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OPINIÓN - LUNES, 16 DE FEBRERO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Remediar las crecidas de los ríos bebiendo agua

Por Jesús González


Ha vuelto a suceder. Y sucederá otra vez. El Mediterráneo se ha tragado, esta vez, a trescientos africanos desesperados por abandonar sus países y por alcanzar el supuesto ‘El Dorado’ europeo. Estremece pensar en la clase de muerte que han tenido esos tres centenares de personas. Después del espanto que nos han causado esas muertes, llegada es la hora de las lamentaciones, de las recriminaciones y de la búsqueda de culpables. Parece que ya no se sabe qué hacer para evitar esas catástrofes humanas. Es una catástrofe de proporciones bíblicas lo que sucede en el Mediterráneo. A todo esto, Europa relaja y tranquiliza su conciencia al tiempo que cree que se puede resolver el problema acogiendo a todo el que llegue a sus costas. Ni siquiera podrá atenuar la llegada masiva de centenares, de miles de desesperados por alcanzar las costas europeas. En 2014 entraron 270.000 inmigrantes ilegales en la UE, más del doble que en 2013, de ellos, cien mil han sido los que han llegado en todo el año 2014 a las costas italianas. La presión no es coyuntural ni cíclica. Los que han entrado, escribe el sociólogo italiano Giovanni Sartori, no sirven para reducir el número de los que pueden entrar; en todo caso, sirven para llamar a otros nuevos. Detrás de esos vendrán otros y detrás de esos, otros, y seguirán otros más, y después otros, y otros y otros... Cada barco cargado con ilegales que sale de las costas de Libia es el eslabón de una cadena llamada muerte. Por cierto, África tiene una población de mil millones de habitantes, ¿a cuántos pretende acoger Europa? Lo cierto es que Europa acoge inmigrantes porque no sabe cómo frenarlos, así, como suena: no sabe cómo frenarlos, y no se dan cuenta los prebostes que gobiernan la Unión Europea que Europa se ha convertido en un continente asediado, que no sabe, insisto, cómo defenderse de los sitiadores africanos y asiáticos. “¿Se pueden remediar las crecidas de los ríos bebiendo agua?” –se pregunta Sartori–. “No. Pues de la misma manera la crecida de los inmigrados no se puede remediar dejándoles entrar”, se responde el mismo Sartori. Así pues, la política de acogida de inmigrantes ilegales que la Unión Europea está llevando a cabo esta destinada a fracasar. Y no sólo a fracasar, porque no va a conseguir pararlos, sino que el tejido social de los países europeos se va a resentir –ya se está resintiendo– de tal manera que acabará fracturándose a lo largo de las líneas étnicas, fracturas que amenazarán la estabilidad y la cohesión de la comunidad como un todo.

El problema, de momento, está ahí enfrente: en las costas de Libia, un país fallido, debido a que los europeos, sobre todo Francia, creyeron estúpidamente que podían instaurar un régimen de libertades y de democracia de estilo occidental. Mientras estuvo Gadafi al frente del país supo manejarlo con mano de hierro y evitar que de sus costas salieran con la asiduidad que salen ahora los barcos cargados con migrantes. Estando Gadafi al mando, se sabía con quién dialogar para tratar de impedir la salida de los barcos sospechosos, ahora, Libia es un caos partido en dos, Tripolitana y Cirenaica, con decenas de grupos armados que se matan entre ellos. Entonces, parece que la solución se halla en evitar que los barcos salgan de las costas de Libia. Si, en esta ocasión, la Guardia Costera italiana está patrullando al límite de las aguas libias en busca de cuerpos de ahogados, ¿por qué, entonces, Frontex (Frontex no nació como una agencia de salvamento, sino para reprimir la inmigración ilegal), o la misma Guardia Costera o la Armada italiana no patrullan hasta el límite de las aguas libias, y en cuanto observasen un barco sospechoso de llevar migrantes podrían obligarlo a no entrar en aguas internacionales, a no seguir navegando, y, en todo caso, avisar a los libios de la salida de la embarcación sospechosa? Por supuesto, que, más pronto que tarde, no faltarán quienes argumenten que de ningún modo se va a impedir la salida de los barcos cargados de migrantes, porque eso es ilegal, porque los derechos humanos, porque sería conculcar el derecho de las personas a la libertad de movimiento, porque bla, bla, bla. Pero, eso sí, esos mismos estarán muy preocupados en cómo llamar a esos que entran ilegalmente en nuestros países: ilegales, sin papeles, clandestinos, irregulares… .

A estas alturas, no se puede negar que alrededor de la inmigración ilegal se ha montado un tinglado, por llamarlo de alguna manera, que está moviendo millones de euros en financiar a ONGs, en las asistencias sociales, en los empleados en los CETI y en los CIE y en otras actividades para atender a esos que llegan buscando un lugar al sol europeo. Son miles de personas que han hecho de la asistencia a inmigrantes ilegales un ‘modus vivendi’. Tan solo hay que observar el de los ‘funcionarios’, porque actúan como tales, que forman la plantilla de la agencia de Naciones Unidas para el refugiado, ACNUR. Si les fallara la ‘materia prima’, es decir, si se encontrase una solución satisfactoria para evitar que entren esas masas de ilegales en Europa, todo este ‘tinglado’ millonario se vendría en parte abajo y dejaría a más de uno en cruz y en cuadro. Hay un tiempo de palabras y hay un tiempo de hechos. Y este es un tiempo de hechos. Ya sobran las palabras.

(PD/ Recuerde: faltan 27 semanas para el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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