas ambiciones y que proyectan una determinada
vocación pública. Una vocación que, como en toda profesión,
debería estar sujeta a un rendimiento de cuentas. En este
último punto, los medios de comunicación emergen como
actores fundamentales, tanto para llevar a cabo una función
de control, como para intervenir directamente en la
contienda política. Todos conocemos políticos con más de
diez años en el noble ejercicio de la vida política, y
estamos siendo testigos de como esos políticos con tantos
años al servicio del interés publico, están siendo acusados
de diferentes irregularidades en el ejercicio de sus
funciones políticas.
Un político profesional es alguien que se dedica
habitualmente a una actividad política y que cobra por ello.
Lo cual supone que hay que introducir ciertas matizaciones,
las más sencillas se refieren a la acotación del adverbio
“habitualmente” y a la cuestión de los ingresos. Esto último
se refiere al porcentaje que suponen los emolumentos que una
persona recibe procedentes de la política en el total de sus
ingresos; en cuanto a lo habitual tiene que ver con el
tiempo dedicado a la política en un determinado lapso. Dicho
de otra manera: se establece una escala en la que en un
extremo se puede situar a alguien cuyos ingresos provienen
en el cien por cien de la política y que en los últimos diez
años no ha hecho otra cosa que política y en el otro extremo
se sitúan quien sus ingresos procedentes de la política
apenas si representan una parte mínima y que en el referido
periodo apenas si se ha dedicado unos meses.
En cuantas ocasiones se ha planteado en nuestro sistema
democrático el limitar el numero de años al ejercicio de la
vida publica, países como Estados Unidos, ha tenido claro
desde hace mucho tiempo este punto en cuestión, tanto en lo
publico como en lo privado, marcando fecha de caducidad
tanto a los políticos como a los grandes ejecutivos. Este
sistema funciona ya que es un ejemplo que muchos países
tendrían de adoptar en su sistema democrático, y en especial
el nuestro, ya que estamos siendo testigos de políticos con
muchos años en cargos públicos, que al final se demuestran
que han sido un engaño y una estafa para los ciudadanos que
depositaron su confianza en ellos.
Pero después de ver como en este año con tantos procesos
electorales, no hay un solo partido político que ponga este
debate dentro del discurso de la campaña. Ningún partido ya
sea de izquierda o de derecha quiere plantear esta cuestión,
pues se demuestra que todos tienen la intención de
perpetuarse en los puestos políticos.
Entiendo que pueda ser atractivo el que lo llamen a uno
excelentísimo, disponer de coche oficial, tener un escaño de
representación ya sea en el Congreso, Senado, Comunidad
Autónoma o Ayuntamiento, pero el tema es que cuando esos
políticos llegan a esos puestos se desconectan de la
realidad de la calle, se aíslan en sus despachos donde no
reciben a nadie, se esconden por la calle, llegando a salir
de su casa por el garaje en el coche oficial y entrando el
palacio autonómico por el garaje, a pesar de vivir a menos
de doscientos metros, pero todo ellos para no hablar con los
ciudadanos y conocer de primera mano los problemas reales de
la ciudad que dirige, es más fácil esconder la cabeza como
el avestruz e ignorar los problemas para no tener que buscar
soluciones.
Una dirigente de un partido nacional, el pasado sábado en un
programa de televición, dijo “que había que cambiar la
política de nuestro país, peor no las caras delos
políticos”, claro ella llevaba treinta años de política y no
quería dejar de serlo, discrepo totalmente con esa
afirmación, ya que no se le puede enseñar trucos nuevos a un
perro viejo, por lo tanto la única forma de cambiar las
políticas, es cambiar a las personas que las han hecho
realidad.
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