Todos los extranjeros que nos
llegan desde distintos países a España, intentan imponernos
sus costumbre y sus tradiciones, mientras nosotros dando,
una vez más, muestra de nuestro quijotismo le apoyamos a que
así sea, olvidándonos de nuestras costumbres y nuestras
tradiciones, sin darnos cuentas de que aquel pueblo que
olvida sus costumbres y sus tradiciones, termina siendo un
pueblo sin historia, que sólo puede contar las historias de
aquellos que nos llegaron desde distintos países. Así nos
crece el pelo.
Cuando nos volvimos a reencontrar con los carnavales,
aquellos pioneros que los iniciamos, lo hicimos con más
entusiasmo que conocimientos. Sólo basándonos en los que nos
habían contado nuestros padres, de aquellos carnavales que
se celebraban en nuestra tierra en su época y que, al
parecer, según nos contaban, eran famosos.
Con esos escasos conocimientos, un gran entusiasmo y un
enorme deseo de devolver a esta tierra nuestros carnavales,
nos pusimos manos a la obra y a fe que conseguimos, con el
paso de los años, alcanzar un éxito y una calidad en los
mismo que jamás hubiésemos soñados, aquellos pioneros de
esos carnavales que sólo los iniciamos con todo el
entusiasmo del mundo.
A cada año que pasaba, aumentaba el número de comparsas y
chirigotas que participaban en nuestros carnavales, dándoles
una mayor calidad y un gran prestigio. Haciendo que el
pueblo entero se incorporase a eso carnavales, en aquellas
cabalgatas donde la cabeza se comía la cola, de tantas
personas, todas disfrazadas que participan en la misma.
Y cuando mayor era el auge de aquellos carnavales, apareció
un concejal de festejos de tristes recuerdos que acabó con
los mismos, al dejar sin participar a las comparsas y
chirigotas infantiles. De un plumazo, este “genio” de
festejos, había acabado con la semilla de los carnavales.
Pues de aquellos niños saldrían, más tardes, los jóvenes que
se incorporarían a las distintas comparsas y chirigotas,
haciendo no dejar de morir los carnavales, que tanto trabajo
costaron volver a darle vida, en esta tierra
Total, que estamos acabando con otra de nuestras
tradiciones, que si nadie lo remedia se va al garete,
motivada por el cansancio de unos, otros a los que han
aburrido poniéndole todas las trabas del mundo mundial y la
desidia de otros, que no hacen nada por mantener vivo
nuestros carnavales.
Como uno de los pioneros que iniciamos nuestros carnavales,
con más entusiasmo que conocimientos, me duele en el alma
que se vayan a perder una de nuestras tradiciones, que tanto
trabajo costó volverlos a traer. Auque a todos aquellos que
los iniciamos nos quede el orgullo de haber contribuido a
hacer unos carnavales que, cada año, conseguían aumentar su
éxito.
Sólo queda, par salvarlos, crear una asociación o Federación
de carnaval, en la que sólo intervengan los carnavaleros,
sin que nadie les ponga cortapisa alguna y, mucho menos
censurar ninguna de sus letrillas. Pues esto es, simple y
llanamente CARNAVAL. Y al que no le guste, “ajo y agua”. ¿O
no?
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