La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma, un itinerario
hacia la Cruz, un tiempo propicio para intensificar la
oración y la penitencia, para abrir el corazón al Señor y
acoger con docilidad su voluntad; un camino espiritual, una
“peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la
misericordia.” (Benedicto XVI, mensaje de Cuaresma 2006). A
través del desierto de nuestra pobreza espiritual y de
nuestra miseria el Señor nos acompaña y nos prepara
interiormente para revivir los misterios centrales de
nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
En este tiempo de gracia se nos invita a confrontar nuestra
vida con la Palabra de Dios, para que sea el Espíritu el que
nos renueve y purifique. Nos acercamos a Cristo, fuente de
la misericordia, para que Él sea el médico que sane nuestros
corazones y cure nuestras almas. Es un tiempo favorable para
la conversión, el encuentro sincero y en profundidad con el
Señor, que nos ama y nos espera siempre en el camino de la
vida. Dios quiere quitar de nuestras vidas todo lo que hay
de pecado, de antievangelio, de muerte para que podamos
seguir a Cristo hacia la Vida en plenitud.
El tentador nos mueve, a veces, a desesperarnos: no tenemos
remedio, yo soy un desastre, nada puede cambiar en mi vida.
O nos tienta con la vanidad y el orgullo, nos creemos los
mejores, confiamos de manera ilusoria en las propias
fuerzas. Dios es un estorbo, un aguafiestas, yo no necesito
de Dios. Jesús nos recuerda que sin Él no podemos hacer
nada. Necesitamos la ayuda de la gracia para vencer al
maligno.
Dios pacientemente nos guía y nos conduce, es el Buen Pastor
que nos conoce por nuestro nombre, nos cuida, nos busca
cuando nos alejamos de él y nos lleva a las verdes praderas
de su Reino. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como
creen algunos, sino que tiene mucha paciencia con nosotros,
porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se
conviertan (2Pe 3,9). El Señor es paciente, clemente y
misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor
es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas (Sal
144,8-9)
En estos días la Iglesia nos invita a profundizar en el
misterio de la Redención, a fijar nuestros ojos en Jesús, no
nos cansemos de mirar a Cristo, traspasado por nuestras
rebeliones, triturado por nuestros crímenes (Is 53,5). En
este tiempo de gracia mantengamos la mirada fija en la Cruz
de Cristo, el árbol de la vida, porque en ella, el Señor se
hace siervo hasta la entrega total de sí mismo.
Este tiempo de Cuaresma se nos invita también a vivir con
mayor intensidad y compromiso el Bautismo, que nos hizo
hijos de Dios y coherederos con Cristo de la gloria
celestial.
Este es tiempo de gracia, tiempo de conversión al amor de
Dios. Abre tu corazón a Dios, permite que el Señor te
revista con su bondad y misericordia, deja que Cristo te
revista con su amor, esto acontece cuando escuchamos la
Palabra de Dios y cuando recibimos los Sacramentos. Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor; no endurezcáis vuestro
corazón (Sal 94)
El papa Francisco nos recuerda en su mensaje de Cuaresma de
este año, “que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto,
nos olvidamos de los demás,(…) no nos interesan sus
problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que
padecen” (Papa Francisco, mensaje para la Cuaresma 2015)
Este egoísmo, esta indiferencia ha alcanzado hoy una
dimensión mundial, señala el papa, hay una globalización de
la indiferencia. Tenemos la tentación de olvidarnos de Dios
y del prójimo. La Cuaresma nos recuerda la centralidad del
amor en nuestras vidas, amor a Dios y amor al prójimo.
Necesitamos renovar nuestra fe para superar el egoísmo y la
indiferencia. ¿Qué podemos hacer?
El papa Francisco nos señala tres cosas: la oración en
comunión con la Iglesia, porque la oración tiene mucha
fuerza, y nos propone, como el año pasado, la iniciativa de
24 horas para el Señor en los días 13 y 14 de marzo..
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos concretos de
caridad, llegando a personas cercanas o lejanas a través de
tantas organizaciones de caridad de la Iglesia, que trabajan
en favor de los demás: Caritas, Manos Unidas, ayuda a los
misioneros…
En tercer lugar la conversión. La necesidad del prójimo me
recuerda que soy frágil, que necesito de los demás, que yo
dependo de Dios y de los hermanos. Así es posible resistir a
la tentación de creer que nosotros solos con nuestras
fuerzas podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
A María, nuestra Madre de África, que permaneció fiel al pie
de la Cruz, le pedimos que nos lleve a su Hijo, que nos
enseñe a tener un corazón fuerte y humilde, un corazón
abierto a Dios y cerrado al tentador, un corazón
misericordioso y dócil a la acción del Espíritu, que nos
lleva por los caminos del amor a Dios y al prójimo. Amén
* Vicario General de Ceuta
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