Los continuos casos de corrupción política están minando la
confianza de los españoles en los políticos, pero sobre
todo, en la Política. Una animadversión que beneficia al
Partido Popular, cuyo electorado parece más proclive a
perdonar los pecados de los populares, a pesar del manto de
corrupción que los cobija. Madrid y Valencia, urbes en las
que se concentran las irregularidades de la trama Gürtel,
son buen ejemplo de ello. Los de izquierdas, sin embargo,
somos más autocríticos y a la izquierda, los escándalos de
corrupción, incumplir lo pronunciado o errar en sus
decisiones, suele acarrearle graves consecuencias, a
rentabilidad, siempre, del catálogo ‘popular’. Cada vez que
los votantes socialistas deciden ‘sancionar’, generalmente
quedándose en casa el día que toca votar, el PP incrementa
significativamente su saco de votos. Los 10 millones y medio
de sufragios que constituyen su electorado “estable”, han
llevado al PP a perder elecciones, ganarlas por simple
mayoría en 1996, por mayoría absoluta 2000, volver a
perderlas en 2004 y 2008 y volver a ganarlas con una
renovada mayoría absoluta en los últimos comicios generales
de 2011. Es evidente que todo depende, en realidad, de la
movilización del voto de izquierdas.
Esta veteranía, constatada por los líderes del PP, se
traduce en que la corrupción no perjudica igual al partido
de la gaviota que a la izquierda. Hasta ahora. El desempleo,
la crisis económica, los desahucios, el copago farmacéutico,
los recortes en sanidad y educación... y para colmo los
sobres sorpresa, están generando cicatrices en toda la
ciudadanía, independientemente del color de su voto. Y si
antes una parte de ésta se presentaba más o menos
comprensiva, el drama humano pluralizado consecuencia de las
medidas del Ejecutivo de Rajoy, ha derivado en que esa
tolerancia de ayer, hoy pierda firmeza y solidez. Las
encuestas de la calle, las que más se parecen a los
resultados del escrutinio final, indican que, ahora sí, los
casos de corrupción que ahogan al Partido Popular pasan
factura a su inflexible brazo electoral.
Que Fiscalía dé por confirmada la existencia de una
contabilidad B en el Partido Popular y no poder continuar
afirmando que nada tienen que ver con eso y que es una trama
urdida contra ellos, ha llevado al PP a desplegar sus alas
mediáticas con el objetivo de magnificar cualquier asunto
que pueda afear la honradez del resto de partidos. La trama
Gürtel y el caso Bárcenas, han hecho mella en sus votantes.
Que un ex tesorero popular como “Luis El Fuerte”, haya
podido sisar hasta 48,2 millones de euros, hace imposible
imaginar a cuánto ascienden las prebendas destinadas a
lucrar a las empresas y que, presuntamente, se habrían
traducido en comisiones millonarias para el PP. Experta en
la técnica del avestruz, la dirección de la organización, es
incapaz de levantar cortafuegos entre sus implicaciones
pasadas y el esfuerzo por recuperar la confianza en su
electorado. Esta vez la política de baja calidad que ejercen
no les va a salvar. Es hora de que la cúpula dé la cara y
asuma el precio político que toque.
A estas alturas resulta más que evidente la imposibilidad
del los de Rajoy de pasar página sobre los graves hechos
descubiertos por fiscalía, policía y la justicia. El Partido
Popular adivina que la Gürtel es una herida abierta y
gangrenada de imprevisible desenlace. De ahí, que el caso de
los ERE de Andalucía se haya convertido en el bálsamo con el
que aliviar su epidemia, aunque sea a costa de contagiar a
la ciudadanía con la bacteria del “todos son iguales”. Sin
embargo y, sin suprimir ni un solo gramo de gravedad a los
ERE, los populares son conscientes que ambos casos no tienen
parangón, por lo que éstos han decidido a propagar toda su
artillería infectada en busca del “y tú más” y el “todos son
iguales”, chascarrillos en los que parecen confiar más que,
en amputar sus propias extremidades necrosadas.
No quisiera parecer abanderada del “Y tú más…” y comulgo
absolutamente con la afirmación de que “cualquier corrupto
tiene que ir a la cárcel” pero, pretender encontrar
similitudes entre ambos casos, es tan desproporcionado como
comparar un liliputiense con cualquiera de los hermanos
Gasol. Es urgente graduar al milímetro la lente de la
fiscalización y que ni un solo céntimo camine sin control de
la Intervención del Estado.
Y he aquí la diferencia fundamental: tanto Chaves como
Griñán fueron, los que de forma voluntaria, solicitaron
declarar ante el Supremo para, según ellos, “limpiar la duda
de su honorabilidad”, porque, a día de hoy, no se les
atribuye ningún delito. Ya lo dijo Pedro Sánchez: “Si cuando
comparezcan ante un juez se les imputa algún delito, tendrán
que abandonar su escaño”. Me quedo con eso.
* Secretaria de Política Autonómica del PSOE de Ceuta
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