El pasado 25 de enero, el día de
las elecciones griegas, el blog de información política “De
vuelta y vuelta” me publicaba un artículo titulado “El
futuro de Europa”, en el que decía que, lejos de ser unos
comicios más, lo que aquel día se disputaba en Grecia era la
democracia. Mis palabras iban en la línea de lo expresado
por Pablo Iglesias el pasado lunes en su entrevista con
Pedro Piqueras: “Hay algo que podemos celebrar en primer
lugar: Por fin hay un gobierno del sur de Europa que
negocia”. Efectivamente, Syriza está negociando con Europa.
Desde una correlación de fuerzas nada ventajosa, con todo en
contra, pero sin agachar la cabeza y representando los
intereses de su pueblo. Los griegos dan la batalla. En
Grecia, por fin, hay democracia.
Desde Europa, la actitud no es precisamente la ideal.
Especialmente miserable es el comportamiento intransigente
de los representantes españoles, con Luis De Guindos a la
cabeza. Nuestro ministro de Economía fue el más duro con
Grecia en una sesión del Eurogrupo. Normal, a la par que
repudiable. El gobierno español desea que Syriza fracase,
pues sabe que si los de Tsipras lo hacen bien y logran
mejorar la situación de su país, no serán pocos los ojos que
se sumen a ver en Podemos a la verdadera alternativa de
Gobierno en España. El Partido Popular, pensando en sus
intereses de partido, desea que Grecia continúe en el fango.
Realpolitik lo llaman algunos. Yo lo llamo indecencia, pero
no sólo eso.
Opiniones morales aparte, debemos ser conscientes de que el
juego que los representantes de los poderes financieros se
traen desde las instituciones europeas es sumamente
peligroso. La experiencia histórica demuestra que en
política ningún espacio queda nunca sin representar y no
está de más recordar que el tercer partido de Grecia es,
como bien dijo el ministro de Finanzas griego, Yannis
Varoufakis, “no un partido neonazi, sino un partido nazi”.
Los griegos han depositado su esperanza en una fuerza
democrática y progresista como Syriza, pero si el proyecto
fracasa y Syriza es arrinconada y defenestrada, serán los
salvajes de Amanecer Dorado quienes saquen mayor rédito de
la nueva coyuntura.
Por el bien de Europa y los Derechos Humanos, Syriza debe
seguir cosechando triunfos en sus negociaciones. Sí, he
dicho seguir. Aunque los medios españoles se empeñen en
trasladarnos una supuesta “bajada de pantalones” por parte
del gobierno heleno, el profesor Vicenç Navarro, en un
artículo titulado “Lo que no se dice sobre las negociones
con Syriza” publicado en el diario Público, arrojaba un
punto de vista diferente sobre el asunto. Según el
catedrático, Syriza ha logrado, entre otras cosas, una
reversión de las medidas antisindicales, un cambio en el
objetivo del superávit impuesto (de un 4,5% primario a un
1,5%) y un mejoramiento del pago de la deuda. En tan sólo un
mes al frente del país, el gobierno de Syriza ya ha
conseguido más de lo que lograron sus antecesores en todos
los años de crisis. Con todo, las negociaciones sólo acaban
de empezar. Eso sí, Syriza está demostrando que con voluntad
política se pueden hacer cosas. España, aun siendo la cuarta
economía del euro y teniendo, por tanto, una situación
muchísimo más cómoda para negociar, continúa postrándose sin
rechistar ante Merkel y los suyos. Es la diferencia entre un
gobierno digno y uno servil y vasallo.
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