Para quienes tengan escasa conciencia, o la tengan
adormecida, de cómo será el futuro, cercano o lejano, que se
nos viene encima, podrían echarle una mirada crítica a las
fotos publicadas en la prensa ceutí del intento del casi
centenar de asaltantes –que no inmigrantes– de entrar por la
fuerza a nuestra ciudad –a nuestro país– por el lado de
Benzú. Parece obvio, pero es cierto que apenas tenemos
conciencia de que estamos viviendo en el pasado del futuro.
Futuro que, en cierta manera, dependerá de los mimbres que
hayamos empleado para poner las bases de ese futuro. Somos,
por así decir, espectadores privilegiados, sin apenas
conciencia de ello, de las bases que darán lugar, sin duda,
al futuro que nos espera y les espera a nuestros
descendientes. Somos como quienes están sentados a la vera
de un río que pasa, y de cómo lleguen de claras sus aguas a
las ciudades que visita o a su final, a su desembocadura,
dependerá de cómo lo tratemos cuando pasa a nuestra vera.
Así, según lo que hagamos o permitamos que otros hagan, así
será el futuro que nos espera. Ya cercano, ya lejano,
insisto.
Podemos edulcorar lo real, lo que sucede a nuestro
alrededor. Podemos arreglar, prostituir, lo real con
palabras. Podemos, asimismo, intentar cambiar lo real, lo
que sucede a nuestro alrededor, haciendo un cambio en la
lengua. Podemos, en fin, ajustar lo real a nuestra forma
particular de percibirlo, es decir, a nuestra realidad.
Hagamos las piruetas que hagamos con el lenguaje, tal vez,
si nos dijesen la verdad, nos deprimiríamos lo que no está
escrito. Y lo que nos espera respecto de estas invasiones de
extranjeros no es nada halagüeño. Ya lo estamos presenciando
en directo, en mayor o menor medida, en los países europeos.
Al problema de las fronteras asaltadas se une el problema de
la integración de esos asaltantes, visto que el llamado
‘multiculturalismo’ ha fracasado rotundamente, sea cual sea
el país europeo al que hagamos referencia. Ha fracasado
porque la sociedad multicultural ha hecho posible el
nacimiento de sociedades yuxtapuestas, paralelas, a la
sociedad de acogida. El multiculturalismo renuncia a la
supremacía del modelo democrático para colocar en el mismo
plano de igualdad a las distintas y variopintas culturas que
se van asentando en los países europeos. El
multiculturalismo, qué duda cabe, está en el origen de los
guetos. Y ahí, en los guetos, está el caldo de cultivo en el
que se ‘cuecen’ las ideas extremistas contra las sociedades
abiertas, libres, democráticas y que hacen bandera del
espíritu crítico. Ahí se ponen las bases del odio al
diferente, de la xenofobia y del racismo y de la
intolerancia contra la sociedad de acogida.
“#Mézclate”, así, de esta manera, el gobierno español
llamaba, en su momento, a la ciudadanía a crear una
conciencia multicultural y multirracial, a la diversidad y a
su riqueza. “Yo soy tú” dice, en mayúsculas, el spot del
Ministerio, en el que por toda figura humana aparecía el
rostro de una joven negra. “Respétame y vive la diversidad”,
parece que dice la joven del spot. Nada que objetar al
respecto. Todo muy elocuente, todo muy normal en el momento
actual. Por el contrario, no es tan normal que las fronteras
de los países sean asaltadas con violencia por miles de
africanos de los que no sabemos absolutamente nada. Un país
deja de ser formalmente un país cuando no es capaz de
defender sus fronteras y de controlar a quienes entran en su
espacio. A propósito, ¿por qué esa insistencia del Sistema
en disolver las entidades autóctonas europeas? Las armas
para lograrlo con las que cuenta el Sistema son: la
inmigración masiva africana y asiática, el multiculturalismo
y el mestizaje impuesto a ultranza. Todo en aras de la
globalización: para dar lugar a una sociedad sin referencias
identitarias, sin pertenencias claras, sin historia que
celebrar. La globalización, escribe Carmen Posadas, que ha
borrado las señas de identidad, aboca a un retorno a la
tribu.
Pero ¿quiénes forman ese Sistema? Pues quienes representan
los intereses financieros-económicos-políticos al mejor
servicio del capitalismo mundial, representado por la
derecha neoliberal (Kissinger, Rockefeller and Company),
promotora del Nuevo Orden Mundial, el marxismo cultural, la,
siempre silente, pero siempre presente, masonería, el
judaísmo sionista (que curiosamente no admite
multiculturalismo en su Israel), que se ha arrogado el papel
dirigente en el cambio cultural europeo, según la sionista
estadounidense-sueca Barbara Spector. Toda esta tropa
necesita de una sociedad moldeable, dúctil, resignada,
descohesionada, todo lo contrario de lo que es una sociedad
con referencias identitarias, históricas, cohesionada por
lazos de sangre y de cultura. Como es evidente, el Sistema
cuenta con la inestimable colaboración de palmeros y
adláteres, ya sean partidos políticos, ya sean ideologías,
ya sean grupos de presión mediáticos bien identificados con
nombre y apellidos, ya sean advenedizos, que se entregan a
la causa por mimetismo político, religioso o personal. Así,
una vez más, la inmigración masiva se ha convertido en el
ejército de reserva del capitalismo feroz.
(PD/ Recuerde: faltan 28 semanas para el 6º Centenario de la
conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de
2015)
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