Más que un caos se podría hablar
de un verdadero desastre organizativo lo acontecido durante
la jornada del jueves y de viernes con las obras para la
instalación del puente en el Paseo de la Marina.
Los cálculos no acompañaron a la Consejería de Fomento ni a
la empresa, pero también es cierto que la fortuna tampoco se
puso de parte de la Policía Local. El miércoles la Ciudad, a
través de un comunicado distribuido a los medios, avisaba de
que las obras para la colocación de la pasarela mantendrían
cortada la Avenida de Compañia del Mar desde las nueve y
media hasta la una y media. El planteamiento era perfecto
puesto que mirando los horarios se había evitado que los
trabajos coincidiesen con la entrada de los escolares a sus
centros.
Pero una cosa es la previsión y otra muy distinta es
consecución del objetivo. No pudo ser y tanto la zona del
Recinto como el Paseo de la Marina se convirtieron en un
verdadero caos, incluyendo el precio que tuvo que pagar
algún que otro viajero a un taxista por trasladarlo desde el
antiguo hospital de la Cruz Roja hasta la Gran Vía. La nada
despreciable cantidad de siete euros cuando normalmente su
coste es de 3.30 euros.
Pero si el jueves fue mal, ayer, viernes, el asunto fue
peor. Sin ningún tipo de indicación ni agente de la Policía
Local que lo avisara, los conductores tomaban la Avenida
Compañía del Mar para evitar tirar por la Avenida de la
Marina. La sorpresa es que a la altura de donde se ubica el
Casino, la citada vía estaba cortada por una valla,
impidiendo el paso un trabajador de la empresa que acomete
las obras. El caos volvió a aparecer, aunque sobre las
cuatro de la tarde si aparecieron los agentes de la Policía
Local, pero en esta ocasión en la Gran Vía para sancionar
los vehículos que no estaban bien aparcados.
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